Jaime Torres Bodet: paradigma de la educación
Fue a través de los escritos del intelectual y estadista dominicano Joaquín
Balaguer que me percaté sobre la trascendencia literaria y cultural del
escritor y poeta mexicano Jaime Torres Bodet. El autor de la obra «Semblanzas
literarias» (1948) se expresa de manera laudatoria reconociendo en el
escritor el vigor de su pensamiento y su empeño junto con José Vasconcelos en
iniciar una revolución cultural que encantó al mundo en lengua española.
Torres Bodet fue
secretario de Vasconcelos cuando el autor de «Las confesiones de Fray
Calabaza» y de «La raza cósmica» ocupó el puesto de
rector de la Universidad Nacional de México. Con razones sobradas Balaguer
destaca el genio poético del autor de poemas tan profundos como mágicos como
son «El corazón delirante» (1922), «Estrella de día» y
«Rubén Darío». Con este último trabajo obtuvo merecidamente el Premio Mazatlán de Literatura.
Fue tan clamorosa la
grandeza y la trascendencia lograda por este escritor mexicano en el mundo
culto que el también autor del poema «Heredia verbo de la libertad» (1939),
que Joaquín Balaguer le dedicó su libro «Semblanzas literarias». Sin
embargo, a pesar de los elogios dignos que le formula Balaguer éste no pierde
tiempo y coloca de una manera soterrada una crítica que someramente aparece
inadvertida cuando relata que cuando Bodet «abandonó su alto cargo en el
gobierno del presidente Alemán para asumir su nuevo destino como director de la
UNESCO fui de los que abrigaron la esperanza de que su paso por esa agencia de
las Naciones Unidas contribuyera en alguna forma a beneficiar la causa de la
educación en Santo Domingo y en otros países del mundo del subdesarrollo».
Ante este comentario
curvo de Balaguer contra Torres Bodet uno tiene que preguntarse ¿y siendo
Balaguer un funcionario de influencia en el régimen de Trujillo y luego ocupó
el cargo de secretario de Educación, Bellas Artes y Cultos y más tarde
presidente de la República, uno se preguntaría: ¿No debió éste en su momento
sugerir o proponer importantes reformas al sistema de educación dominicano para
remediar con tiempo las deficiencias notorias del sistema de enseñanza en vez
de esperar que Torres Bodet lo hiciera? Hago esta reflexión sobre el
contenido del relato furtivo que le hace Balaguer a Torres Bodet sin ánimo de
lacerar la labor educativa del expresidente dominicano.
Cuando en 1943 le
correspondió ser secretario de Educación Pública en el gobierno del presidente
Manuel Ávila Camacho, Jaime Torres Bodet se empleó con firmeza y sin tregua en
sacar su pueblo del analfabetismo y de la incultura. Creó, como deben hacer los
hombres cuando la circunstancia le ofrece la oportunidad de servirle a su
pueblo, el Instituto de Capacitación del Magisterio, en el que se preparaba a
los profesores de primaria no titulados. Organizó, además, la Comisión
Revisora de Planes y Programas. Inició la Biblioteca Enciclopédica Popular, que
publicó más de cien títulos y dirigió el valioso compendio «México y la
cultura» (1946), según mis propias investigaciones sobre la obra educativa del
distinguido hombre de letras mexicano.
Fue tan valiosa e
infatigable la labor educativa del Torres Bodet que para que la construcción de
escuela tuviera un ritmo y una administración efectiva y sin demoras
innecesarias fundó el Comité de Administración del Programa Federal de
Construcciones Escolares (CAPFCE), la Escuela Normal Superior y el
Conservatorio Nacional en la ciudad de México.
Produjo una reforma
importantísima del artículo tercero constitucional que suprimió la educación
socialista establecida durante el gobierno de Lázaro Cárdenas del Río
(1934-1940), otorgándole con esas correcciones compactibilidad a la educación
de su país.
Fue miembro de la
Academia de la Lengua de México. Además, recibió un doctorado honoris causa de
la Universidad de Nuevo México. Su obra literaria fue abundante y de naturaleza
insuperable.
Por esa grandiosa
labor realizada por el también secretario de Relaciones Exteriores de México y
luego director general de la UNESCO (1948-1952) sus restos mortales descansan
hoy tranquilos e imperturbable en la rotonda de las personas ilustres de
México. Cuando los que han llegado a ser secretarios o ministros de Educación
de la República Dominicana, salvo contadas excepciones, sean llamados a merecer
que a sus restos se les ofrezca una misa de cuerpo presente en el Palacio de
Bellas Artes o vayan algún día a ser sepultados en algún lugar egregio sólo
recibirán como laurel los esputos de este pueblo. Entre esas excepciones habría
que contar a Jorge Tena Reyes, a Ramón Emilio Jiménez y, en menor medida, a
doña Milagros Ortiz Bosch, quienes trabajaron con presupuestos controlados por
el Ejecutivo y con recursos económicos reducidísimos.
Era tan celebrada la
personalidad de Torres Bodet y su tenacidad como educador fue tan evidente que
el presidente Adolfo López Mateos se vio precisado a llamarle de su retiro para
que se hiciera cargo de la Secretaría de Educación Pública y fue precisamente
en esta nueva oportunidad que elaboró y puso en marcha en su país un Plan de
Once Años para la Extensión y Mejoramiento de la Enseñanza Primaria, en su afán
de tratar real y efectivamente de satisfacer la demanda de educación primaria.
He querido reseñar en
este trabajo la labor educativa de Jaime Torres Bodet a manera de exponer lo
que significa verdaderamente una hoja de servicio en el sector educativo de un
país. Torres Bodet no solamente fue entusiasta y apasionado con su trabajo al
frente de la secretaría de Educación de México, sino que también lo fue en
mayor grado al fundar la Comisión Nacional de Libros de Textos Gratuitos.
Otro aspecto que
valdría la pena referirme a favor del eminente escritor mexicano, que habla
bien de su sinceridad con su pueblo y consigo mismo, es que al momento de
entregar los primeros libros de textos lo hizo con las siguientes frases:
«Estos son un regalo del pueblo de México para el pueblo de México». En la
República Dominicana en momento como ese el ministro de Educación está obligado
por asunto de política a decir algo así com «Estos libros se los regala el
Presidente como un ejemplo de su sacrificio personal por la educación de su
pueblo. Todos tenemos que agradecerle al mandatario este gesto magnánimo». Así
terminaría expresando un funcionario dominicano alabardero.
Jaime Torres Bodet fue
un hombre sin descanso en las tareas que tenían que ver con la educación y el
aprovechamiento de la cultura, hasta el grado que nunca se detuvo sin dejar de
construir centros que pudieran servir de representación de las letras, la
antropología y la conservación de piezas de artes pertenecientes al período del
virreinato y de la pintura colonial.
Su determinación por
dotar a México de edificaciones que acogieran en su seno todos estos elementos
culturales le llevó a levantar dos obras regias: el Museo Nacional de
Antropología y el Museo de Arte Moderno. A ver si algún ministro de Educación o
de Cultura dominicano de ahora quisiera aproximarse a este templo de la
pedagogía y la moral mexicana.