La historia de Juana (2 de 3)
En el artículo de una serie de tres que precede a éste, dije que, a Juana, a la que con naturalidad llamaba por su nombre y sólo le decía mamá cuando me iba a la cama, realmente no la conocí a cabalidad. Y creo que tengo sobradas razones.
Al correr de las décadas fue que vine a reparar sobre la causas de algunos de sus consejos y advertencias. “Dios te libre que te encuentre pidiéndole dinero a los marinos norteamericanos”; “Eso de que amarre su gallina que yo tengo mi gallo suelto, es un abuso contra la mujer”. Estas son algunas de las expresiones célebres de Juana, que todavía recuerdo.
“Tu papá es un hombre muy serio; tú no puedes salir un delincuente”, advertía. Pero además, me aconsejaba que no debía discriminar a nadie, ni robarle los dulces o frutos que vendían algunos muchachos por la calle, y mucho menos tomar algo y no pagar, como hacían otros.
Apenas con un octavo grado solía hasta revisar mis notas del bachillerato y la UASD. Cuando algunos de mis amigos me visitaban y conversábamos amenamente; en ocasiones, ella intervenía para advertir que tal o cual frase, “no se pronuncia de ese modo”. Por su aceptable dicción, algunos entendían que era profesional o una mujer muy culta; suficientemente ilustrada.
Juana tenía unos principios y convicciones que no eran comunes en una doméstica proveniente del interior de República Dominicana. Fue en ocasión de que alguien le contó que estuve bailando twist en un colmado localizado en la esquina formada por la avenida Vicente Noble y la calle Ravelo en el sub-barrio denominado Borojol, cuando me amonestó por recibir dinero como paga.
Bailaba la música que colocaban los marines estadounidenses en una vellonera. Estos me premiaron con algunas monedas. Sin embargo, fue al pasar los años cuando pude discernir en que Juana no se molestó por la simple gratificación a un bailarín aficionado.
Lo cierto es, que Juana era revolucionaria y antiimperialista. Luego de tener alguna ilustración fue que me vine a dar cuenta sobre el rol- en otros tiempos- de Sánchez, Samaná, de donde era oriunda.
En Sánchez había un próspero puerto, y en el siglo XlX y a principios del pasado, fue cuna de guerreros revolucionarios, sindicalistas y otras personalidades que incidían en las turbulentas actividades políticas de República Dominicana de la época.
Al margen de esas características, pertenecía a la familia De León. En esa ascendencia había numerosos miembros que tenían “guataca”, como dicen los músicos a los que tienen oído y talento para la música. Recuerdo que tenía una exquisitez musical envidiable. Me hablaba de tangos, boleros y otras melodías y ritmos regionales.
Incluso, cuando yo solía entonar una canción en la sala, acompañado de cualquier amigo guitarrista, se atrevía a señalarme cuando desafinaba. Estando conscientes de que ella tenía razón, manifestaban su asombro y preguntaban sobre el por qué sabía de tonos. Un tanto confundido y turbado les respondía parcamente, que ella tenía “mucho oído”.
Evidentemente, aunque no lo haya explotado heredaba esa condición de sus familiares que, según se dice, eran judíos sefardíes que llegaron a Sánchez, y de allí se desplazaron hacia a otros lugares como Nagua, Sabana de la Mar y Miches y por todo ese litoral del noreste. Algunos cruzaron hacía San Pedro de Macorís, La Romana y otras comunidades.
jpm
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