Nostalgia y sueño americano marcan la Navidad de migrantes en México
Dora Elena Cortés
Tijuana (México), 24 dic (EFEUSA).- En la frontera de México con Estados Unidos, a más de 4.000 kilómetros de su hogar, la nostalgia invade más que nunca a Miguel Martínez y a Keyri Valeria, dos migrantes de El Salvador que añoran familia, amigos y comunidad.
Aunque provienen de sitios donde la pobreza se ha encargado de marcar la desigualdad, ambos recuerdan los días previos a la Nochebuena, cuando no obstante sus bajos recursos se les ingeniaban para disfrutar de una rica cena con sus familiares.
Hace dos meses, Miguel y Keyri se unieron a la Caravana Migrante, conformada en su mayoría por hondureños, guatemaltecos y en menor número salvadoreños y con varias semanas estacionados en Tijuana, esta navidad será muy diferente para ellos.
Ambos conviven en refugio el «Barretal», en Tijuana, con unos 2.000 inmigrantes más.
En estas semanas Miguel y Keyri han vivido de todo un poco: Largas caminatas, largas charlas sobre qué harán cuando lleguen a los Estados Unidos y su anhelo por vivir el «sueño americano».
En el trayecto recibieron golpes, insultos, rechazo y odio. No obstante reconocen que son minoría los mexicanos que los han tratado mal, porque muchos más han sido amables y generosos.
Los sentimientos son encontrados. La nostalgia les pega doble. Abandonaron tierra, familia y lo poco que tenían, pero «estamos contentos porque está cerca el objetivo que es Estados Unidos», afirma Miguel con ese acento particular centroamericano.
«Estamos felices, hemos estado con mucha gente durante más de dos meses, ya nos conocemos mucho, nos cuidamos y tenemos pensando para el 24 armar un buen panchangón», expresa rodeado por compañeros en el «Barretal» donde están las casas de campaña.
«Tendremos música, porque la música alegra hasta a los ancianos, la comida es lo de menos para esa noche, todo el mundo va a estar contesto», manifiesta Miguel.
Keyri, una adolescente de 16 años, conoció a Miguel en la caravana a la que se unió con su mamá decididas a alcanzar a sus familiares que hace muchos años residen en Los Ángeles, California.
«Estaremos tristes porque no estaremos con nuestros seres queridos, con nuestros padres, con nuestros hermanos, pero por lo contrario estaremos bien porque estamos cerca de cumplir nuestro sueño», agrega Keyri.
Con la voz entrecortada, relata como vivía con sus familiares en su comunidad en El Salvador: «cada quien llevaba un platillo, nunca pueden faltar las pupusas (tortilla de maíz gruesa con comida), cantamos, bailamos», dice.
Para la adolescente el futuro inmediato es incierto. Por las noticias sabe que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha advertido que no cruzarán y que si lo hacen no recibirán asilo político.
También sabe que el Gobierno mexicano ha ofrecido a los miles de inmigrantes centroamericanos el apoyo para que permanezcan el tiempo que sea necesario en territorio mexicano, a fin de que logren el asilo político.
Hoy, Miguel y Keyri disfrutan de su noviazgo, que nació en la caravana. Comparten los mismos sueños y los mismos sentimientos: el amor y la nostalgia por los suyos en El Salvador.
«Nos pega la distancia, pero estamos bien porque tenemos vida y estamos juntos», dice Miguel, al borde de las lágrimas.
Los niños juegan entre los pasillos, las mujeres limpian ropa y acomodan enseres personales. La vida en el refugio parece normal.
Los pequeños se divierten con Santa Claus y un reno; por allá entre dos casas de campaña un arbolito navideño recuerda a los inmigrantes la época del año.
Más allá de la celebración, los migrantes esperan pedir asilo en Estados Unidos y saben que algunos de ellos, desesperados, han decidido cruzar y han sido atrapados por la Patrulla Fronteriza; algunos han resultado lesionados y otros deportados de inmediato.
Este 24 de diciembre, asociaciones civiles solicitaron a través de las redes sociales la donación 2.000 pollos, además de papas, pasta, pan fruta entre otros, a fin de prepararles una cena de navidad a los migrantes. EFEUSA