OPINION: ¿Haití no tiene salida?

El exembajador de República Dominicana en Haití, Rubén Silié, al participar en el panel “El Caribe, futuro incierto” (al que concurrieron economistas de Puerto Rico, Cuba y Venezuela), planteó como un gran descubrimiento su conclusión de que “el país vecino no tiene salida a la vista de su situación económica, debido a que su economía se apoyó en la cooperación internacional y en la presencia de la Misión de Estabilización de Naciones Unidas (Minustah)”. Silié explicó que “en Haití todos los niveles productivos están por debajo de la capacidad que había desarrollado el país anteriormente”.

El exembajador Silié agregó que “las actividades económicas de Haití, Turismo, Agricultura y Zona Franca, dejaron de crecer, se estancaron, por lo cual el país vive una crisis económica”.

Explicó: “La agricultura, que fue una actividad importantísima en Haití, ha sufrido una reducción no solo en la producción sino en la mano de obra”. El diplomático dominicano Silié hizo otro gran descubrimiento, cuando sostuvo que “la Comunidad Internacional nunca ha tenido una decisión que sea históricamente favorable hacia Haití y que ha sido la ayuda más cara que se ha hecho en el mundo”. Cuando leí las declaraciones antes citadas atribuidas a quien ha sido uno de los responsables de la política entre República Dominicana y Haití durante muchos años, me llenó de asombro que el embajador Silié haya descubierto todas estas realidades ahora, cuando sabe perfectamente que desde hace décadas Haití fue declarado un Estado fallido, no viable, por expertos contratados por Naciones Unidas. Igualmente, me asombra la ingenuidad mostrada por el embajador Silié al confi rmar la pasmosa indiferencia de la Comunidad Internacional ante el drama del colapso del Estado haitiano. Pero, más allá de la reacción primaria acerca de las declaraciones de Silié, lo importante para el país es irnos al fondo de lo que está planteando y de lo que signifi ca para la República Dominicana.

¿No tiene salida Haití? Es la pregunta que debemos hacernos sus vecinos. La salida que tiene Haití; la que ha planeado su élite durante mucho tiempo; la que ha venido ejecutando la Comunidad Internacional con la complicidad abierta de malos dominicanos, es la salida más fácil y la que menos compromiso real demanda de la Comunidad Internacional: la emigración masiva de haitianos hacia la República Dominicana a través de una inexistente frontera como paso previo a una fusión, en los hechos, de las dos naciones, convirtiéndolas en lo que la Cadena Fox llamaba “un gran mercado de 20 millones de consumidores, con mano de obra barata”. Lo que ha planteado el exembajador Silié acerca de Haití valida plenamente nuestro discurso y el de la Fuerza Nacional Progresista (FNP), que ha venido advirtiéndole a la adormecida y anestesiada sociedad dominicana acerca de los peligros inmensos a que está sometida RD, tanto en su integridad territorial, como en su soberanía migratoria, y la grave amenaza a sus valores culturales, religiosos e históricos más preciados.

Si Haití no tiene salida en territorio haitiano, ¿qué se supone que hagan sus 10 millones de habitantes? ¿Irse a la Florida? ¿Irse a Cuba? ¿Irse a las islas que conforman el Caricom? ¿Irse a Venezuela? Ninguno de estos países quiere inmigración haitiana.

¿Por qué la Comunidad Internacional no se ha involucrado de manera real y efectiva en la reconstrucción de Haití? ¿Por qué no le ha hecho un miniplan Marshall para construirle su infraestructura básica? Porque desde los gobiernos dominicanos y de su clase política, se ha enviado la señal de que la solución de Haití y de su drama futuro está en la República Dominicana. De manera consistente se le ha estado mandando la señal a la Comunidad Internacional de que la República Dominicana está en condiciones de asumir el drama haitiano.

Desde la República Dominicana se está mandando el mensaje claro para que lo entiendan hasta los más descerebrados: frontera abierta, cero deportación de ilegales; hospitales, escuelas, universidades y empleos, ya no sólo en el sector azucarero y la construcción. En otras palabras, se le está diciendo a los haitianos: “Vengan a la República Dominicana; su salida está aquí”.

Quiero repetir en este artículo que lo grave no es lo que los haitianos están haciendo; no es lo que la Comunidad Internacional está haciendo; cada quien debe defender sus intereses como nación. Lo verdaderamente grave y triste es que nuestro pueblo y su clase dirigente no tenga la más mínima preocupación de defensa a los intereses nacionales en este vital aspecto de lo que representa la “falta de salida de Haití”, como dice el exembajador Silié, de cara al futuro de la República Dominicana.

Si a la República Dominicana no la defendemos sus hijos, no importa su clase social, no importa su afi liación política, ¿quién la va a defender? Mi triste conclusión es que, hasta ahora vamos rumbo directo a nuestra disolución.

A nuestra nación sólo la salva que su pueblo despierte del letargo y la anestesia de que padece y empiece a ejercer el derecho fundamental a la supervivencia como país soberano e independiente. Espero que cuando lo haga no sea ya demasiado tarde.

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