La conferencia de Víctor Gómez Bergés

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EL AUTOR es abogado.

Significaría para mí una inconsecuencia si no aprovechara la virtud intelectual del prestigioso hombre de letras y abogado dominicano, José Antinoe Fiallo Billini, autor eminente del ensayo jurídico titulado: «Las palabras de los muertos viven: El sentido de la reforma constitucional en la tradición democrática dominicana» o si no me pusiera la toga sagrada del magistrado ateniense Solón para destacar dignamente la extraordinaria conferencia del magistrado del Tribunal Constitucional y bien querido amigo, doctor Víctor Gómez Bergés, pronunciada en la sede de la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA), en la mil veces gloriosa ciudad de Moca, Provincia Espaillat.

El distinguido magistrado Gómez Bergés, hijo dilecto de las tierras de grandes plantaciones y cuna inigualable donde se merecieron por primera vez hombres y mujeres de estirpe proceras y otros no menos ilustres que cultivaron con su pluma y su talento el difícil universo de las letras y de la poesía, como fueron los poetas don Alberto Peña Lebrón, que siendo éste de origen puertoplateños, no obstante, su corazón hirvió con pasión en aquel sagrado horno mocano, similar al horno de la siete divisiones celestiales donde se superan todas la ilusiones.

Manuel Valerio, los doctores Julio Jaime Julia y Víctor Lulo Guzmán, Arístides Taveras Guzmán, cariñosamente Titote, brillante en la palabra, ágil con la pluma, a lo Cesar Vallejo y firme en la amistad como la verticalidad de una plomada, Carlito Guzmán Compres, no solo corpulento similar a aquel madrileño, gigante de las letras y Antonio Rosario, como la ejemplar existencia del poeta y orador, Federico Henríquez y Carvajal, entre otros intelectuales, mostró ese dia el honorable magistrado los ribetes plateados de su linaje intelectual y su bien cuidada capacidad para narrar hechos y acontecimientos de la historia mocana y nacional.

Por qué no decir, como lo reseñó el abogado José Antinoe Fiallo Billini en su obra citada anteriormente, verdades constitucionales expuestas sin las sutilezas acostumbradas por quienes adolecen de entereza, cuando se refirió a los Restauradores en su guerra de liberación quienes nos dicen: «Los pueblos, con su sentido interno que todo lo previene, leen en el porvenir con más seguridad que los gobiernos; la mejor política es la del sentimiento; y el más hábil hombre de estado es el que sabe estudiar y prevenir las necesidades y las impresiones de una época y de un pueblo».

Habría que decir, sin duda, que el pueblo mocano ha tenido como baluarte inexpugnable a sus hombres y mujeres y como distintivo el arrojo para preservar los intereses de la nación en momentos en que ésta ha sentido el aguijón maldito de la intriga y el exceso bárbaro de algunos políticos del pasado y del presente.

Todavía retumba en las paredes del poblado de Moca el eco del discurso de protesta pronunciado por Benigno Filomeno de Rojas, presidente de la Asamblea Constituyente, en aquel glorioso 19 de Febrero de 1858, en el cual con voz de oro el prestigioso hombre público declaraba con la solemnidad debida que los «errores que se deben corregir y vacíos que hay que rellenar, para reivindicar los derechos usurpados al pueblo dominicano, ya que «las instituciones que han regido no estaban en armonía con los deseos y necesidades de la nación» ¿Y no es aun así 157 años después de aquel patriótico reclamo?

Como acertadamente reseñara Fiallo Billini en su magnífica obra montado sobre  las frases autenticas de los restauradores, este pueblo cibaeño y mocano ha sabido leer en el porvenir con más seguridad que los gobiernos. Me atrevería decir, a ritmo de sinceridad y sin que lo expresado más adelante pueda ser calificado como una osadía intelectual de mi parte, que el doctor Víctor Gómez Bergés ha trillado con éxitos innegables los difíciles caminos de la política y el derecho, conjugado con funciones públicas señeras que han  puesto al país a brillar como el astro sol sobre los suelos universales.

En su brillante disertación, el magistrado Gómez Bergés, vistiendo con solemnidad la indumentaria de los magistrados, exaltó en Moca, como eminente constitucionalista, casi a lo Marco Tulio Cicerón, quien deslumbró las cortes romanas con su oratoria o ya como Ulpiano, que ofrecía guías para los magistrados imperiales o en último caso, como Charles Luís de Secondat, llamado también muy apropiadamente, Barón de Montesquieu, y quien llegó a ser considerado el padre de la teoría de la división de poderes del Estado que inspiró las Constituciones modernas con su obra catedralicia denominada «El espíritu de las leyes», publicada en 1748.

La Provincia Espaillat y con ella todo el país, tiene en la persona agradable del magistrado Víctor Gómez Berges a otro Juez de estatura colosal en el derecho dominicano quien podría, con su inteligencia jurídica acercarse a un John Marshall, figura muy importante del Tribunal Supremo de los Estados Unidos y quien estableció la vinculación de jueces y legisladores a la Constitución.

Poniéndole alas a mi pensamiento después de leer la conferencia del doctor Víctor Gómez Berges, me animo a decir nuevamente que a este honorable magistrado originario de la Provincia Espaillat y, por qué no, universal, habría en su momento que esculpir su rostro y su grandeza con el barro de estas tierras fértiles e inimitables como uno de sus hijos ilustres, conocido por su galanura y, sobre todo, por su talento, trato afable y proverbial mesura.

Yo puedo hablar de Moca, con los elogios del poeta Peña Lebrón. Estuve viviendo y trabajé en el sistema judicial de aquella generosa ciudad del Viaducto, en cuyas tierras abrevé mis ansias intelectuales juveniles, cultivé amistades con lo más granado de aquella sociedad y bajo el calor recibido me sentí y aun después de santiaguero, me siento mocano.

Recuerdo con imperecedera gratitud mi amistad con los abogados, Luís Manuel Cáceres, padre del héroe del 30 de Mayo, Tutti Cáceres Michel, Artagnan Pérez Méndez, Claudio Isidoro Acosta (Dorito), Magistrados, víctor Lulo Guzmán y Humberto De Lima Meriño, Atilio Guzmán Fernández, Rafa Cáceres, Darío Bencosme, el dentista Hugo Caputto y otros connotados hombres de letras y de ciencias.

Volviendo con infinita complacencia al tema que ocupa este trabajo, debo decir que a pesar de que el apreciado amigo, doctor Víctor Gómez Berges, no había ocupado funciones en el sistema judicial dominicano, siendo él abogado y estudioso del derecho, se me ocurre construir una frase con la cual pretendo justificar su ausencia y su eximia presencia de hoy en el Tribunal Constitucional: El tiempo es un magistrado muy antiguo, que más tarde o más temprano llama a sus mejores hombres de toga a impartir justicia con imparcialidad en los tribunales de la República.

No debo terminar este artículo sin antes felicitar a todos los mocanos, a la Universidad Tecnológica de Santiago (UTESA) por haber acogido en su paraninfo una cátedra de historia ofrecida por el doctor Víctor Gómez Berges, y a los demás insignes magistrados del Tribunal Constitucional exhortarlos a que continúen visitando y dando conferencias en las ciudades del país para que la juventud pueda aquilatar que en los jueces de las Altas Cortes tiene la sociedad las inteligencias jurídicas y los hombres más aptos para impartir justicia con ecuanimidad y responsabilidad. Una frase del poeta latino Horacio sería suficiente para concluir este esfuerzo mío: “La justicia, aunque anda cojeando, rara vez deja de alcanzar al criminal en su carrera”.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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