La libertad de expresión tiene límites

En la presente semana se ha producido una justa sentencia condenatoria de un comunicador, por haber incurrido en un acto de difamación e injuria en contra de la presidenta de la Cámara de Diputados. Este hecho sienta un precedente importante, pues muchos comunicadores y líderes de opinión, debido a la gran influencia que poseemos en los medios, nos sentimos con la libertad de poder destruir la honra y la dignidad de personas o funcionarios públicos, sin tener pruebas ni fundamentos de lo que afirmamos.

La libertad de expresión siempre debe tener límites. Y el límite principal es que usted debe presentar pruebas concretas e irrefutables de las cosas que afirma. Un comunicador no es un Dios cuya palabra es santa y sinónimo de verdad absoluta. Un comunicador, un periodista o un hacedor de opinión debe estar claro que sus derechos como analista o comentarista, terminan justo en el momento en que empiezan los derechos de las personas a las que él critica, analiza o menciona.

Existen ciertos comunicadores que se creen con licencia de difamar. Usan y abusan de su poder e influencia en los medios para hacer daño, para herir y maltratar personas, para difamar y burlarse de personas o funcionarios que ellos entienden no le responden a sus requerimiento o necesidades. Y eso no es usar de manera correcta la libertad de expresión. Eso es abusar y manipular de la libertad de expresión para beneficiarse personalmente y dañar la imagen de los demás.

La Biblia establece que cada quien va a cosechar lo que siembra. Por eso es que quienes ejercemos el digno oficio de la comunicación debemos saber medir el alcance de nuestras palabras y usarla para bien y para edificar, no para mal ni para denigrar o difamar. Nuestras palabras son armas poderosas que pueden dañar reputaciones de personas honorables y serias, si no sabemos ponerle límites a nuestras expresiones. Cuando vayamos a criticar a un funcionario o personalidad pública, pensemos que ellos tienen hijos e hijas, familias, igual como tenemos nosotros y que no nos gustaría que fueran lastimadas.

Es por todo lo anterior que expreso mi apoyo irrestricto a la amiga y hermana  Lucía Medina, presidenta de la Cámara de Diputados, por haber ido a buscar justicia en los tribunales ante una burda difamación en su contra y por haber logrado que al comunicador que la difamó, le condenaran a pagar 7 millones de pesos como indemnización por su delito.

Asimismo, expresó mi total apoyo al licenciado José Ramón Peralta, Ministro Administrativo de la Presidencia, quien tiene sometido a la justicia a un dirigente de la oposición que abusando de la libertad de expresión, formuló acusaciones difamatorias e injuriosas contra su persona. Todos tenemos derecho a criticar el accionar de los funcionarios públicos, pero nadie tiene derecho a enlodar la reputación y la dignidad de los funcionarios, ni hacer acusaciones difamatorias contra ellos. Hay que estar bien claros de que la libertad de expresión tiene límites muy claros y precisos, y los que se exceden están expuestos a pagar el precio de esos excesos.

Esta condena contra el comunicador que difamó a Lucía Medina y la demanda que enfrenta el dirigente político por haber acusado al Ministro Peralta de supuestamente dirigir una mafia, son espejos muy claros que nos deben servir para ver como no se debe ejercer la libertad de expresión.  Siempre debemos desarrollar nuestro trabajo de comunicación con respeto, con justicia, con amor, con dignidad, tratando de construir no de destruir y ser
euricabral07@gmail.com

JPM
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