Indigenous o la obsesión por las primicias

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EL AUTOR es abogado. Reside en Nueva Jersey.

Por:ARISMENDI RODRIGUEZ  

Me declaro un aficionado de las películas del género de terror, muy a pesar de que a veces tenga que dormir con las luces encendidas. Hace unos días vi una titulada “Indigenous”, película estadounidense estrenada en 2014. Es la típica película de terror estadounidense que trata sobre un viaje de vacaciones que realizan cinco jóvenes a un lugar exótico de Panamá.

Sin hacer caso de las advertencias de lugareños de que en el lugar habita una creatura espantosa, el mítico “chupacabras”, los jóvenes deciden adentrarse en el corazón del bosque con la intención de disfrutar de un refrescante baño en una hermosa cascada. Como jóvenes de nuestros tiempos, los vacacionistas van compartiendo detalles de sus aventuras a través de las redes sociales en tiempo real.

Pero bien, para llegar el punto de mi interés, les cuento que una vez se inician los ataques del “chupacabras” y gracias a un vídeo colgado en Facebook por uno de los sobrevivientes, el mundo entero se entera de la pesadilla que están viviendo los vacacionistas que corren despavoridos en el bosque tratando de salvar sus vidas.

La noticia sobre el vídeo de los jóvenes aventureros recorre el mundo y se vuelve viral, captando la atención de organismos de socorro militar panameño y agencias de noticias mundiales. Se despliega toda una logística militar para realizar el rescate de los sobrevivientes, mientras las agencias noticiosas tratan de transmitir en vivo los pormenores del dramático acontecimiento que mantiene en vilo al mundo entero.

Uno de los sobrevivientes logra llegar precariamente a un lugar abierto, donde un helicóptero de una cadena noticiosa da vueltas y desde el que se transmite en vivo para todo el mundo. Quien conduce el helicóptero, al ver la desesperación de la persona que desde abajo agita los brazos pidiendo socorro, pregunta a sus jefes si puede aterrizar para ayudarle, recibiendo la orden de que sólo se limite a grabar y transmitir los hechos.

El momento más dramático es cuando el mundo entero tiene que ver en vivo y en directo cómo el “chupacabras” devora al desesperado sobreviviente, pudiendo este haber sido salvado por el personal de la agencia de noticia.

Importó más dar la primicia, ser los primeros en informar, ser los protagonistas y testigos oculares de un acontecimiento que mantenía en vilo a gran parte del mundo. El hecho es ficción, pero no está lejos de lo que vivimos en nuestro día a día.

¿Cuántos vídeos no circulan en las redes y se vuelven virales mostrando cómo se pelean dos damas o dos jovencitos o jovencitas de escuelas? Y se supone que alguien está grabando, alguien que pudo ayudar a evitar el bochornoso espectáculo, pero importa más ganar “me gusta”, alimentar el morbo colectivo.

¿Cuántas imágenes o vídeos de personas accidentadas capturados en el lugar de los hechos por curiosos o periodistas improvisadores más pendientes en “informar” que en ayudar?

Sin dudas que “Indigenous”, aunque ficción, retrata la cruda realidad de la indolencia y la falta de compasión o amor por el prójimo que nos afecta como sociedad. Vivimos en la “sociedad del espectáculo”, lo que importa es la pose, ser famosos, ganar “likes”.

Vargas Llosa, en su ensayo “La civilización del espectáculo”, da cuenta de un panorama bastante sombrío, donde: el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal… desembocando irremediablemente en la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad y, en el campo de la información, prolifera el periodismo irresponsable de la chismografía y el escándalo.

Para zafarnos de esta macabra tendencia necesitamos educación y conciencia social. Respeto por la individualidad y los sentimientos ajenos. Fomentar valores e informaciones constructivas a través de las redes sociales y los medios de comunicación de masa, sólo así podemos revertir un poco los nocivos efectos de una sociedad pendiente más de las primicias y el morbo.

JPM

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