Gerard Pierre-Charles y la visión no sesgada de la evolución socio-histórica de Haití y RD

 (Un ejemplo, la crisis dominico-haitiana de 1962-63)
 
No sé si se ha hecho (y si se ha hecho, me corrijo), pero, en mi opinión, la intelectualidad progresista dominicana -sobre todo sociólogos e historiadores de orientación marxista- tienen una deuda –editorial-intelectual- con el sociólogo e historiador haitiano Gerard Pierre-Charles (1935-2004) que es, quizás o sin quizás, el intelectual e historiador haitiano que desde una perspectiva científica e historiográfica objetiva abordó –sin sesgo ni prejuicio de ninguna índole- el proceso histórico y sociopolítico haitiano desde su génesis embrionaria, la dinámica de sus relaciones de producción, la articulación, hegemonía y contradicciones de sus clases sociales, la intervención norteamericana (1915-34), la dependencia y control absoluto de los Estados Unidos; y en paralelo, la historia entrelazada de conflictos, dominación, diferencias étnicas-culturales y procesos de independencia de ambos pueblos –el dominicano y el haitiano- enclavados en el Caribe sin apelar al sesgo histórico-ideológico ni al substrato de de la rivalidad del prejuicio étnico-racial de ambas oligárquicas (hoy burguesía) económica-intelectual. Pero además, sin perder de vista las grandes líneas generales del proceso histórico latinoamericano desde el colonialismo europeo y su relevo-hegemonía por el de Norteamérica a finales del siglo XIX que aún perdura vía múltiples modalidades explícitas e implícitas.
 
A diferencia de otros autores haitianos –y dominicanos- los análisis y textos de Gerard Pierre-Charles no están plagados de interpretaciones prejuiciadas ni de afirmaciones fantasiosas, distorsionadas o dantescas, o de datos que no resistan el cedazo de las disciplinas auxiliares de la historia, vale decir los presupuestos técnicos-críticos de fiabilidad y autenticad como requisitos del quehacer historiográfico científico y de apego a la verdad científica.
 
Para situar esa condición de intelectual riguroso-objetivo y de incuestionable apego científico del sociólogo e historiador Gerard Pierre-Charles (que jamás alimento el substrato histórico-ideológico de la rivalidad histórica dominico-haitiana –justificada no y en correspondencia a ciertos procesos y coyunturas-) traigamos a aquí su interpretación-análisis  de la crisis dominico-haitiana (1962-63) que se generó a raíz de la acusación del dictador François Duvalier (Papa Doc) respecto de que, desde la República Dominicana, se estaba conspirando para derrocarlo. 
 
Cierto que el hecho-acontecimiento ha sido enfocado desde diferentes ángulos y matices por los historiadores dominicanos que poco se aproximan -a excepción de Franklin J Franco y otros- a la interpretación estratégica y holística que el acucioso sociólogo haitiano le dio, en un primer plano, desde la perspectiva geopolítica; y, en un sentido más amplio, desde los interés imperiales de los Estados Unidos.
 
Situemos pues el referido incidente desde esa interpretación de PierreCharles; y luego, citemos a Franklin J Franco y al propio Juan Bosch en su aproximación e interpretación del mismo acontecimiento en 1969. Pero primero, citemos al historiador haitiano en lo que el definió como un viraje de la “política norteamericana hacia Haití” con un antes y después: la Revolución cubana (vista en la lógica del posible efecto domino) y el ascenso de Kennedy al poder.
 
“Durante el gobierno de Kennedy, esta situación incómoda [–el atractivo-influencia en el Caribe de la revolución cubana-] se tradujo por un cambio bastante marcado de la política norteamericana hacia Haití.  El mandatario estadunidense trataba de encontrar entre los círculos de la oposición conservadora, algún dirigente que pudiese encabezar  algún movimiento de renovación del sistema político haitiano. Es decir, que pudiera remplazar a Duvalier sin cuestionar el sistema, sin crear ningún tipo de situación que se tornase incontrolable. Esto permitiría un marco político apropiado para la aplicación de la alianza para el progreso.
 
