La poligamia y otras costumbres

Aunque el nombre de poligamia sea en general aplicado al matrimonio con dos o varias mujeres, esta designa en realidad la unión ya sea de un hombre, sea de una mujer con mas de un cónyuge. Lo que se llama usualmente poligamia, se nombra en realidad poliginia, Y la institución complementaria es la poliandria. La poligamia es una de esas palabras comprometidas que demandan a ser estudiadas con cuidado so pena de conllevar un desconocimiento total de las condiciones que deben designar. En cada sociedad humana, el número de nacimientos de varones y de hembras es más o menos igual. Sin embargo, para que la poligamia o la poliandria se conviertan práctica corriente, la necesidad se impone de un factor no biológico que modifica el equilibrio natural. La primera cosa a hacer cuando se está en presencia de una tribu polígama, es procurarse un censo de los miembros casaderos de ambos sexos. Entre los esquimales, la vida de los cazadores del Ártico es tan dura que la población masculina adulta es seriamente disminuida, lo que hace matemáticamente posible la poligamia. Holm señaló un pueblo en el suroeste de Groenlandia en el cual sólo había veintiuna personas, entre las cuales solo había cinco hombres solamente. Entre los Esquimales del Centro, los Kinipetus (en 1898) era en número de treinticinco hombres, cuarenta y seis mujeres, treinta y ocho muchachos y veintisiete muchachas; entre los Aiwilik, veintiséis hombres, treinticuatro mujeres, veintisiete muchachos, quince muchachas. Al oeste de la bahía del Hudson, el capitán Comer encontró, en 1902, ciento diecinueve hombres, ciento veintitrés mujeres, ciento treinta y ocho muchachos y setenta muchachas entre los Netchilik; y cuarenta y seis hombres, cincuenta y ocho mujeres, cuarenta y un muchachos y treinta y tres muchachas entre los Samniktumiut. Esas cifras indican que, en todos esos casos, salvo en el primer poblado señalado por Holm, la bigamia misma no puede ser de practica general. En la época de Crantz, un groenlandés sobre veinte a penas poseía dos mujeres; el capitán Holm jamás vio que hubo tres y hasta un Aiwilik particularmente influyente se contentaba con dos esposas solamente. En resumen, hasta entre los esquimales, que constituyen un caso a fortiori, la monogamia es prácticamente de regla, aunque la poligamia sea permitida; y la unión con más de dos mujeres es sin ninguna duda excepcional. Es cierto que África se mencionó ejemplos de una extraordinaria multiplicidad de esposas. Aun si se hace abstracción de anomalías como las de la corte del Dahomey donde todas las Amazonas son consideradas ficticiamente como las esposas del rey, encontramos casos bien netos de hombres que poseen cinco, diez, veinte y hasta sesenta mujeres y eso bastante frecuente, al menos en lo que concierne lo primero de esas cifras. Los esposos Routledge han encontrado la monogamia “totalmente corriente”; era común tener dos o tres mujeres y, en los ricos, seis o siete. Está claro que incluso la poliginia como moderada por los poderosos y los ricos sería muy difícil á muchos jóvenes para conseguir una esposa. Pero las dificultades derivadas de esta situación son mitigadas por dos eventualidades. Primeramente, se puede recibir una mujer en herencia a través de los métodos ortodoxos levirato o de otro tipo. En segundo lugar, corrientemente se tiene tendencia a cerrar los ojos sobre lo que podría llamarse irregularidades pre-matrimoniales en los jóvenes. Un Thonga es así en medida de satisfacer su deseo sexual antes que su relación haya amasado la suma necesaria a la compra de una esposa legítima. Los ejemplos africanos nos muestran que a la limitación biológica de la poligamia vienen a agregarse restricciones impuestas por las condiciones económicas. Los Kirghiz, aunque convertidos al Islam, no pueden, en regla general, ofrecerse una segunda mujer y es raro que ellos hagan uso de ese privilegio, a menos que la primera esposa no sea estéril. Igual para la gran mayoría de los Kai, la bigamia es impracticable, aunque permisiva, y solo los jefes la observan. Algunos pueblos practican lo que se llama la residencia patrilocal, esto es, que el marido se establece donde los padres de su mujer. A menos que el sororato no sea a favor, la alianza con una segunda mujer depende así de la autorización de los padres de la primera. Así los Zuñi y los Hopi, que prácticamente la residencia patrilocal pero no el sororato, son estrictamente monógamos. No podemos decir que esta medida excluye absolutamente la poligamia, pero sin duda tiende a limitar severamente. Los Youkghir de la Siberia septentrional señalan los casos donde un hombre vive parte del año como hijo de la familia, y el resto del tiempo, en otra casa, en calidad de hijo; Sin embargo la monogamia era la forma de matrimonio predominante. Si se quiere comprender la psicología de la poliginia primitiva, primero tenemos que