La fijación y el asalto…

Cantinflas y el personaje que lo encarnó, no han muerto. Para ello (para haber muerto), habría que decretar la muerte, también, del teatro, la comedia y de la política. Lo digo, porque ante mis ojos -y a diario- lo veo actuar, no como crítica y sátira (que genialmente hizo sobre la sociedad, el poder, los políticos y la falsa moral pública), sino, como caricatura mal hecha y sombra en corte de bufones y hambrientos de “cheles”.
 
Pero, ¿qué es una fijación? Una fijación es tener la vista y la ambición puesta en algo de algún valor natural, supremo u enfermizo: como por ejemplo, en una mujer, en una meta, en un empleo, o en algo mas rudimentario y artesanal: un colmado (porque hay gente que gusta de bregar con sellos, libretas de apuntes y rascarse la panza, luego, existen y respiran). Y así, nadie les conoce otro oficio que no sea el de vago y usurpador.
 
Ahora, ¿qué es un asalto? Además de la definición clásica, me inclino por creer que, un asalto, también, es, una cadena de mentiras, o el hecho singular de vivir planificando y maquinando los mil modos de cómo volver a entrar a aquel lugar del que nos expulsaron por guapetones y creernos eternos. Y casi siempre, en la fijación de tal regreso-asalto, no falta un obtuso de lugarteniente.
                                                             
Sin embargo, fijación y asalto son dos ingredientes indispensables para presentar e imponer una situación de hecho y sin apelación. Basta, solamente, que alguien -algún pendejo- lo dé por hecho y lo certifique acabando de llegar. Ese, el que acepta una situación forzada y pre-condicionada, además de pendejo, es un flojo.
 
No obstante, toda empresa u aventura (por más loca y descabellada que sea), necesita, siempre, de peones alegres y dispuestos a ganarse tres cheles. Estos últimos, son los que dan la cara, entretienen y tratan de vender pueriles estratagemas de patio y callejones. Pero, en su inteligencia cretina, no descubren que a nadie distraen por más hábiles que sean sonriendo y haciendo de mercenarios baratos.
 
Además, estos últimos, por lo general, subestiman al camajan que cuando dice –como el refrán- que la yegua es blanca o negra, es, porque tiene los pelos. Vaya ironía risible.
 
Finalmente, nos demos más vueltas y resolvámoslo así: una fijación es cualquier alteración del juicio por causa de una falsa creencia (por ejemplo, un invento como blandir -cual sable- un título falso. Al respecto, conozco uno que solo concibe un oficio); en cambio, un asalto es algo más sencillo y elemental: es verle la cara a otro de pendejo, y encima, ponerlo a firmar la delegación absoluta y sumaria de su autoridad. 
 
En conclusión: semejante pendejo, no tiene nombre. O mejor dicho, que, en semejante caso, el nombre sería lo de menos. Ya veremos…
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