Guzmán Marcelino y Rodríguez Monegro, víctimas de la complejidad del sistema de salud

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EL AUTOR es cirujano ortopedista y traumatólogo. Reside en Santo Domingo.

Hay personas que, por su profundo involucramiento y la calidad de los aportes dejados en su paso por la administración pública, cuando les llega el momento de la salida no se debe dejar pasar por alto. Es el caso de Altagracia Guzmán Marcelino y de Nelson Rodríguez Monegro, renunciantes a las posiciones en la dirección del Ministerio de Salud Pública y en el Servicio Nacional de Salud. Sin duda alguna, de los motivos implícitos en las razones de su decisión se puede extraer elementos que de seguro servirán para impulsar la reforma del sistema de salud dominicano.

Entre el año 1996 y el 2018, desde alguna posición han contribuido en la formulación y/o implementación de las estrategias que han hecho posible que la esperanza de vida al nacer de la población se eleve en más cinco años, por lo que mueve a reflexión la simpleza de los motivos de la renuncia expuestos por ellos mismos. Una, la Ministra de Salud, el cansancio por el largo tiempo de ejercicio; el otro, Director Ejecutivo, vencido por obstáculos emanados de una cultura a superar en la administración de los servicios brindados por el Estado dominicano.

Un elemento que completa los motivos expresados queda implícito en el reto asumido al momento de tomar posesión en el Ministerio, una y en el Servicio Nacional de Salud, el otro; “abatir los indicadores de mortalidad materna e infantil”, o sea, el hecho, producto del funcionamiento del modelo de atención a cambiar, lo convierten en objetivo central de su función.

El resultado no podía ser otro y queda evidenciado ante la sociedad cuando los medios de comunicación resaltan, en los primeros días del presente año, el aumento en veintidós de las muertes maternas en relación al año 2016 y, poco tiempo después, destacan las muertes de los inocentes en el hospital Jaime Mota de la provincia de Barahona. Por lo que es lógico concluir, que empujados por la conciencia de sus responsabilidades decidieran renunciar a los cargos que desempeñaban.

Siendo coherentes con el reto personal asumido y en vista que había evidencias del escalamiento de los indicadores de mortalidad, tanto una como el otro, desde una perspectiva lineal, acorde con su concepción de liderazgo, centralizan la solución del problema implementando dos estrategias diferenciadas no coordinadas y, por demás, limitativas con respecto al campo de influencia de sus respectivas posiciones.

Una, con enfoque en la causa de la muerte materna per set, pretende abatir el indicador mediante el Análisis de la Mortalidad Materna en el despacho ministerial y, el otro, con enfoque en la morbilidad materna extrema, pretende el mismo objetivo mediante la estrategia del Médico Supervisor Residente. Ambos albergaron la ilusión que elevando los niveles de proa-actividad de su liderazgo, al extremo de llegar a involucrar su identidad con el reto mismo, podían salvar las dificultades evitables por las que fallecían mujeres al final de la gestación en los centros de salud.

La gran innovación del siglo XXI es el abordaje de los problemas complejos, como el de la salud, desde una perspectiva sistémica. De hecho, en “La Quinta Disciplina”, libro de la autoría de Peter Senge, queda establecido que: “Los problemas en los sistemas complejos se originan en los modos básicos de pensamiento e interacción más que en las peculiaridades de sus estructuras y políticas”.

Desde esta perspectiva, tanto una como el otro, para continuar disminuyendo los indicadores de mortalidad materna e infantil, hubieran diseñado una sola estrategia, tomando en cuenta el rango de influencia de sus posiciones y la multifactorialidad del problema; además, que esta situación es una resultante del impacto negativo del funcionamiento de los centros de salud y, por lo tanto, que la intervención debe ser tan amplia que abarque la estructura ministerial y del servicio con la participación activa de la gobernanza del sistema.

Al no valorar que el escalamiento del indicador de muerte de niños y madres al final del embarazo es un síntoma de un sistema de salud enfermo y que para curarlo es necesario intervenir en el embrollo del mismo, aprovechando el aumento de la potencialidad que le proporciona el uso de la interconexión de los elementos constitutivos, tanto Tati como Nelson, más que renunciantes a sus posiciones fueron víctimas de la Complejidad del Sistema de Salud Dominicano.

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