Guerra en la alta sociedad
El proceso electoral que se lleva a cabo en el Club Deportivo Naco para elegir la Junta Directiva del periodo 2014-2016, ha enfrentado a lo que yo he llamado el choque de las doble A, ya que los protagonistas, Alejandro Asmar y Antonio Alma, representan dos conceptos distintos de lo que es la dirección moderna de un club social de sus características.
Hemos visto, en las pasadas cuatro semanas que lleva la campaña, y posiblemente hasta el día de las elecciones el próximo martes 29, dos estilos muy diferentes para dirigir una campaña en un club social de alta categoría, impactando en un contraste increíble de lo que debe ser el comportamiento de personas civilizadas y compañeras, con un bagaje social y cultural reconocido a todos los niveles.
Mientras Alejandro Asmar se muestra alejado de las acciones agresivas de sus principales activistas, estos llevan sus entusiasmos a niveles de agresividad verbal muy patética y contraproducente, con una buena dosis de calumnias e infamias que no resisten ningún análisis serio, lo cual queda demostrado de cómo sus acusaciones tremendistas son rechazadas por la Comisión Electoral, afectando sus aspiraciones de volver a tomar las riendas de la dirección del club Naco.
Personalmente me vi acosado por dos de los más activos asistentes del señor Asmar, que al dirigirme hacia a los ascensores del parqueo del club me persiguieron y me acorralaron en uno de ellos, y el tiempo que duró el ascenso, la consigna fue de un ataque verbal muy encendido hacia mi persona por pertenecer a la plancha del señor Alma y mi artículo de las doble A publicado en estas páginas el pasado día 3, donde externaba mis consideraciones por la que la membresía del club iba a apoyar la opción moderna, activa, organizada e institucionalista de Antonio Alma, de manera que los logros de los pasados dos años se mantengan, se consoliden y se aumenten.
Esos señores, con su rabia y agresivo lenguaje para con todos los que no están apoyando al señor Asmar, en sus empeños de retornar a la presidencia del club, demuestran el uso de tácticas de aquellos políticos que en sus campañas, cuando al verse desplazados en las simpatías de los votantes, recurren al amedrentamiento verbal primero y luego lo llevan casi a nivel de agresión física, cuando las pasiones van alcanzando su nivel más alto de rechazo de una candidatura.
Los acalorados seguidores del señor Asmar, contrario a la actitud mesurada y civilizada de éste, pretenden atemorizar al votante que debían captar, y lo único que logran es volverlo un opositor. Asmar, como presidente del club, llevó a cabo por varios años una tarea encomiable y admirable, pero ahora hizo una selección descuidada de algunos de sus colaboradores activos, algunos de ellos lo adversaron rabiosamente en otras contiendas. Ellos, como si fueran los espolones de proa de un galeón del siglo XVII, embisten y espantan a sus potenciales simpatizantes, bombardeados desde hace tres años con llamadas constantes en la búsqueda de respaldo, violando los estatutos que prohíben las campañas a destiempo.
La conclusión sensata es que el señor Asmar, con un equipo humano de seguidores de esa naturaleza, que no son los candidatos de su plancha, no sería confiable para dirigir los destinos de un club social que cada día requiere más capacidad administrativa y un buen juicio para la tranquilidad de las doce mil familias que integran la membresía del club, que ha sido la constante que ha impreso la moderna visión de una administración colegiada y compartida del señor Antonio Alma como presidente del Club, el cual, aparte de las grandes remodelaciones y obras físicas realizadas, ha elevado sustancialmente el patrimonio del club.
La visión gerencial moderna de Antonio Alma ha quedado plasmada en los hechos contundentes de un club consolidado para ser un centro social muy atractivo, ofreciendo todas clases de actividades al gusto de cada socio y sus familiares, que disfrutan plenamente de los ambientes de los restaurantes, canchas, piscinas y la playa de Cabamar en Juan Dolio.