IRAK: Primer ministro suprime el cargo de Al Maliki y anuncia reformas contra corrupción

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El ex primer ministro iraquí, Nuri al Maliki, en una imagen de archivo.

El primer ministro iraquí Haidar al Abadi ha anunciado este domingo la supresión inmediata de los cargos de vicepresidente y vice primer ministro, que ocupan entre otros el ex premier Nuri al Maliki, en el marco de un paquete de reformas para luchar contra la corrupción tras días de manifestaciones en varias ciudades del país árabe.

En un comunicado publicado en su página de Facebook, Al Abadi promete investigar las corruptelas que pueblan la administración iraquí, nombrar a los altos cargos en base a sus méritos y no a su filiación sectaria, reducir el número de escoltas y acabar con los privilegios de la clase política.

Las medidas, que además reducirán el gasto público, deben recibir la aprobación del Parlamento, que está previsto se reúna el próximo martes, y del Consejo de Ministros, que ya ha dado luz verde por unanimidad. «El Gabinete ha aprobado por unanimidad el primer paquete de reformas presentado por Al Abadi en una sesión extraordinaria», ha informado la oficina del primer ministro en una nota.

La ofensiva de Al Abadi está precedida por la ola de protestas que, con los termómetros alcanzando los 50 grados centígrados, se han registrado en la capital y otras ciudades del sur del país exigiendo la mejora de los servicios públicos y la purga de la administración cuando Bagdad libra batalla contra las huestes del autodenominado Estado Islámico, que ocupan un tercio de su territorio. El principal foco de descontento popular son los continuos cortes de electricidad en mitad de uno de los veranos más calurosos que se recuerdan.

El pasado viernes, en su sermón semanal, el gran ayatolá Ali al Sistani se hizo eco de varias semanas de clamor; se quejó de los «pequeños pasos» adoptados hasta ahora y pidió «medidas drásticas». La máxima autoridad religiosa del país árabe instó a «golpear con puño de hierro» años de rampante corrupción y hacer nombramientos basados en la meritocracia.

En una nota de siete puntos, el primer ministro desgrana las decisiones acordadas en la reunión que mantuvo con sus asesores el viernes. El aspecto más destacado de la reforma es la eliminación de las tres vicepresidencias -ocupadas por dos chiíes y un suní- y los tres vice primer ministros -repartidos entre un chií, un suní y un kurdo-. Al Abadi establece que, conforme a la potestad que le concede la Constitución, la supresión es «inmediata» a pesar de que requiere el plácet del Parlamento.

Asimismo, el «premier» ordena la disminución del personal de seguridad asociado a los altos cargos del Ejecutivo y su traslado al Ministerio de Defensa para recibir entrenamiento e incorporarse a los efectivos enviados a luchar contra el IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés). Según el pliego, la élite política y los funcionarios jubilados también tendrán que renunciar a «todos los privilegios en cuanto a tratamiento y prioridad» y los ministerios e instituciones adelgazarán su personal para «aumentar la eficiencia y reducir costes».

En el apartado de lucha contra la corrupción, Al Abadi se compromete a «revisar los casos pasados y actuales bajo la supervisión de un alto comité formado por expertos, así como a designar a cargo de los expedientes a jueces conocidos por su imparcialidad». En este sentido, la consigna es a partir de ahora que la administración seleccione candidatos «a la luz de los criterios de eficiencia e imparcialidad» lejos del sistema de cuotas por sectas que ha prevalecido en Bagdad. Una máxima que también afectaría a los ministros.

No es la primera vez que Al Abadi intenta emprender reformas en el aparato estatal. El pasado noviembre, dos meses después de acceder al cargo, destituyó a 26 comandantes de las fuerzas armadas y jubiló a otra decena para «consolidar la labor de una institución militar basada en la profesionalidad y en la lucha contra la corrupción en cualquiera de sus formas». La prometedora medida, sin embargo, ha sido insuficiente para aplacar las críticas de quienes consideran que, a pesar de las buenas intenciones, el premier se halla maniatado por la burocracia iraquí y las lealtades políticas.

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