Este nuevo rumbo [continua Pierre-Charles] de la política norteamericana coincidió en los años 1962-63 con lo que  se anunciaba el fin del periodo presidencial de Duvalier, elegido en 1957 para un mandato de seis años. Así, empezó a crecer la agitación en Haití, en la víspera de la fecha del 15 de mayo de 1963. Al mismo tiempo, en el exterior, los sectores políticos animados por los Estados Unidos incrementaron su actividad tanto en el mismo territorio de los Estados Unidos como en Caracas y Santo Domingo. Mientras que Betancourt veía al dictador haitiano con la mayor desconfianza, Bosch por su parte, elegido presidente de la República Dominicana en septiembre de 1962 [aquí hay un error cronológico de imprenta o del autor, pues fue en diciembre de 1962 que Bosch fue elegido], se había convertido en decidido adversario de Duvalier. Así es que durante su corto periodo presidencial proporcionó todas facilidades a la oposición haitiana en su lucha contra el duvalierismo, lo que llevó a las relaciones entre Haití y la República vecina a un punto de tirantez extrema.
 
De hecho si bien no lograron su finalidad de derrocar al régimen, esas presiones internas y externas suscitaron la reacción más brutal de Duvalier quien opuso una violencia extrema. A la resistencia popular en aumento en el territorio del país, frente a las amenazas de invasión o las operaciones militares desatadas desde Santo Domingo, a los complots en el ejército y todas las manifestaciones oposicionistas desde dentro o fuera, el gobierno opuso el reino del terror.
 
Al mismo tiempo emprendió con todos sus recursos un esfuerzo por resistir la presión del gobierno de Kennedy, y deshacer las conspiraciones accionadas por los servicios norteamericanos: expulsó a la misión militar norteamericano en Haití, lo que conllevó a la suspensión de las relaciones diplomáticas entre ambos países en mayo de 1963.
 
En esas demostraciones de fuerza y de arbitrariedad se fincaba en definitiva la fuerza omnipotente del régimen de Duvalier. Por lo tanto, la acción opositora interna resultaba vencida por el terror, realizándose además en condición de fragmentación y bajo nivel político. Además la suspensión del apoyo norteamericano al régimen dejó de manifestarse en tiempo muy corto… Tan pronto como terminó el episodio Kennedy y llegó Johnson al poder, éste expresó públicamente que  buscaba con Duvalier un “nivel de adaptación mutua”. (Gerard Pierre-Charles “Haití (1930-1975): La crisis ininterrumpida”. Del libro-compendio tomo II “América Latina: historia de medio siglo”, Primera edición Siglo veintiuno, 1981, págs. 201 y 202).
 
En los hechos y aunque Gerard Pierre-Charles no lo recoge, sucedió que el conflicto se agudizó como consecuencia de la agresión y asalto a la Embajada dominicana en Haití por  agentes de la policía secreta –Tontons Macoutes- hecho que fue interpretado por el gobierno dominicano como una violación al territorio nacional a la luz del derecho internacional y de la Convención de Viena, y en consecuencia, “elevando una queja ante la OEA”.
 
La interpretación de Franklin J Franco  sobre el conflicto
 
Que, y hay que advertirlo, parte del contexto de la situación difícil (o crisis) del gobierno de Bosch frente a la oligarquía nacional, las fuerzas armadas y los Estados Unidos, situación política esta que lo induce a plantearlo así:
 
“A finales de abril de 1963, un acontecimiento inesperado ocurridos en Haití, agregó un nuevo ingrediente negativo a la difícil situación política del régimen de Bosch: el día 26 de de ese mes, la Embajada dominicana en Haití fue atacada por la policía secreta del dictador Francois Duvalier, en represalia al asilamiento concedido a un grupo de opositor encabezado por el teniente Benoit que había organizado un asalto a tiros al vehículo del tirano haitiano, y donde viajaban dos de sus hijos, los cuales salieron ilesos.
 
El Jefe del Estado dominicano respondió a la agresión  enviando un ultimátum al dictador haitiano y elevando una queja ante la OEA. Esa misma noche Bosch habló al país para informar sobre la gravedad de los hechos. El ejército, la marina y la aviación fueron puestos en estado de alerta para llevar a efecto un simulacro de invasión que forzaría la salida del poder de Duvalier, quien al día siguiente rompió relaciones diplomáticas con el gobierno dominicano.
 
