Italia disuelve Parlamento y convoca para 4 de marzo elecciones generales
ROMA.- Italia ha puesto punto final este jueves a la legislatura y a cinco años de gobiernos progresistas con la disolución del Parlamento, decretada por el presidente Sergio Matarella, y con la convocatoria de elecciones generales para el 4 de marzo de 2018, unos comicios que, según el panorama que dibujan las encuestas, ofrecerán un escenario político fragmentado que obligará a los partidos a fraguar pactos en busca de la ansiada estabilidad.
Porque Italia, que suma 64 gobiernos en sus recién celebradas siete décadas de democracia, zanja una legislatura en la que se han sucedido tres primeros ministros desde las últimas elecciones, en marzo de 2013: Enrico Letta, Matteo Renzi y Paolo Gentiloni, todos ellos del Partido Demócrata.
Pese a esos vaivenes, Gentiloni, que ha ofrecido una última rueda de prensa para hacer balance del año y de la legislatura, ha calificado de «fructíferos» los cinco años de gobiernos progresistas, en los que, a su juicio, el país «se ha puesto en marcha tras la peor crisis» desde la II Guerra Mundial.
En cualquier caso, el mandato del Partido Demócrata ya es historia y, aunque no se descarta que la enorme fragmentación del panorama político obligue a Gentiloni a permanecer en el cargo en funciones aún después de las elecciones generales, por ahora la última decisión de su Gobierno ha sido la convocatoria de los comicios, que se celebrarán, tal como estaba previsto, a principios de marzo.
Temor a la inestabilidad parlamentaria
Aunque el ambiente preelectoral ha impregnado todo el año 2017, la disolución del Parlamento es el pistoletazo de salida para una campaña en la que la principal duda estribará en si Italia tendrá un Gobierno estable el día después de los comicios.
De hecho, la prensa italiana ha acuñado el término «escenario español» para definir el resultado más temido, en alusión a los 314 días durante los que Mariano Rajoy gobernó en funciones en España ante la ausencia de una mayoría para formar Gobierno.
La locución, a decir verdad, describe a la perfección la historia política transalpina y las encuestas vaticinan, una vez más, una situación muy fragmentada: todos los sondeos publicados a largo del año arrojan la necesidad insoslayable de alcanzar pactos y coaliciones entre partidos para conseguir que haya un gobierno.
Las encuestas no solo muestran un panorama de enorme división política, sino que habrá que ver qué Parlamento genera la nueva y controvertida ley electoral, que, de alguna manera, obliga a las grandes coaliciones.
Nuevo sistema electoral
El nuevo sistema electoral, aprobado ad hoc, otorga el 36 % de los escaños de la Cámara de los Diputados y del Senado mediante un sistema mayoritario basado en circunscripciones uninominales y el 64 % restante de forma proporcional.
En base a sondeos y a los últimos datos electorales, el profesor de Ciencias Políticas de Universidad de La Sapienza Oreste Massari vaticina, en declaraciones a Efe, «un tripolarismo, una situación en la que casi seguramente nadie logrará una mayoría».
Las partes parecen claras: el centroizquierda del Partido Democrático, la coalición de centroderecha liderada por Forza Italia y el antisistema Movimiento Cinco Estrellas. Y ninguno de ellos parece capaz de alcanzar el 40 % de los votos que se requiere para gobernar en solitario y sin sobresaltos.
Como ya ocurriera en 2013, cuando fue la formación más votada sin concurrir en coalición, el «anticasta» Movimiento Cinco Estrellas ha venido encabezando todos los sondeos, también el publicado la semana pasada por el instituto SWG, que le otorga el 25,7 % de los sufragios estimados.
El Movimiento Cinco estrellas lidera los sondeos
Su batalla es la de la crítica al bipartidismo y la defensa de la transparencia, y su candidato Luigi di Maio, que con 31 años podría convertirse en el primer ministro más joven de la historia del país, ha prometido que anunciará sus ministros antes de las elecciones. Pero, para ello, deberá poner fin a su tradicional rechazo a los pactos y trazar alianzas si quiere llegar a Palacio Chigi, algo a lo que Di Maio ya se ha mostrado favorable.
En segundo lugar se encontraría el Partido Democrático de Matteo Renzi, para el que SWG apuesta por un 25 % de los votos, y lo hace con el desgaste propio de haber gobernado el país durante el último lustro y con enormes diferencias con las otras formaciones progresistas.
Un ejemplo es el de Libres e Iguales, una escisión de su partido que podría contar con un 7 % de los votos, gracias al espaldarazo de pesos pesados como el presidente del Senado, Pietro Grasso, líder de la lista, o la presidenta de la Cámara Baja, Laura Boldrini.
En cuanto a la derecha tradicional, el sondeo otorga un 14,8 % de los votos a la Forza Italia de Silvio Berlusconi y un 13,7 % a la Liga Norte, que ha subido como la espuma con sus discursos contra la inmigración irregular y la omnipresencia mediática de su líder, Matteo Salvini.
Los pactos, inevitables
Massari ve claro que «hará falta discutir posibles coaliciones después de votar» y en ese momento «las alquimias pueden ser muchas», afirma, para después apostar por alguna alianza entre la derecha y el M5S, unidas por el rechazo frontal a Renzi, bestia negra también para parte de la izquierda.
Tras las elecciones, mientras los partidos políticos debaten con los resultados en la mano el futuro del Gobierno, este deberá seguir funcionando y lo que podría ocurrir es la continuidad en funciones de Paolo Gentiloni.
Un político de carácter sereno y bien valorado por los italianos que se perfila ya como «un recurso», ya que podría hacerse cargo de hacer funcionar Italia en periodo de «sede vacante», del mismo modo que lo hizo tras la dimisión de Renzi en diciembre de 2016.
«La perspectiva más plausible es que haya una red de protección en torno al Gobierno de Gentiloni, que no dimitiría. Permanecerá en funciones para el ordinario funcionamiento de la administración», augura el politólogo, no sin antes subrayar que en cualquier caso, y sobre todo en Italia, no hay que dar nada por sentado.
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