¡Fuera los restos de Santana del Panteón de La Patria!

Hace muchos años, en agosto de 1964, en el Listín Diario, escribiendo y respondiendo a Luis Senior, puertoplateño, contemporáneo de Juan Lockward, abogado, pianista, compositor de “Luperón”, afirmé públicamente que Pedro Santana tenía un solo lugar en la historia dominicana.

Conocí a Luis Senior, personalmente, y como integrante de la Banda Municipal de Música de Montecristi, de la cual formábamos parte un pequeño grupo de jóvenes estudiantes normalistas, en los merengues que homenajeaban a Rafael Trujillo Molina.

Interpretábamos el merengue de Luis Senior titulado “Luperón”, pieza folklórica que rendía alababa  la derrota de los expedicionarios antitrujillistas que en junio de 1949 habían arribado a la Bahía de Luperón, bajo el mando de Horacio Julio Ornes Coiscou, para enfrentar la dictadura de quien era ya Monarca Sin Corona del Caribe.

Luis Senior defendía, totalmente equivocado, la figura de Pedro Santana como el paladín de la Independencia de nuestro pueblo frente a Haití; y su actitud no era más  que el resultado, o las conclusiones, de que ese personaje era la figura determinante en el orden militar y político de la autodeterminación de nuestro pueblo. 

Le recordábamos a Luis Senior que Santana era un “Capitán Araña”, que nunca estuvo con las armas en las manos al frente de las tropas que comandó en los combates que se libraron en la región Sur del país, entre los cuales fue el de mayor importancia “La Batalla de las Carreras”.

En la “Batalla de Azua”, conocida históricamente como “Batalla del 19 de Marzo”, que fue un encuentro violento en las afueras de aquella pequeña comunidad, entre dominicanos y haitianos, Pedro Santana estaba en la retaguardia. Son los cronistas haitianos de la época los que relatan la frontal, tormentosa y violenta lucha entre ellos y los dominicanos.

Nuestro pueblo, lo reiteramos por centésima vez, es el único  en la historia de América que se ha visto obligado a combatir, en su propio territorio, desde el inicio de la conquista de los aventureros españoles, cinco o seis veces, primero por el derecho a la vida y la libertad de los aborígenes que poblaban la isla de La Española, como la bautizó Colon y que en los primeros años del siglo XVI, adquirió el nombre de la isla de Santo Domingo.

Fue de las entrañas mismas de esa comunidad indígena, de negros y blancos, que nació el pueblo dominicano a quien Fidel Castro Ruz ha llamado “Legendario”, “Veterano de la Historia” y “David del Caribe”. En la isla de Santo Domingo, desde la conquista, se ha combatido como lo hicieron Caonabo, Mairení y Enriquillo, contra los españoles; cimarrones y criollos combatieron contra españoles y más tarde contra ingleses y franceses. Palo Hincado es la referencia histórica de la vocación de sacrificio de nuestro pueblo.

Una comunidad de tan heroica, admirable, espontánea y valiente actuación no puede rendir admiración y respeto a una figura como Pedro Santana. Asesino, apóstata y traidor, le dio las espaldas a lo que era, aparentemente, una carrera heroica. Ordenó y ejecutó el fusilamiento de María Trinidad Sánchez, Antonio Duvergé, los hermanos Puello y Nicolás de Bari, y cerró el ciclo de sus crímenes de lesa patria con el fusilamiento, en el cementerio de San Juan de la Maguana, de Francisco del Rosario Sánchez y de sus compañeros que reivindicaban la soberanía de la Patria frente a la Anexión a España.

Santana fue y será siempre el asesino de heroínas y héroes, el Parricida de San Juan y el Verdugo de su Patria. ¡Fuera los restos de Santana del Panteón de La Patria!

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