La política se ha transformado en un negocio

El Congreso de la República Dominicana ha dejado de lado su función básica para transformarse en uno de los tantos negocios en que hoy se ha transformado la política.

 

Por empezar, podemos hacer la siguiente comparación: en E.U.A. la Cámara Baja tiene 435 representantes con una población de 323 millones, lo cual da una relación de un representante por cada 743.000 habitantes.

En R.D. tenemos 223 honorables, entre diputados y senadores, con una población de 11.4 millones de habitantes. Por lo tanto, tenemos un representante por cada 49,827 habitantes.

 

Normalmente, cuando un legislador quiere mostrar que no es un vago y trabajó, dice la cantidad de proyectos de ley que presentó. Es más, muchas veces los medios utilizan este parámetro para determinar si el legislador trabajó o simplemente se dedicó a cobrar su dieta.

En rigor, ese es un pésimo indicador porque cuántas más leyes hay en un país, menos libertad tienen sus habitantes. Cuando un país tiene hiperactividad legislativa, es porque está regulando y coartando la libertad de las personas.

 

Aunque parezca exagerado, la realidad es que cuánto menos trabajen los diputados y senadores, más libertad va a tener la gente. Lo que se necesita es una ley que derogue leyes que impiden que la gente desarrolle su capacidad de innovación.

No más leyes que inhiban la capacidad de innovación.

 

Si vamos en serio a una sociedad libre, el Congreso debería reunirse una vez por año para aprobar el presupuesto y, tal vez, algunas veces más por temas muy específicos. Pero, insisto, no es propio de una sociedad libre que el Congreso este “trabajando” todo el tiempo.

 

Si bien el Congreso tiene asignado un presupuesto de $14.484 millones para este año, una parte va a la biblioteca, otra a la imprenta, otra al Consejo de la Magistratura y otras reparticiones.

 

En concreto, los fondos destinados específicamente para legislar son los siguientes. La Cámara de Senadores tiene un presupuesto para el año en curso de $ 11,297 millones, dinero destinado a pagar sueldos de los legisladores, y de los empleados del Senado, verhttps://www.senado.gob.do/senado/OAI/ConsultadeNomina.aspx sin otros pagos corrientes que abultan ese monto. Por su parte, la Cámara de Diputados tiene asignado un presupuesto para 2017 de miles de millones, también para los mismos conceptos.

De los números anteriores se desprende que, para poder legislar, un senador tiene un costo para el contribuyente, entre su sueldo, el sueldo de la secretaria, sus asesores, encargados de prensa, etc., etc. de $ 74 millones anuales, es decir, en promedio tiene un costo de $ 6,2 millones mensuales. Luce un tanto disparatado, con todo y cofrecito, barrilito y dietas, más viáticos y gastos de representación ¿no?

 

Los diputados nos salen más económicos. Cada diputado tiene un costo para el contribuyente de $22 millones anuales, $1,8 mensuales. Sin contar las 2 exoneraciones y otras cositas.

De acuerdo con la información que proporciona la página web del Congreso de la Nación, dicho cuerpo tiene asignados 1.192 empleados de planta permanente y 862 de planta transitoria. Si uno divide los empleados por los senadores y diputados, tenemos que en promedio cada legislador necesita 40 empleados para trabajar. ¡Cada legislador es una empresa PYME!

 

En todos estos empleados no están los que hay en la biblioteca del Congreso, los que están en la imprenta en la era de internet o los que están en la Defensoría del Público de Servicios de Comunicación Audiovisual (no tengo idea cuál es su función).

Lo que estoy tratando de transmitir con todos estos datos es que la política se ha transformado en un negocio. Un negocio muy rentable para los que acceden a ella y por eso vemos legiones de legisladores que solo se limitan a levantar la mano cuando hay que votar de acuerdo con lo que le ordena el jefe de bancada.

 

Y en aportes auténticos, si solo se compara los discursos actuales con los que uno puede leer en los debates de principios del siglo XX, donde incluso los bolos, Báez y socialistas daban discursos que eran cátedras, hoy es solo buscar cámara lo que se hace.

La superficialidad producto de un poco visión intelectual ha hecho del parlamento un lugar de acuerdos políticos, pero escaso debate de ideas.

Sumemos a esto el discriminatorio cupo femenino en las listas de candidatos que discrimina a las mujeres al revés.

 

Es decir, no las ponen por su capacidad, sino que las ponen en la lista porque lo manda la ley, y el combo de medidas no puede dar otra cosa que un parlamento intelectualmente decadente.

Esa falta de formación se transforma en leyes, esas mismas leyes que luego regulan la vida de los dominicanos y nos sumergen en la pobreza y la falta de entusiasmo hacia el futuro.

 

No estoy diciendo con todo lo anterior que haya que cerrar el Congreso ni mucho menos. Solo marco que la corporación política no quiere competencia porque la política hoy es un negocio. Basta ver diferentes políticos saltando de partido en partido buscando un cargo público o un puesto en la lista de legisladores para advertir que viven de eso.

Uno ve como alambraron con regulaciones el ingreso de nuevos partidos políticos al mercado electoral (hoy formar un partido político es muy complicado), los presupuestos y el personal que manejan y se advierte que mucha gente vive de la política.

 

Así como sostenemos que hay que abrir la economía para que haya competencia empresarial y terminar con el poder de las mafias sindicales, también habría que introducir competencia en serio en el sistema electoral e ir a las elecciones por circunscripción uninominal, donde cada candidato ya no va escondido en la lista sábana del partido, sino que tiene que ser reconocido y apreciado por los votantes de su circunscripción.

 

Todo un desafío para lograr que los que tienen el poder de cambiar las reglas las cambien en su perjuicio, y no conté a los de ultramar. Ese es otro drama.

JPM

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