Hacia un Nuevo Liderazgo Político en República Dominicana

El liderazgo ha sido durante mucho tiempo un elemento que ha provocado debates y conjeturas en los análisis políticos, sobre todo, luego de la masificación de las sociedades, el surgimiento de la lucha por el poder y la aparición de los partidos y agrupaciones políticas.

Como resultado de esos análisis, muy bien fundamentados muchos de ellos, se ha podido llegar a la conclusión de que los cambios históricos mas trascendentales de la humanidad no son realizados por prohombres iluminados, sino por aquellos lideres capaces de leer las circunstancias y oportunidades del momento, y a partir de ahí, llevar a cabo las acciones que nos pueda conducir hacia un futuro más promisorio.

 Con el transcurrir del tiempo se han ido dejando atrás esos liderazgos ilustres, autoritarios, prolongados y mesiánicos que, amparados en ciertas dotes carismáticas se han caracterizados por un evidente desapego a la institucionalidad, comenzando los pueblos a transitar un nuevo camino en cuanto al tipo de relación con la autoridad política, cambiando la vieja concepción por una visión mas horizontal que deriva del consenso social fruto del dialogo y la concertación.

Un liderazgo dialoguista, plural, que tenga la habilidad para conducir la vida comunitaria hacia el desarrollo de sus capacidades, y que se ocupe de resaltar más la categoría deciudadanos antes que meros habitantes, así como la de Nación antes que de pueblo

Un liderazgo capaz de desafiar la modificación de una matriz cultural con rasgos autoritarios, sentando las bases de una sociedad abierta, que desarrolle vínculos horizontales basados en la ética y responsabilidad, con capacidad de escucha y grandeza para rectificar rumbos.

Este nuevo tipo de liderazgo tiene la capacidad de transformar la visión en realidad.  Es la fortaleza de las propias convicciones, la capacidad de soportar los embates y la energía para promover nuevas ideas.

Lamentablemente, el liderazgo político en nuestro país se muestra, casi siempre, como estancado en el tiempo y en el espacio, exhibiendo entre otras características, la creencia de que la cualidad de líder lo hace dueño y señor de las ideas, de las respuestas, y en resumidas cuentas, de la verdad absoluta.

Esas características casi inmutables que se destacan en el accionar de buena parte de nuestros líderes políticos y que, desafortunadamente, proclaman toda una realidad ya impregnada en nuestro devenir histórico, necesariamente, tiene que cambiar.

Ese modelo de liderazgo trasnochado no tiene cabida ya en la actual época donde se imponen otros componentes como la participación ciudadana, la transparencia, la profesionalización y la innovación.

Se requiere, por el contrario, una visión de liderazgo abierta, empoderadora, capaz de transitar, en compañía de todos aquellos a los que se direcciona, el camino hacia el logro de la misión trazada como colectivo.

Un liderazgo verdaderamente competente para poder adecuarse a las distintas eventualidades que se le presentan en el devenir del tiempo.

Un nuevo liderazgo que sustituya la noción de “jefe” por la de “promotor”, “facilitador” de relaciones, consensos, compromisos y hasta de nuevos liderazgos, es el necesario para encaminar a nuestra sociedad por la senda del progreso y del bienestar.

Lo que la Republica Dominicana necesita son instituciones fuertes y democráticas, no lideres “predestinados” y “ungidos”, que casi siempre terminan atrapados en el delirio de hablarse y venerarse a si mismo, embriagados por la falsa ilusión de haber cambiado todo a su alrededor.

Dejemos de lado ya esos liderazgos verticales y mesiánicos que exaltan las pasiones de muchos hasta llegar, lamentablemente, a veces hasta el delirio, aspectos propios de los países subdesarrollados y de escasa formación, y que tanto daño han generado, sobre todo en nuestra región latinoamericana.

Debemos apostar por un liderazgo moderno, horizontal, gerencial, transformador, practico, más cercano y humano, sustentado en los valores de honestidad, humildad, transparencia, sensibilidad, don de escuchar.

 El nivel de desarrollo y conciencia política alcanzado ya por nuestro pueblo hacia ahí debe conducirnos.

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