La carta del Presidente

Con su pedido al Congreso para que una comisión bicameral procure consenso legislativo en torno al  proyecto de Ley de Partidos, el presidente Danilo Medina ha sorprendido a mansos y cimarrones que temían o deseaban que el impasse sobre primarias abiertas o cerradas generara una crisis política de  gran magnitud.

La carta enviada por el mandatario a los titulares del Senado y Cámara de Diputados fue respaldada por el  ex presidente Leonel Fernandez, lo que consolida una voluntad de solución de una divergencia que se originó en el Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

El Presidente admite que ese proyecto con su propuesta de que los partidos  escojan  sus candidatos en primarias abiertas y simultaneas, con el padrón de la JCE,  se caería en la Cámara de Diputados, al   no concitar los votos suficientes para una mayoría calificada que requiere esa legislación.

La propuesta presidencial activa a una imprescindible voluntad dialogante  dentro y fuera del PLD, al tiempo que desactiva planes y proyectos que grupos  políticos y corporativos planeaban activar sobre el mismo escenario de una crisis extendida originada en el tuétano del partido de gobierno.

La Conferencia del Episcopado, el Consejo Nacional de la Empresa Privada y los numerosos rostros de la mentada sociedad civil aceptaron formar parte del problema y no de la solución, por lo que puede decirse  que  la misiva del Presidente  desactivo una bomba de tiempo.

Las crisis políticas no se desatan por voluntad de un individuo o  grupo de presión, sino por  el advenimiento de una crisis  económica combinada con niveles de insatisfacción social, factores que desde trincheras partidarias y oropeles  corporativos fueron erróneamente considerados como factibles o coincidentes.

Líderes y dirigentes que arrastran los pies creyeron  que con la escaramuza en torno a primarias abiertas o cerradas, asociado al incremento de los precios del petróleo y a la censura de Washington por la apertura diplomática con China, estarían dadas las condiciones para una ofensiva política a gran escala similar, quizás, a lo  que ocurre en Nicaragua.

El presidente Medina ni el PLD han perdido, al menos no significativamente, aprecio e incidencia en la población, como lo demuestra la baja expectación provocada por las primarias del PRM y el PRSC, cuyas convenciones  transcurren con más pena que gloria, aunque preciso es advertir el peligro de jugar a la ruleta rusa.

Lo de primaria abierta o cerrada se convirtió en foco de infección en un proyecto de ley que se torna imprescindible para el fortalecimiento de la  democracia política,  aun cuando se admite que  en más de 50 años de bregar democrático, los partidos no  han podido garantizar plenamente el derecho de sus  afiliados a elegir y ser elegidos.

La carta del Presidente se erige como tabla de salvación o punto de partida para la unidad interna del PLD y  en  afectivo antídoto contra una crisis política global que desde hace tiempo añoran grupos y sectores que no aprenden a respirar en democracia.

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