Francisco Ortega, más que un juez, un hombre de honor

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EL AUTOR es periodista. Reside en Salcedo.

Lo conocí a mediados del 1982 cuando,  por recomendación de un contemporáneo, decidí ingresar al movimiento Scout, en la Tropa 74, que dirigía como jefe de grupo, el inmenso Ramón Bartolo Alfonso (El Cabo). Para ese entonces contaba con 14 años. Un adolescente que buscaba algo más que las polvorientas calles de mi barrio, El Hoyo.

Recuerdo que cumplida la meta de las tres reuniones reglamentarias, “El Cabo” me indicó:  –Métete ahí- señalándome La Patrulla Águila, de reciente formación, cuyos miembros eran José Eugenio Santos (Neno),  hoy día publicista destacado;  Domingo Morel (Mingo), excelente profesional de la agronomía;  José Gonzales, empresario de Salcedo;  José Sánchez (Joselito), residente en Estados Unidos; José Alexis Apolinar, empleado ejemplar del Inapa en Santo  Domingo; Juan Carlos Estrella (Felipito) y Francisco Ortega Polanco (Pito), como le decimos sus amigos más cercanos, quien era nuestro Guía de Patrulla. 

Para ese entonces, no todos los aspirantes a ser scout querían ingresar a dicha patrulla, pues la fama de rigidez y las normas de dicho sub grupo sobrepasaban las normas de las eternas 10 leyes que había escrito su fundador, el coronel británico Robert Stephenson Smith – Baden Powell, en el manual Escultismo, en el 1908.

Milité en dicha tropa durante varios años, dentro de los cuales otros ingresaron. Algunos resistimos,  otros no, por lo que las anécdotas e historias de los campamentos y las excursiones son incontables, sobre todo por las enseñanzas que en su estrecho cuarto de habitación él nos daba cuando, de manera obligatoria, nos exigía como “castigo” la lectura de uno que otros de sus libros que tan celosamente guardaba en un descolorido estante que, con el paso de los años,  todavía continuo viendo, aunque ya no esté.

Una tarde, de esas que a uno de se les quedan plasmadas en su pecho, vi partir a mi hermano Pito del pueblo, para llegar a la capital, alojándose en una estrecha pensión de la Julio Ortega Frier (zona universitaria),  en donde junto al futbolista Pascasio Mendoza,  el ex senador de la provincia Salcedo, Alejandro Santos, mi hermano de sangre Romeo y otros, compartían dicha pensión que, más que todo, era un estrecho lugar en donde a duras pruebas se podía convivir con tantas camas y cordeles de ropas por doquier, hasta donde lo visité uno de esos lluviosos días capitalinos.

Nunca perdí el contacto con él; siempre nos llamábamos. Al final de cada conversación me hacía referencia de la lectura de uno que otro de los libros que él leía pero que por mi exigua economía solo me quedaba el agridulce sabor de escuchar y conocer por vía de él sus argumentos; hasta que se hizo abogado, ya con la experiencia laboral dentro del periódico El  Caribe y luego en el Hoy, en donde escribía una columna que yo leía con emoción y orgullo, la cual que yo mostraba a los demás: “Lanza en Ristre”.  Más tarde fue coordinador de uno de los espacios de convivencia  más importantes de la juventud a través de medio escrito alguno, como lo es «La Esquina Joven», del periódico Hoy.

Pito (repito, como les llamamos), fue ayudante del fiscal Guillermo Moreno, ayudante del Procurador General de la República, Francisco Domínguez Brito, juez de instrucción de Santo Domingo, juez de la Primera Sala Penal del Distrito Nacional, entre otras funciones, y ahora juez de la Suprema Corte de Justicia.

De más está decir que este noble hijo de los campesinos, Don Tocón y Doña Chana,  nacido en una de las lomas más encumbradas de nuestras montañas de Salcedo, en Los Caños,  es un fiel ejemplo que estamos totalmente convencidos de que,  en esta nueva aventura que el destino le depara, sabrá salir airoso para beneficio de la patria y de él mismo. 

En Francisco Ortega, tenemos más que un Juez, un hombre leal, critico, ético, responsable, serio, de buen trato, discreto y sobre todo con un sentido de responsabilidad que, por encima de su vestimenta física,  demuestra que se está de frente a un monumento de honorabilidad de la cual, quienes lo conocemos bien de cerca,  nos sentimos más que orgullosos y confiados de que frente al tan sazonado caso Odebrecht, el pulso no le temblará para dictar lo que señalan nuestras leyes.

sp-am

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