La oposición política-mediática y la lectura corporal-facial
Si Joaquín Balaguer resistió-enfrentó una radical oposición política-ideológica -justificada, en parte, por la semi-dictadura que, a sangre y fuego ensambló (1966-78)-, Leonel Fernández; en cambio, ha inspirado, sin proponérselo y por haber encarnado el relevo de los grandes liderazgos nacionales post-dictadura trujillista (Bosch, Balaguer, Peña-Gómez), una escuela política-mediática de la fijación y la amargura cuyos componentes básicos son: el odio, la calumnia y el solo ver en él –en Leonel- el código Trujillo-Balaguer.
Y como si fuera poco, a esa fijación –de periodistas, sociólogos, politólogos, poetas y astrólogos- ahora se suma una nueva disciplina (una suerte de alquimia-ciencia rara que pretende auscultar en la lectura corporal-facial de Leonel Fernández para recordar que el “…león sólo es rey en la selva” o, en la misma línea política-temática, “¿…Y quién es el león”? ).
No obstante, ambos –el inefable periodista y el vate frustrado- saben, en lo más hondo de sus derrotas política-electorales, donde es que el león –y el PLD- le ha dado en la madre…
Y es lógico que esa oposición política-mediática se mueva al campo de la psicología y la especulación, sobre todo, si sabemos que antes – y sobre todo, el vate- fracasó al querer articular –en el 2012- una Primavera Árabe de insultos, soeces y juicios populares (contra Leonel Fernández); una estrategia política-electoral a los fines de dividir al PLD; una rabiosa y bien afinada estrategia política-mediática de ensalzar-comparar a Danilo Medina y a Leonel Fernández con el objetivo-saña de denostar al segundo (obviando y descuidando –como lo hicieron- una recurrencia histórica-política: la reelección); y finalmente, ante su candidato insulso que no arranca, apelan, ahora, y como tantas veces, a la referida quiromancia corporal-facial para leer a un líder que ha sabido, quizás como ningún otro, transmutar y asimilar los procesos políticos al margen de errores y momentos de turbulencias (pero, ¿qué líder escapa a ello?).
Sin embargo, lo sustancioso y definitorio, en el PLD, ha sido –y ningún sociólogo-politólogo lo ha registrado- el que ese partido tiene varios méritos políticos-históricos indiscutibles: a) rompió con el bipartidismo político-electoral PRSC-PRD (1966-1990); b) hizo la transición-relevo de su líder-fundador en vida, sin traumas ni sisma definitorio (y aún más: conserva en sus filas a una cantera de liderazgos emergentes); c) que con Leonel Fernández hizo el relevo de los grandes líderes nacionales; y d) que, en una suerte de relevo en el poder, tiene a dos líderes –de diferentes estilos de gobernar y de ensayar la actividad política- que se han relevado las simpatías nacionales y que han trascendido –por su talento, obra de gobierno y temple democrático- en el espectro internacional.
¿De quién ha sido la culpa, pues?
Y algo más histórico-estructural, que tampoco se ha estudiado ni examinado en su justa dimensión sociopolítica-histórica: ¿qué fue lo que el PLD heredó como país en el 1996?
En mi opinión, un feudo-colmado país que Balaguer mantuvo aislado -1966-78-1986-96- y estacionado en el contexto nacional de una retahíla de actores políticos-fácticos corrompidos y en loca glotonería de acumulación rápida de riqueza.
Ese aspecto, el de la corrupción pública y privada, sumada ahora a la inseguridad ciudadana, es el mayor reto que enfrenta nuestra frágil democracia.
Pero no es verdad que, con “hacedores de opinión pública” de vieja factura fáctica, con periodistas dirigentes políticos disfrazados de vacua “objetividad periodística”, “sociedad civil” financiada por agencias extranjeras, y políticos corruptos queriendo pontificar sobre clientelismo (su modus operandi predilecto), nepotismo, democracia y ética pública, vamos a superar semejante falencia historia. ¡Eso es mentira!
Se hace necesario, para lograr esos supremos e impostergables objetivos institucionales, aunar esfuerzos –desde los partidos políticos y sus liderazgos emergentes (¡no corrompido!), la opinión pública –ética y responsable- y los actores de la “sociedad civil” (no financiados por agencias extranjeras)- para exigir y demandar la transformación urgente de todo el andamiaje político-jurídico en que nuestro actual “sistema de partido” se legaliza, sustenta y perpetua (empezando –ipso facto- por la aprobación y promulgación de la Ley de partido y la reforma a la ley electoral), pues no hay fórmula mágica para desterrar tantas malas prácticas políticas e “institucionales” que haga posible el adecentamiento de la actividad política, del ejercicio del poder y, al mismo tiempo, tabla rasa de la maldita cultura del nepotismo, del amiguismo, del hacer pertenencia de los puestos públicos (incluso, de las instancias jerárquicas de los partidos políticos) y, sobre todo, del no sabernos jubilar a tiempo.
Por todo ello, es más trascendente y cívico –creo yo-, empujar y presionar para conjurar esas falencias históricas-estructurales que estar leyendo la taza y descodificando el estado de ánimo corporal-gestual de un determinado líder político que, por más saña y encono que le genere a cierto interés político-mediático (con su imperdonable rabiza generacional-electoral), hace rato que se les fue para la historia.
O más triste aún –y como sucede-, querer disipar una derrota política-electoral –anticipada (la del PRM)- alimentando fantasmas.