Hoy como ayer

Copio a continuación parte de una noticia publicada por “El País” en su edición digital del día 15 de abril 2014: “Philip Morris, propietario de las marcas Marlboro y L&M, consiguió que los jueces del Centro Internacional de Arreglo de Diferencias sobre Inversiones (CIADI), dependiente del Banco Mundial, aceptara sus argumentos, según los cuales Uruguay incumplió el tratado de inversiones que había firmado con Suiza en 1988. La sede de la tabacalera está en Lausana. Los abogados de las multinacional presentaron la legislación anti tabaco uruguaya como una violación de la propiedad intelectual, argumento que inesperadamente el CIADI aceptó en julio del 2013, algo sin precedentes en la justicia internacional. Philip Morris considera que la decisión uruguaya de que el 80% de las cajetillas de tabaco lleven mensajes de advertencia atenta contra la visibilidad de su marca. El Gobierno de Montevideo además exigió que hubiera una única presentación por venta para que los consumidores no piensen que una variedad es menos dañina que otra. De este modo Philip Morris tuvo que sacar del mercado siete de sus doce productos, los denominados “Blue”, “Gold”, “Green” o “Ligth”, entre otros. La empresa asimila la ley uruguaya a una expropiación de una inversión de origen suizo. El ex presidente Tabaré Vázquez, cancerólogo y precursor de la reforma legislativa, ya había advertido en 2010 que la tabacalera “no ahorrará recursos para lograr su objetivo”. Vázquez, favorito de cara a las presidenciales de este año, denunció entonces que el objetivo de la empresa era “darle un escarmiento a Uruguay e intimidar a otros países que sigan su rumbo”. En estos años de audiencias Uruguay ha recibido el apoyo del gobierno de Suiza, de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y de las ONGs de lucha contra el tabaco, varias de ellas estadounidenses.” Por el momento, vamos a obviar la complicidad del Banco Mundial y de su Centro Internacional de Arreglo de Diferencias sobre Inversiones (CIADI). Vamos a obviar también las gestiones del presidente Mujica quien pedirá ayuda a Obama para lidiar con las implicaciones de esta demanda. Vamos también a obviar el papel de Philip Morris y por extensión de cualquiera de estas multinacionales y vamos a efectuar un ejercicio de paciencia para calmar la indignación que se levanta dentro mi ante una cosa como esta. Vamos a limitarnos en este primer artículo a consignar, explicar y documentar la antigüedad de estas prácticas. En el año de 1773 el gobierno inglés de la India asumió el monopolio de la venta de opio en sus territorios y posteriormente añadió la manufactura de este en 1797. Pero en el año de 1800 el gobierno chino prohibió tanto la importación del opio como el cultivo de la amapola de donde este se extrae. Entre ese año de 1800 y 1858 el contrabando de opio hacia China era practicado fundamentalmente por los barcos ingleses. El gobierno chino no consiguió apoyo ni colaboración inglesa para restringir y perseguir el flujo de opio porque los ingleses rehusaron clasificarlo como un delito sino que lo consideraban parte de su política comercial para balancear el déficit de su comercio exterior con China. Entre crisis, agresiones, piratería y presiones internacionales el contrabando siguió agravándose y en 1839 tras algunos éxitos de las autoridades chinas en su lucha contra la importación ilegal de la droga, Inglaterra, para evitar que la venta de opio disminuyera y con ello sus ingresos fiscales le declaró la guerra a China en lo que la historia conoce como la Primera Guerra del Opio. Poco después tuvo lugar la Segunda Guerra del Opio cuya culminación, que no podía haber sido mas ignominiosa, tuvo lugar el 13 de octubre de 1858 cuando el gobierno inglés obligó al gobierno chino a legalizar la importación de opio en China. Este resultado expresaba la derrota militar china frente a la armada inglesa y el fracaso de los intentos previos por evitar el contrabando, comercialización y consumo del opio en China. Las similitudes son apabullantes. La Inglaterra de entonces, la que todavía hoy cree que puede pautar la conducta de otros países, la que se cree autorizada para definir lo que está bien y lo que está mal forzó a los chinos, “manu militari” a legalizar la importación de opio aunque millones de chinos murieran a causa de la adicción. En aquella época usaron sus cañoneras y barcos de guerra. Hoy, Phillip Morris, puede prescindir de los barcos que no necesita, de la infantería de marina que no tiene y tampoco necesita porque, el entramado internacional que Phillip Morris y demás corporaciones han construido les permite poner a los Estados a su disposición y convierte a los gobernantes de dirigentes políticos en empleados subalternos. A Phillip Morris, como a ninguna otra corporación le importa la salud ni el destino de los uruguayos ni de ningún otro pueblo incluyendo el norteamericano o el suizo. Su única razón de ser es hacer dinero, mucho, pronto, de cualquier manera, en todas partes. El mundo sustentado en esas premisas está condenado a muerte pero yo llamo, exhorto y me comprometo a hacer todo lo que esté a mi alcance para precipitar esa muerte y adviert el camino de los pueblos hacia la libertad, la justicia y la paz pasa necesariamente por la reducción del consumo innecesario, de las expectativas desatadas por una sociedad enloquecida y del endeudamiento personal y nacional. Un país deudor no puede ser libre.

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