Juan Bosch en defensa de la dignidad nacional

 

 

Nuestra historia desde la colonización, pasando por el nacimiento de la república, y luego, llegando hasta nuestros días, ha sido rica en acontecimientos que han marcado a quienes forman parte de los elementos que la componen. Y, Juan Bosch, ese insigne hijo de la patria, terminó convirtiéndose en uno de los dominicanos más notable e influyente político del siglo pasado.

Su historia, que indefectiblemente, se enmarca dentro de las grandes proezas acometidas por quienes están destinados a ocupar un importante sitial en el pabellón tricolor de la dignidad nacional, deberá ser contada como la de mayor luminosidad y característica nacionalista.

Su legado, compuesto por un conjunto de ideas y acciones, quedará plasmado en la memoria de quienes le conocieron, y será difundido a través del tiempo para que su filosofía de vida permanezca presente en la memoria de las generaciones presentes y futuras, convirtiéndose en la mas noble herramienta de contribución al fortalecimiento y consolidación de nuestra frágil democracia.

Juan Bosch, decía:

“El hombre no puede cumplir su destino en la sociedad, sino convierte sus ideas y sus deseos en hechos, porque sólo los hechos tienen verdadero valor en la vida social”.

Entonces, como parte de ese pensamiento convertido en hechos, debemos decir que el 28 de abril, del año 1963, fue el día que Juan Bosch, inspirado en el sentimiento patriótico de los padres libertadores,  defendió con gallardía, con coraje y gran valor, la soberanía y la dignidad de la nación.

Esa noche, en un discurso difundido por radio y televisión, el entonces presidente de los dominicanos, respondió enérgicamente ante una agresión del gobierno haitiano, dando un ultimátum de 24 horas al tristemente recordado dictador, Joan Claude Duvalier, amenazándolo con enviar a nuestras Fuerzas Armadas, a Puerto Príncipe, y procediendo de inmediato a militarizar la frontera nacional.

El motivo que provocó esa decisión patriótica, surgió como respuesta a una violación por parte del régimen de Duvalier, a la Convención de Viena (Austria), adoptada el 18 de abril, de 1961, sobre relaciones diplomáticas –un tratado internacional que regula las relaciones diplomáticas entre los países, y la inmunidad del personal diplomático–.

En ese entonces, nuestra embajada en Haití, había sido cercada por la policía haitiana, conocida como Tontón Macoute, la cual exigía la entrega de un militar haitiano insurrecto (Teniente François Benoit), que había encabezado una conjura contra el dictador y se presumía que estaba oculto en la embajada.

Ante esa agresión, el presidente Juan Bosch, dio un plazo al gobierno haitiano de 24 horas para el retiro del cerco o de lo contrario, le pondría punto final al incidente usando los medios que estuviesen al alcance del gobierno dominicano, en una alocución difundida por radio y televisión, al pueblo dominicano y al resto del mundo, incluidas las autoridades haitianas.

En su mensaje, juan Bosch, decía:

“El pueblo dominicano sabe ya que la embajada y la cancillería de nuestro país, han sido violadas por la policía haitiana, esa acción es una bofetada en la cara de la República Dominicana, una afrenta que nosotros no estamos dispuestos a pasar por alto”.

“Hemos sufrido con gran paciencia los ultrajes del gobierno haitiano, pero esos ultrajes tienen que terminar ya de manera terminante”, reclamó el mandatario.

Entonces, de inmediato, la respuesta del pueblo fue enérgica, a tono con la gravedad de aquel hecho ominoso.

Ese discurso histórico, la noche del 28 de abril, había estremecido el sentimiento nacional, mostrando a un presidente, decidido a rescatar el honor de la patria –nuevamente mancillado– y siendo enfático al afirmar que si no se resolvía el conflicto por las buenas, lo haría por los medios que tuviera a su alcance, incluyendo una invasión militar.

Y continuaba, Juan Bosch, diciendo:

“El país que no se hace respetar no tiene derecho a llamarse una nación libre, y la República Dominicana, es una nación libre, por la voluntad de sus fundadores y la sangre de los que la mantuvieron libre y soberana. Lo es por la voluntad de su pueblo, y por la decisión del gobierno democrático que ese pueblo eligió el 20 de diciembre del 1962”.

“Haití conspira contra el gobierno dominicano, y le ha faltado el respeto a nuestra nación. Las naciones pequeñas que permiten que esto ocurra, no son dignas de ser naciones, porque lo único que puede mantenernos como país soberano es la decisión de hacernos respetar de los pequeños y los grandes, de los que pretenden abusar de su debilidad y de los que pretendan abusar de su fuerza”.

Y aquel presidente, no solamente se quedó en la retórica, sino que envió aviones de la Fuerza Aérea Dominicana, a sobrevolar Puerto Príncipe, los cuales lanzaron volantes en francés y creóle, dando un plazo de tres horas al dictador haitiano para desalojar nuestra embajada, y en caso de no hacerlo, amenazando con bombardear su palacio de gobierno.

En esencia, durante toda nuestra historia, desde que España, a través del Tratado de Basilea, en el 1795, cedió la colonia de Santo Domingo a Francia, los conflictos en las relaciones con Haití, han existido no por causa de quienes ocupamos este lado de la isla, sino como resultado de un propósito de conquista irracional de quienes nunca les ha interesado la convivencia pacífica entre ambos pueblos.

Ciertamente, desde Toussaint L’Ouverture, pasando por Jean Pierre Boyer, hasta nuestros días, la república dominicana, ha vivido bajo una amenaza constante y las agresiones permanentes a su dignidad.

Recientemente, un caso similar al ocurrido en el 1963, se suscitó en febrero de este año, cuando un grupo de manifestantes haitianos, penetraron a la cede de la embajada dominicana, quemando nuestra bandera y ondeando la de su país, sin que ningún organismo internacional se pronunciara enérgicamente por ese hecho.

En cambio, nuestro pueblo ha sido al extremo tolerante y solidario, y –a excepción de la impronta patriótica de Juan Bosch– nunca ha blandido su espada para lacerar la dignidad de ningún otro pueblo hermano, mucho menos al pueblo haitiano.

Sin embargo, la república dominicana, nuevamente, se ve acosada no solo por las pretensiones de sectores que buscan la aniquilación de nuestra independencia como nación, sino también, por una silente y pacifica invasión de extranjeros, que procura fusionar la isla bajo una misma idiosincrasia e identidad cultural, de raza, y de clase, lo que representa una equivocada e intolerable decisión.

Por lo tanto, nuestra nación, que liberada del yugo extranjero en el 1844, bajo la consigna libertadora de “Dios, patria y Libertad”, y que luego, en el año 1963, fue capaz de hacer valer esa condición histórica, no permitirá bajo ningún concepto o circunstancia que su soberanía sea cuestionada, ni tampoco manipulada por ningún interés particular venga de donde venga.

Óiganlo bien…, la República Dominicana, es independiente, libre y soberana, y así permanecerá.

¡Que vivan, Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez, Ramón Matías Mella y Gregorio Luperón!

¡Que viva Juan Bosch, y todos aquellos que como él, fueron y serán capaces de dar su vida por nuestra nación!

 

Compártelo en tus redes:
ALMOMENTO.NET publica los artículos de opinión sin hacerles correcciones de redacción. Se reserva el derecho de rechazar los que estén mal redactados, con errores de sintaxis o faltas ortográficas.
0 0 votos
Article Rating
Suscribir
Notificar a
guest
3 Comments
Nuevos
Viejos Mas votados
Comentarios en linea
Ver todos los comentarios