La corrupción y el ciclo histórico de los partidos
Por ELADIO CAPELLÁN BATISTA
Es una verdad incuestionable que todo en la vida está sujeto a desaparecer por el paso inexorable del tiempo; implacable juez que condena a la extinción física a la totalidad de lo que existe, sin importar su estructura molecular resistente.
Ante lo implacable del tiempo, las personas y las instituciones están sometidas a sus inapelables designios, a merced de sus veleidosas incertidumbres y destinadas a disminuir su ímpetu e incidencia, en todos los aspectos vitales de su existencia.
Sin embargo, muchas veces, son los individuos o las entidades las que aceleran el proceso de sus caídas, al introducir en sus cuerpos, elementos corrosivos y oxidantes que destruyen sus órganos o valores esenciales.
En el plano político, muchos son los partidos, en la esfera mundial que, por el paso del tiempo y el cansancio de la población, han cumplido su ciclo histórico, dejando de ser opciones reales de poder, cambio y renovación.
Otras veces, la desaparición de los partidos es producto de la pérdida de los lineamientos originarios de su creación, foco contaminante que engendra la corrupción colectiva de sus miembros.
Al ser infectado el liderazgo, a todos los niveles, con el virus de la corrupción, el partido pierde, ipso facto, legitimidad y autoridad frente al electorado que, alguna vez los concibió apegados a criterios de legalidad y transparencias.
Todos los partidos que han hecho una centrífuga aceleración de sus declives o de su total desaparición, tienen como común denominador el haber pasado por las mieles del poder o haber sido aliados al mismo, siendo sellados por la indeleble mancha de la corrupción.
En Latinoamérica los ejemplos abundan: COPEI, ADECO, PRI, PP, nuestro país no es la excepción, PRD, PRSC, más reciente el PLD, la corrupción ha permeado y destrozado a esperanzadoras y redentoras instituciones y a mesías reencarnados, que al final han decepcionado al pueblo que lo ha catapultado a la presidencia o a la gloria terrenal.
Ahora bien, aunque es indudable que la corrupción es el ejemplo típico de los vergonzosos ocasos acelerados de los partidos, varios factores concatenados a esta, inciden en la degradación de la estima pública de estos otrora instrumentos de luchas, precipitando sus dolorosas caídas, como son:
1) el líder violador de la democracia interna; 2) la desaparición o salida de líder unificador; 3) la falta de espacio del liderazgo joven y de la mujer; 4) La tozudez de una dirigencia rancia, que se resiste al retiro, 5) desconexión de la dirigencia con la sociedad; 6) El grupismo y rebatiñas internas.
En fin, cuando la corrupción ha arropado a una entidad política, entronizada en su parte medular, con sus líderes desacreditados, el camino de su muerte política es irreversible, muy pronto, habrá de cantársele en cuerpo presente, un réquiem en re menor, por su descanso eterno.
Así de simple.
JPM