Dos días después, Duvalier informó a la OEA que había retirado sus fuerzas militares de la Embajada dominicana en Puerto Príncipe y que garantizaba la salida de los diplomáticos dominicanos.
 
En Santo Domingo, mientras tanto, los aprestos para la invasión, que en el pensamiento de Bosch solo alcanzaría el nivel de simulacro para forzar la salida de Duvalier, cuestión que ignoraban los altos mandos militares, que entendieron que efectivamente se trataba de una invasión, tropezó con un inconveniente: los Jefes militares, presionados por la Embajada de los Estados Unidos, se resistieron argumentando, según informaron en una reunión efectuada el 6 de mayo al presidente Bosch, que la acción no se podía llevar a cabo “debido a la falta de repuestos, transporte, gasolina, etc.”. (Franklin J Franco Pichardo Historia del Pueblo Dominicano, tomo II, 1992, Ediciones del Instituto del Libro. Pag.618).
 
Como se puede colegir, las interpretaciones de Gerard Pierre-Charles y Franklin J Franco, se podrían situar en dos niveles de análisis y de abstracción teórica-histórica-científica: a) la de Pierre-Charles en la lógica histórica-científica de la geopolítica de control y hegemonía de los Estados Unidos en el Caribe; y b) la de Franklin J Franco  en el contexto de la situación política y crisis en que se debatió el efímero gobierno de Bosch y los aprestos conspirativos multisectorial y de los propios Estados Unidos para derrocarlo. En síntesis, dos lecturas válidas y apegadas a la verdad histórica.
 
La interpretación de Bosch en 1969
 
Coincidencialmente, fue en el prólogo que el Prof. Juan Bosch escribiera, en 1969, para el libro de Gerard Pierre-Charles: “Radiografía de una dictadura. Haití bajo el régimen del Dr. Duvalier” donde de alguna forma también Bosch explica su versión de los hechos y como el incidente –en su interpretación- fue usado como parte y maniobra del golpe de Estado del que fue víctima en 1963:
 
“….Como en el libro se me menciona varias veces debido a las repetidas crisis con el gobierno de Duvalier en que se vio envuelta la República Dominicana en 1963, yo tendría que contar ahora como organizó el pentagonismo las invasiones del General León Cantave, que  partió hacia Haití de la base militar norteamericana de Ramey, en Puerto Rico, y entró en Santo Domingo sin mi consentimiento y sin mi autorización, pero con el conocimiento y la ayuda de los altos jefes dominicanos, quienes lo hicieron cumpliendo órdenes de la misión militar yanqui en Santo Domingo; y tendría que contar cómo esa misión militar uso la coyuntura de la derrota de Cantave en Haití para desatar el golpe de Estado de 1963 contra el gobierno que yo presidia…”
 
Finalmente, lo que queda claro (además del reconocimiento que Bosch hace al autor que “no se deja hechizar por el cotorreo maniqueísta de un marxismo subdesarrollado”, cataloga su obra, con justeza, de “magistral”) es una paradoja política-histórica siniestra y perversa: la de cómo el imperialismo norteamericano no pudo –(¿…?- derrocar una dictadura atroz y sanguinaria como la Duvalier, mas sin embargo, si puedo derrocar a un gobierno democrático y progresista como el de Bosch de 1963.
 
Quizás la respuesta a esa paradoja de la historia la dio el propio Juan Bosch en su libro-testimonio: “Crisis de la Democracia de América en la República Dominicana” cuando sentenció:
 
La democracia es un régimen político que se mantiene sobre la voluntad de todos los sectores sociales y de todos los individuos que tienen alguna responsabilidad que cumplir como ciudadanos. Si falta esa voluntad, la democracia no puede sostenerse. En la Republica Dominicana, los sectores sociales más influyentes y los líderes políticos que habían conquistado prestigio luchando contra la tiranía conspiraron en la forma más vulgar para derrocar el sistema democrático; trabajaron concienzudamente en los cuarteles para llevar a los soldados a dar el golpe del 25 de septiembre de 1963. Los soldados se dejaron conducir a esa triste hazaña, ¿pero qué había de pedírsele a ninguno de ellos si los doctores, los abogados y los sacerdotes eran incapaces de frenar sus pasiones?”
 
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