Juan Bosch Gaviño

Cuando el niño Juan Bosch Gaviño fue escogido por sus profesores en su ciudad natal de La Vega para pronunciar el discurso de gracias en nombre y representación de sus compañeros de graduación en el colegio San Sebastián, el país, sin darse cuenta, estaba ante la presencia eminente de una de las figuras más recias y de mayor connotación intelectual y quien más luego recibiría el reconocimiento del mundo culto. El hecho de haber estudiado bajo la orientación del sacerdote italiano Francisco Fantino Falco, perteneciente a la orden de la Caridad, recibió de este maestro, educador y filántropo insigne la fortaleza de su espíritu luchador; así mismo, por los sanos consejos que le brindó el literato dominicano Pedro Henríquez Ureña, cultivó con pasión grandiosa el estudio de la literatura a través de la lectura y del razonamiento científico encontrado en las obras del cuentista y poeta uruguayo Horacio Silvestre Quiroga, quien era seguidor entusiasta del pensamiento modernista del poeta nicaragüense Rubén Darío. Bosch fue también un lector devorador de las obras del poeta, ensayista, periodista y critico literario estadounidense Edgar Alan Poe y del escritor francés Guy de Mauppasant. De Poe, Bosch pudo haber leído cuentos tales como El hombre de la multitud, El escarabajo de oro,El corazón delator, El demonio de la perversidad y La verdad sobre el caso del señor Valdemar, entre otros cuentos no menos grandiosos de Poe. De Mauppasant se podría decir que el joven Bosch debió haber leído con ansias tremenda los cuentos como son Claro de Luna (1883), el cual trata sobre el desprecio a la mujer como sexo; Bola de sebo (1880), La señorita Fifi, Cuento del día y de la noche (1885) y El collar(1884). En este último cuento el autor hace un análisis de la burguesía y sus exageraciones, así como las novela, Pedro y Juan (1888) yFuerte como la muerte (1889),entre otros. Bola de sebo es uno de los cuentos épicos más estupendamente logrado, donde Mauppasant recurre a la técnica de la narrativa lineal, bien ordenada, sin salto en el tiempo. Pienso que de todos los cuentos leídos por el joven Bosch Gaviño, uno, El collar, quizás haya sido el que más fuertemente le marcó políticamente y el que le produjo más tarde un afán increíble por el estudio de los problemas sociales. Fue tan cierta esta idea nuestra que Bosch escribió en 1985 La pequeña burguesía en la historia de la República Dominicana. En esta obra Bosch hace un excelente retrato socio-antropológico y político del comportamiento de la pequeña burguesía en la sociedad dominicana. Lo que habría que analizar en este texto de Bosch sería si en algún momento del proceso de identificación de esta clase Bosch pudo detectar si hubo o no, en el orden político, una deserción que originó alguna deformación de los objetivos históricos que unificaba a la pequeña burguesía para cambiar por otro proyecto ajeno a sus intereses de clase. En un importante trabajo titulado La “traición” de la burguesía latinoamericana, publicado en la revista Globalización, bajo la firma de Diego Tagarelli, éste se formula una interrogante importante: “¿De qué burguesía hablamos cuando pensamos en la burguesía latinoamericana?”. Y, seguidamente señala: “Las clases dominante en América Latina asumen históricamente una conducta dependiente con respecto a los centros mundiales…” Y continua su examen sobre la burguesía en Latinoamérica, coincidiendo con la visión que tenía Bosch bien fundamentada sobre este tema, cuando escribe: “La distribución económica desigual de los países en el capitalismo mundial asigna un carácter estructural dependiente a las clases dominantes en las naciones periféricas”. Apartándome de la reflexión anterior debo decir que entre los cuentos más fascinantes de Bosch están La nochebuena de Encarnación Mendoza; este cuento viene siendo una realidad vivida por la sociedad dominicana en una época del autoritarismo en los ingenios o en la industria cañera en que el terror campeaba por sus fueros tanto en las ciudades como en los campos del país. El otro cuento es La mujer. En este cuento Bosch trae genialmente al presente la contemporaneidad de una dura realidad social sobre los maltratos físicos y mentales contra la mujer. Veamos un fragmento del mismo para que podamos apreciar la grandeza creativa y la asombrosa autenticidad narrativa de Bosch, lo cual revela su superioridad como cronista: El marido le había pegado. Por la única habitación del bohío, caliente como horno, la persiguió, tirándole de los cabellos y machacándole la cabeza a puñetazos. —¡Hija de mala madre! ¡Hija de mala madre! ¡Te voy a matar como a una perra, desvergonzá! —Pero si nadie pasó, Chepe: Nadie pasó —quería ella explicar—. Don Juan no sólo ganó renombre internacional por sus cuentos, además sus novelas, como La mañosa (1935) y El oro y la paz (1975) son reveladores de su técnica novelesca. En La mañosa el autor cuenta la historia de la ruralidad de su lugar de nacimiento, donde aparece Dimas, cuyo personaje nos lleva en esta novela al misticismo de la culebra como símbolo de la muerte. Su aspecto repulsivo se le vincula con las tinieblas y con la tierra. En la historia de las imágenes la culebra es un animal que muda de piel en el período de floración, que reaparece después de un largo frío y de muerte. La serpiente es un animal ambivalente,se le asocia al espíritu de los muertos, a la vez como muerte y resurrección. Cerrándose en círculo representa el símbolo solar, fuente de vida y poder, señor del universo. Bosch fue, sin lugar a dudas, un ensayista de una imaginación prodigiosa; para poder valorar este criterio nuestro sólo bastaría leer su escrito más revelador de su talento como es Judas Iscariote, el calumniado (1939). En esta obra inmensa del venerado escritor vegano, quien alcanzó dimensión universal, don Juan desvela como ningún otro la verdad no teológica, pero de toda manera hace un ejercicio de su ingenio bastante acertado, tratando afanosa y sinceramente de reivindicar al personaje de Judas de aquella supuesta traición revelada a los miembros del Sanedrín, según los escritos neotestamentarios de la fe cristiana. Bosch, sobrepasa en sus juicios exculpatorios de Judas Iscariote, quien fue uno de los apóstoles de Jesús de Nazareth, al formidable intento hecho por otro escritor de gran bagaje intelectual, Jorge Luis Borges, quien escribió un texto denominado Tres versiones de Judas, en el cual quiso presentar tres interpretaciones contradictorias a la acostumbrada de Judas y aún no logró, como Bosch, la exculpación. Como las páginas augustas de este medio no me permiten la licencia de seguir abundando sobre otras obras magistrales de Juan Bosch Gaviño debo decir, en esta conclusión apresurada, que estoy casi seguro de que si La nochebuena de Encarnación Mendoza lo hubiese escrito un literato estadounidense formaría parte de la meca del cine con toda la parafernalia de Hollywood. He preferido seguir la ruta de Bosch el escritor y no transitar el Bosch político, pues con tantos hijos malcriados en ambos partidos, hijos que le faltan el respeto a su padre, sería estéril desvirtuarme del camino asumido, que es el camino correcto y no el de los hijos malcriados.

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