eliminar los prejuicios convencionales a este respecto. La poligamia no es en absoluto una indicación de la inferioridad femenina y no se percibe como una degradación para el interesado. El marido puede determinar á tomar una segunda esposa, que no se rige por una libido excesivo, sino más bien a causa de una expresada por su primera esposa deseo de descargar en otra parte de la atención de la familia. ¿Por qué soy yo que debo hacer todo el trabajo? ¿Por qué no compras otra mujer? se queja la esposa Kikuyu. En el mismo espíritu, la mujer Chukchi puede pedir con insistencia a su marido que le procure una colaboradora suplementaria. Entre los Kai, en efecto, es tan fácil de satisfacer sus necesidades sexuales por el adulterio que, en el matrimonio legal con una segunda mujer, el motivo sexual es inexistente. Se puede decir que en general son los factores económicos que son los más poderosos. Entre los Thonga, solo las personas afortunadas pueden comprar varias mujeres, pero esa inversión de capitales es una contribución significativa, el trabajo de las mujeres no solamente subviene a las necesidades del marido, sino aun le permiten mantener generosamente los amigos y agrandar su prestigio social. En ese sentido, la poligamia se vuelve una marca de distinción. En un medio diferente, sobre el Mackenzie al norte del Canadá, los Athapaskan hacían efectuar los transportes por sus mujeres y el jefe Matonabbee tenía hasta siete u ocho de esas esposas-esclavas. Otro motivo que puede determinar un hombre a tomar mujeres adicionales es el deseo universal de procreación. Cuando la primera esposa es estéril, es de práctica corriente que el marido tome una segunda mujer con la esperanza de que ella le dará hijos. El factor sexual puro y simple no debe naturalmente ser descartado tampoco, pero todo tiende a probar que su influencia sobre el desarrollo de la poliginia es débil. Entre los renos á Koriak, Jochelson encontró que 6% solamente de los hombres tenían dos o varias mujeres, uno solo tenía tres. En ese último caso, la primera mujer de hecho había tenido hijos, pero la enfermedad la había desfigurado y la segunda quedó estéril. En algunos de los otros casos, se recurrió a la poligamia a causa de la esterilidad de la primera mujer; en otros aun, la segunda mujer había sido recibida en herencia según el levirato y era considerada como demasiado vieja. Queda por ver las relaciones entre las diferentes mujeres en una familia poliginia. En África su número es frecuentemente considerable, cada una ocupa de ordinario con sus hijos una cabaña separada y a su casa independiente. El Thonga dispone las cabañas de sus esposas en arco de círculo y su ideal es de tener bastantes mujeres para cerrar el círculo alrededor de su habitación. Junod, quizás por prejuicio de misionero, pinta un cuadro sombrío de las escaramuzas domesticas entre mujeres, pero nada de tal ha sido observado por los esposos Routledge en África oriental donde, asi como ellos lo hacen observar, la separación de las mujeres en cabañas independientes contribuye a mantener la paz y “recuerda un villorrio dirigido por un solo jefe”. No hace falta decir que se espera que se reúna todos los casos esporádicos de celos, pero, cuando es sobre la demanda de la primera mujer que el marido toma una segunda, se reduce este peligro. El sororato puede tener el mismo resultado; los Hidatsa, al menos, estiman que, casadas con un solo hombre, las hermanas son menos susceptibles de quejarse que otras mujeres. Entre los Koriak y los Tchoukteche, por lo general se encontró la armonía en los matrimonios poliginias con esto y eso casos de malos caracteres, lo que debe representar el estado normal de esta institución. Un factor importante contribuye sin duda a hacer nacer el acuerdo, es la superioridad universalmente reconocida de la primera mujer. Así, en las tribus siberianas que hemos citado, la segunda esposa es en todos los aspectos la sirvienta de la primera. La misma situación se encuentra entre los Kai de la Nueva Guinea donde la primera mujer manda las otras a buscar agua y la leña y las obliga preparar las comidas para los invitados. Se señalan condiciones análogas entre los Massai; aquí también la primera mujer vigila las otras, tiene a su disposición una más grande parte del ganado del marido y se distingue de las siguientes el número y el valor de los regalos recibidos. Un estudio cuidadoso de la realidad nos conduce a toda otra opinión de la poliginia que aquella que nos daban de esta institución los prejuicios modernos. Sin embargo es un hecho que importa recordar aun una vez: mientras que la mayoría probablemente de las tribus primitivas permite la poligamia, las condiciones biológicas y, en cierta medida, sociales, impiden la mayoría de los hombres de hacer uso de sus prerrogativas teóricas. Por lo menos, aquellos no son hipócritas.

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