Ignoran la historia, se desconocen ellos mismos
Desde la llegada de los europeos a la isla de Santo Domingo, a la sociedad que allí se desarrollaría se le enseñó el arte de la adulación. Fuimos condicionados para admirar todo lo cuestionable y poner de lado las cosas de valor o lo que envuelve la ética.
Aprendimos a reverenciar a Cristóbal Colón, un personaje que todavía en nuestros días se discute si era italiano o español. Nada garantiza que fuera de un lugar o de otro. Imagine usted lo que significa adorar un santo del que no se tiene certeza de dónde viene ni el historial de la primera etapa de su vida.
Pero ello no es todo, la historia nuestra reconoce al padre Bartolomé de las Casas, el propulsor del sistema más cruel que ha conocido América desde que los aventureros arribaron a sus orillas en 1492. En la era colonial abundan personajes de esa naturaleza y al producirse el movimiento independentista, quedó una estela de verdugos que nos vimos forzados a reverenciar, aunque no tuvieran los méritos. Simplemente fue fruto de la manipulación que actuaba a favor de algunos aunque fueran funestos.
Una vez creada la República surgieron los héroes de cristal. Los falsos próceres aparecieron como una gran cosecha, de ahí que a Pedro Santana muchos le atribuyen heroísmo aun cuando disolvió la nación y la regresó a su antigua condición de colonia y a pesar de que ordenó la ejecución de varios dominicanos solo por el hecho de contrariarlo en términos políticos. Algo parecido ocurrió con la adoración a la figura de Buenaventura Báez, a quien sus conciudadanos seguían ciegamente y con pasión, a pesar que intentó vender el país a Estados Unidos como si se tratara de una propiedad privada.
Pero la cosa no termina ahí: Lilis fue reverenciado hasta la saciedad, sin importar que era verdugo, corrupto y entreguista; de igual modo a Ramón Cáceres, un masacrador de su pueblo para favorecer intereses de corporaciones extranjeras. Horacio Vásquez fue un político de la misma estirpe, que hoy quieren vendernos como si en su momento actuó a favor de los intereses de la nación.
De Trujillo ni hablar, fue en toda la extensión de la palabra el típico dictador que confunde porque al tiempo que torturaba al pueblo dominicano levantaba infraestructuras que lo mostraban como un “benefactor” que al tiempo se enriquecía con la influencia del Estado y el que la sociedad más endiosó, al extremo, que cuando fue ajusticiado, las masas enardecidas tumbaron centenares de estatuas suyas, borraron su nombre y el de sus parientes en miles de lugares y peor aún así, andan por ahí los que sueñan con el regreso del trujillismo, cosa que no sucederá.
Los neotrujillistas de ahora o sus antepasados eran en los tiempos del dictador una cosa o propiedad. Lo humano para Trujillo no tenía valor.
Después de Trujillo tuvo Balaguer sus adulones, como también los poseía Leonel, Hipólito y ahora los tiene Danilo, y digo esto, porque recientemente con el escándalo de Odebrecht, la cúpula de los últimos gobiernos huele parecido a una alcantarilla y esos que hoy enfrentan la justicia por imputaciones de sobornos, tuvieron y tienen en alguna medida sus alabadores. La acumulación de dinero sucio los hizo creer que eran presidenciables. Es una clara demostración que ignoran la historia, por tanto, se desconocen ellos mismos.
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