Intervención en Haití y el resguardo de la frontera (OPINION)

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El autor es periodista. Reside en Santiago

POR CARLOS RICARDO FONDEUR MORONTA

Mientras las fuerzas interventoras de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) se aprestan a arribar a Haití, la frontera del lado dominicano se encuentra  militarmente desprotegida. La mayoría de los militares apostados a lo largo de nuestra línea limítrofe con Haití, han sido replegados hacia el interior del país, sin explicación alguna que la sustente. 

Tal ocurrencia puede ser sólo vista como una orden cumplida. El mantenimiento de la paz, en tiempo de paz, pero con la espinita en el zapato, es un logro mancomunado del pueblo y de sus fuerzas militares que lo respaldan. Las fuerzas armadas pertenecen a la nación, con todos sus millones de seres que creen que son resguardadas por ellas.

 Para eso pagamos muchos impuestos, para que nuestros intereses nacionales prevalezcan sobre los oprobiosos deseos de las huestes del comercio con la nación.

 Buscando opiniones para tener una visión más clara de lo acontecido en la frontera terrestre, me he acercado a dirigentes políticos, comunitarios y empresariales, a fin de obtener criterios acertados respecto de lo que podría ser, en pocos días, un hecho histórico de proporciones enormes, que marcarían un hito en las relaciones entre Haití y la República Dominicana. El resultado no es halagador. La gente siente miedo al regreso de las huestes.

 Sería la primera vez que los dominicanos intervenimos indirectamente en un proyecto de seguridad nacional que involucra la estabilidad política y en materia de derechos humanos en el Caribe insular, al lograr la aprobación en Consejo de Seguridad de la ONU, de la conformación de un ejército provisional de pacificación definitiva en la vecina nación.

 Pero, en realidad, habrá que valorar cuáles serían las consecuencias de una intervención militar en la vecina nación si nuestras fronteras se encontrasen desprotegidas o enfrentadas de manera desproporcionada a las pandillas haitianas, que no son más, ni son menos que un ejército irregular superior a las organizaciones oficiales armadas de Haití.

 El «tollo» sería tan enorme, que tendríamos los dominicanos, civiles ordinarios y los que cuentan con determinado grado de entrenamiento y experiencia en asuntos militares y de orden público, que asumir las riendas del mantenimiento de la seguridad nacional, a costas de pasar a engrosar el listado eterno de soldados desconocidos. La gente no agradece. La patria tampoco. Ejemplo vivo son los Trinitarios. La historia está ahí, perpleja.

 Llamo, de manera simple y disciplinada, al más alto estamento de la Nación, al establecimiento de un muro militar que procure de manera democrática, el resguardo de nuestra seguridad, siempre asegurando los principios elementales de la vida humana, la seguridad de los ciudadanos que nos encontramos de éste lado de la isla, dominicanos y extranjeros, que incluye en primera línea a los nacionales haitianos y sus descendientes.

 Entre la población de las provincias fronterizas existe el temor, no a los haitianos que podrían romper los cercos militares, sino de que dichos dispositivos no existan de manera racional de acuerdo con las exigencias de estrategias de seguridad nacional adecuadas.

 Hemos gastado millones de dólares en la adquisición de materiales bélicos, aparentemente para hacer “aguajes”. También hemos oído declaraciones temerosas de altos dirigentes políticos, en el sentido de que los dispositivos o fuerzas desplegadas la semana pasada en las fronteras, específicamente en Dajabón, punto neurálgico de las relaciones entre ambos países, no debieron ser desplegados, en franca alusión de que debemos claudicar.

 Estamos a tiempo y debemos mantenerlos en alerta máxima, no por miedo, sino por los millones de personas que integran las familias de dominicanos y descendientes de haitianos que podrían ser tomadas como carne de cañón por los integrantes de las bandas que al romper el cerco inexistente en la frontera, podrían calar más adentro de la República Dominicana, para lo cual el tiempo estaría en nuestra contra, dada la condición de enemigos ocultos que representan los organismos internacionales respecto a los intereses nacionales.

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Luis De New York
Luis De New York
1 Año hace

moronta. ese apellido suena haitiano. de toda manera, ya que tu tienes miedo, compra un pero blanco. carlos no le tenga miedo a los revolucionarios haitianos. a lo que tu tienes que tenerle miedo es, que si por manos del diablo, en haiti sucede lo de afghanitan el impacto que va tener esa revolución sobre lo de pie dominicano, posiblemente, abril del 1965 le va quedarle chiquito.

Carlos Ricardo Fondeur Moronta
Carlos Ricardo Fondeur Moronta
Responder a  Luis De New York
1 Año hace

moronta proviene de moronti, un apellido italiano. una parte de mis ascendentes se radicó en rd, cuba y venezuela. en santiago fue en villa gonzalez, otro tronco se mudó a mao, otro a la canela, también en santiago y en la vega. mi primer apellido vino directo desde francia. mi tatarabuelo era un coronel declarado héroe de la patria, pues fue el coordinador estratégico de la batalla de santiago en la guerra de restauración de la independencia.