Hay que frenar la salvaje delincuencia

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EL AUTOR es periodista. Reside en Santo Domingo.

República Dominicana,  en los últimos años, es  foco de delincuencia,  sicariato, crímenes, femenicidios, violaciones (sexuales), atracos a plena luz del día y otras tropelías.

 El gobierno del presidente Danilo Medina -se reconoce- hace ingentes esfuerzos, a través de los organismos de auxilio, para frenar todo este salvajismo.

La Policía Nacional ha tenido un gran protagonismo al realizar titánicas labores para someter a la obediencia a los delincuentes y asesinos. A veces los agentes tienen que ejercer toda su fuerza represiva.

Las estadísticas sobre las muertes violentas que se han registrado contra ciudadanos  indefensos -entre los que figuran mujeres, niños y ancianos- , digamos en los últimos dos años, se quedan cortas. Es decir, no son reales las que ofrecen las autoridades.

Prácticamente todos los días los periódicos y medios electrónicos (noticiarios de televisión, diarios digitales y programas de radio), nos informan sobre asesinatos, asaltos, violaciones a mujeres…

 Uno de los hechos más salvajes (y horrendos) fue el que se produjo hace unos meses y del que fue víctima la adolescente  Emily Peguero.

 Esa jovencita, que incluso estaba embarazada, fue asesinada por su novio Marlon Martínez. La madre del sindicado asesino, la señora  Marlin Martínez,  es acusada como cómplice.

 Citar la hilera de asaltos,  atracos, violaciones sexuales, asesinatos de mujeres y otros crímenes, me llevaría escribir varios artículos. ¡Porque la cantidad de esos crímenes es bastante!

 Pero aquí algunos de los más sonados y horribles:  Además del crimen que quitó la vida a la joven Emily Peguero, recordemos el doble asesinato ocurrido hace casi un año en San Pedro de Macorís donde cayeron muertos -en plena labor en una cabina de radio- dos comunicadores Leonardo Martínez  y Luis Manuel Medina.

Apenas hace una semana, en una joyería de la calle El Conde, fue asesinada la joven Anneris Peña. Su asesino, Daniel Lorenzo Ortiz, no tuvo piedad para cometer el crimen.

 No solo el delincuente asesinó a la dama empleada, sino que después de matarla, se fue a dar «la gran vida» y hasta ropas compró en una tienda de la Zona Colonial.

 Cuando preparaba   este artículo,  en La Vega dos ladrones penetraron a la residencia del anciano Gregorio Antonio Cáceres y lo estrangularon.

Esta delincuencia  parece que no  será  frenada.  Mientras tanto,  hay que aplicar  tolerancia cero y actuar  con mano dura contra sus protagonistas.

¿No lo creen?

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