La doble moral de los gobernantes sobre el desarrollo agropecuario

Los pequeños productores agropecuarios atraviesan por una difícil situación de la que no podrán salir a no ser que los políticos en el poder modifiquen su concepción del desarrollo de dejar que en este mar neoliberal el pez más grande se coma al más chiquito.

Desde finales del gobierno de Jorge Blanco y hasta la fecha, la política para en el sector agropecuario ha consistido en mucho discurso, poca inversión, y algo de engaño.

Su expresión concreta, real, innegable, la vemos en la no reparación de los caminos vecinales porque no hay equipos pesados en ninguna institución del Estado; en la drástica reducción de la asistencia técnica a los pequeños y medianos productores porque no hay recursos ni los agrónomos tienen condiciones ni motivación para ir a los campos; en cerrar los ojos, los oídos y la boca frente a las alzas sistemáticas de los precios de los insumos agropecuarios.

En nuestro caso específico, la Región enriquillo, no existen las maquinarias en la cantidad y en las condiciones requeridas para poder brindar un servicio a los pequeños productores ni siquiera de mediana calidad. Las pocas existentes con frecuencia están rotas, y disponen solamente de rastras para darle al suelo todos los pases recomendados, ya que no hay arado, un implemento indispensable en una adecuada roturación del suelo.

Esta inadecuada preparación del suelo afecta indudablemente la productividad del cultivo. No hay probabilidad de una buena cosecha sin una correcta preparación del suelo, semillas de calidad, y adecuadas labores culturales, como control de maleza, fertilización, control de plagas y enfermedades, y otros.

Y nada de ello es posible en las actuales circunstancias de gobiernos neoliberales y corruptos, plegados a los intereses del gran capital monopolista internacional, que en alianza de mutuo beneficio han distorsionado el aparato productivo nacional para que nos convirtamos en brindadores de servicios como turismo, Zonas Francas, servicios financieros, inmobiliaria y otros afines, y así tengamos que importar de los grandes países del Norte la mayoría de las cosas que consumimos.

Además, la poca inversión en el sector agropecuario se debe a que sus prioridades son las grandes construcciones que ellos mismos diseñan, ejecutan y supervisan a través de un intrincado conjunto de instituciones y empresas privadas de las que ni la mejor comadrona del país sabría cortar el cordón umbilical que las une.

A todo esto se le suma el aumento progresivo del costo de producción de cualquier cultivo por las alzas constantes de los insumos agrícolas, mientras que los precios de venta se han mantenido más o menos iguales en los últimos diez años.

A finales del 2000 un saco de abono 15.15.15 costa entre 205 y 210.00, y para estos días cuestas alrededor de 1,500.00; un fungicida marca Dhitane costaba entre 205.00 y 220.00, y ahora cuesta cerca de 500.00; un kilo de abono foliar costaba entre 125 y 140 pesos, y ahora cuesta entre 400 y 450 pesos; un flete de un camión costaba unos 2,000.00 pesos, y ahora cuesta 8,000 y 8,500 pesos; y el precio de todas las semillas se han multiplicado entre 4 y 5 veces.

Sin embargo, los precios de los vegetales en el mercado de la Duarte, en la capital, se han mantenido, asombrosamente, más o menos iguales a los de hace 10 años.

En el 2000 el saco de ají cubanela de primera se vendió precios variables según el mes, que fue de entre 300 a 375 pesos. Y a mediados de este año se llegó a vender ají hibrido tipo cubanela hasta 200 pesos, aunque ha venido subiendo progresivamente hasta llegar a los 800, y a veces algo más.

Y el panorama el sector agropecuario seguirá siendo incierto mientras continúe la práctica de 30 años de mucho discurso, poca inversión, y algo de engaño.

En el gobierno que encabezó el extinto Don Antonio Guzmán Fernández se realizó una extraordinaria gestión agropecuaria que parecía más bien ser parte de un proyecto revolucionario que de un gobierno burgués tradicional como lo fue.

Se profundizó la investigación agropecuaria que había iniciado el Dr. Balaguer, se introdujeron especies animales para mejorar las criollas (oveja barriga negra, chiva de raza Nubia pollitas ponedoras, y otras), se mejoraron los caminos vecinales, se capacitó a los productores en temas propios de sus cultivos, en organización y gestión empresarial, y, algo nunca visto, se implementó una gestión descentralizada que convirtió a las Direcciones Regionales en reales gestoras del desarrollo agropecuario donde hubo escasos actos de corrupción, y muy poca politiquería.

Todas las Direcciones Regionales tenían para entonces equipos y maquinarias agrícolas nuevos en cierta cantidad, además de un gredar para darle mantenimiento a los caminos vecinales.  Así mismo, había un Agente de Área en cada comunidad agrícola con los conocimientos mínimos para asesorar a los productores en sus necesidades.

Y sobre todo, tenían una motivación que rayaba en el fanatismo, generada por un entorno donde a Don Antonio Guzmán le llamaban el Presidente Agricultor, un Secretario de Agricultura que se aparecía a las 7 de la mañana en el campo más remoto, y Directores Regionales que habían sido seleccionados por su capacidad y compromiso con el sector, y no por ser del partido de gobierno.

El personal técnico y administrativo estaba muy motivado, aunque reamente las condiciones laborales y salariales no eran tan atractivas. Ayudaba enormemente la baja inflación existente en esa época, donde la máxima cotización del dólar fue de 1.20 al finalizar el gobierno en 1982.

Era tanta la mística y el compromiso con el sector y el bienestar del agricultor, que un Agente de Área en Duvergé se sabía de memoria el nombre, el apellido y el apodo de todos los productores de su territorio, y a varios les sabía el número de la cédula. ¡Estaba eso el compañerito! Pero la dicha dura poco en casa de pobre.

Llegó el gobierno de Jorge Blanco, que al principio fue bueno para el sector, pero a mitad de camino se comprometió con FMI, y ya sabemos lo que pasó después de aquella Semana Santa. Y después… El gobierno sin rumbo de los 10 años de Balaguer, el neoliberalismo del PLD, lo que todos sabemos de Hipólito Mejía, luego la continuidad del neoliberalismo ahora con más fuerza, y finalmente, lo que nunca se había hech El Presidente de la República con un cheque por aquí para una asociación, otro cheque por allá para otra, pero las instituciones del sector no funcionan, la Presa de Monte Grande paralizada, y la esperanza del Sur, oh Sur de mis amores, marchitada.

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