Gonzalo «Peaje» Castillo y su afán recaudador

No debe haber espacio para la mediocridad. El ministro de obras públicas desarrolla una gestión que puede catalogarse como buena. Aunque, a decir verdad, prefiero aquel constructor de pequeñas obras con que inició su gestión.

Usted encontraba de buenas a primeras un barrio asfaltado, unas tapas reparadas en el centro de cualquier calle la cual producto de varias capas asfálticas formaba un hueco que a veces traía desagradables consecuencias a los conductores.

Se pintaban las rayas, se limpiaban áreas abandonadas y una serie de pequeños detalles que atrajeron la atención ciudadana.

De ahí se ha pasado a las grandes obras reduciendo a su mínima expresión aquellos pequeños detalles tan importantes para el diario vivir.

Castillo tiene fama de que resuelve aunque la circunvalación de mí querido Baní ha sido anunciada por él una y otra vez con fechas de inicio que no se han cumplido.

El ministro cuenta además con una aureola de eficiencia, pero cualquier construcción que se pretenda realizar, requiere que para la aprobación de planos haya que ‘cantearse’ en efectivo para poder decir manos a la obra.

Pero el talón de Aquíles de Gonzalo Castillo es su afán recaudador sin importar que bolsillos vaya a afectar.

Quiso aumentar los peajes alrededor de la capital dominicana más que triplicando su precio y dejando escapar unos aires impositivos, en ambas vertientes, que empañaron su imagen.

Llegó a decir en forma altanera que esos aumentos eran irreversibles, palabras que tuvo que tragarse ante el descontento popular, a tal extremo que han permanecido igual a pesar de que había una especie de consenso de que se realizaran aumentos moderados.

Pero todo no termina ahí.

Una circunvalación en Santiago no pudo cumplir el rol para la cual fue creada porque la gente prefirió seguir transitando la ruta más larga ya que el costo del peaje era insoportable.

Tan insoportable que aún cuando se produjeron algunas rebajas posteriores, los conductores no lo han usado con la regularidad que debieran porque los precios siguen siendo altos.

La circunvalación de La Romana también fue víctima de ese ‘afán recaudador’ y no ha quedado más remedio que pagar.

¿Y, que ha pasado con la Avenida de Circunvalación del Gran Santo Domingo?

A pesar de lo interesante de la obra, el tránsito vehicular no se corresponde con las expectativas creadas y se puede ver como la avenida Luperón sigue congestionada con una gran cantidad de patanas, volquetas y otros vehículos pesados que se rehúsan a pagar los altos precios de los peajes.

Incluso hay un detalle que no se puede pasar por alto. Anteriormente cualquier obra de esta magnitud era abierta al público de forma gratuita durante algún tiempo (ejemplo las líneas del metro) para que se pueda apreciar y comprobar las virtudes que su uso representa.

Ahora no. Hoy se abre, hoy se paga.

Tener acceso a dinero para con el mismo seguir construyendo e incluso dar mantenimiento a las carreteras es una idea aceptable siempre y cuando la prudencia este de por medio.

Los altos costos de los pejes son una retranca para el uso masivo de las carreteras;  para que la gente economice tiempo y combustible así como para aprovechar la calidad de las obras, lo que alarga la vida de los vehículos.

En definitiva eso es lo que se busca.

Y que conste que somos todos los dominicanos los que pagamos de una forma u otra para la realización de las misma.

Revisar esa política de cobro de peajes se hace más que necesario, impostergable.

 

 

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