La relación médico-paciente

Los actores de la relación médico-paciente son el enfermo y el médico que se supone va a tratar de ayudarle a recuperar la salud. Siempre el galeno va a estar en contacto con el paciente y éste con él. No importa el modelo de salud, en cualquiera existe esta relación que debe ser lo más comunicativa posible y percibida como humana para que la dinámica de este binomio produzca resultados positivos. De hecho, esta relación es el fundamento de la práctica médica. La relación médico-paciente tiene por principio ser interpersonal, pero varía dependiendo de si el enfermo está en coma, con poca capacidad para decidir o puede interactuar con el galeno que lo atiende. Desde la antigüedad Hipócrates estableció que el médico debe tener humanidad, conocimiento, sabiduría y probidad. Todavía, a pesar de toda la tecnología y el tiempo transcurrido, no se ha podido demostrar lo contrario. La parte humana es necesaria para que el profesional de la salud asuma una conducta crítica, acepte que comete errores, pueda superarlos y beneficiar a los enfermos con el aprendizaje de los mismos. Debe tener siempre presente que no es un dios y que como persona debe enfrentar los retos propios del ejercicio de su profesión. Poniendo en primer lugar la búsqueda de una salida al problema de su paciente. Debe tener conocimiento y estar al día en los más recientes avances de las ciencias médicas para ponerlos al servicio de sus enfermos. Del mismo modo la sabiduría debe ser una cualidad muy ligada al saber, pero que debe aplicarse de manera correcta en cada caso que se le presente como profesional de esta área. La probidad nos indica que no es suficiente tener conocimiento y sabiduría si no podemos demostrar en la práctica que son efectivos. El médico no hace nada con tener mucho conocimiento si no lo aplica para transformar la realidad de sus pacientes. En esta relación el médico debe respetar la dignidad y el derecho a la privacidad del enfermo. También debe empeñarse, de manera especial, en que el paciente tenga seguridad de su competencia y así conseguir que se sienta confiado, estableciendo las condiciones para lograr el objetivo de unas buenas relaciones en el binomio médico-paciente. Si el enfermo no tiene confianza en el médico no va a cumplir con las recomendaciones y el manejo de la enfermedad va a ser muy malo. La interacción en la relación médico-paciente debe ser sincera porque así cada uno se beneficia de la comprensión y búsqueda de solución a los problemas de salud que se presenten. Aunque el enfermo busca asistencia y el médico es quien dirige la prestación de ese servicio, esta relación debe ser lo más armoniosa posible. Si bien es cierto que el médico y el paciente tienen sus responsabilidades en esta relación, también es verdad que ambos tienen sus deberes definidos con claridad y cada uno debe jugar su rol para que la relación sea fructífera. El médico hace el diagnóstico, sugiere el tratamiento y la prevención, pero el paciente participa, preguntándo, pidiendo aclaraciones y nunca debe quedarse con dudas. Luego lleva el tratamiento o busca otras opciones si no siente que los resultados son satisfactorios o no confía en el médico y esto es un indicador de que hubo una mala relación médico-paciente. En una buena relación médico-paciente éste último debe ser el protagonista y se debe centrar en él, no en el médico, pues es la razón de ser en cualquier sistema de salud. El médico debe dotar a su paciente del conocimiento necesario para que contribuya con el manejo de su enfermedad y el enfermo debe sentirse comprometido a obtener el saber que demande su dolencia. El médico tiene el conocimiento científico, pero debe hacerlo entendible para que el enfermo pueda ponerlo en práctica, buscar el lenguaje apropiado para que su paciente pueda interiorizarlo y someterlo a la reflexión capaz de producir el aprendizaje efectivo para la transformación necesaria de su enfermedad. Es importante que el paciente sienta confianza en su médico porque si no la tiene o la pierde, va a buscar otra opinión o a cambiar de manera transitoria o definitiva de profesional de la salud. La relación médico-paciente debe centrarse en el paciente y desarrollarse en un marco de respeto mutuo, no debe ser fría, tampoco puede convertirse en una camaradería o un relajo porque cada uno debe asumir su papel y cumplir con su deber para que pueda exigir respeto a sus derechos. El médico debe empeñarse en comprender al enfermo y conocer su cultura, su concepción de la enfermedad y ayudarlo a superar sus errores para conseguir su bienestar.

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