Factores históricos y estructurales del conflicto palestino-israelí

En el episodio más reciente del conflicto Palestino-Israelí, los factores históricos y los estructurales se cruzan con una serie de factores coyunturales, que lo convierten en la tormenta perfecta que ha elevado la espiral de violencia a niveles muy preocupantes. Ni todos los judíos desean la muerte de todos los árabes, ni todos los árabes desean la muerte de todos los judíos. A pesar de los odios acumulados, hay historias cotidianas de colaboración entre ambos pueblos, allí y en otras zonas del mundo, aunque por lo general no siempre son contadas. Los estudios muestran que las mayorías desean la paz, pero que también hay una gran cantidad de problemas de fondo, que sí son relevantes, y permanecen irresueltos y que es necesario enfrentar. De manera que se impone enfocar las discusiones hacia los temas siguientes, aunque no limitado a ellos. La ocupación militar por parte de Israel de la Cisjordania, la progresiva construcción de asentamientos israelíes en esas tierras, el estatus de los colonos judíos en dicho territorio, y la definición final de los espacios que quedan dentro de un Estado y del otro. ¿Cómo garantizar que un potencial Estado palestino soberano no sea un territorio de creciente militarización, para evitar el resurgimiento de escaladas de actos terroristas emanados de dicho territorio a manos de grupos extremistas? ¿Cómo se va a garantizar la seguridad de ambas sociedades? La Franja de Gaza fue desocupada militarmente por Israel, pero no es un territorio soberano con autodeterminación plena, está sujeta a un bloqueo parcial por parte de Israel que impacta las ya terribles condiciones económicas en que vive su población. Entonces el asunto es, cómo terminar con esa situación garantizando a la vez el fin a la militarización de la franja y las amenazas a la seguridad del Estado de Israel, principalmente las amenazas que imponen actores no estatales como Hamás o la Yihad Islámica quienes mantienen como objetivo central la desaparición del Estado de Israel. El pasado 12 de junio tres adolescentes israelíes que regresaban a su casa en una colonia judía en Cisjordania, fueron secuestrados en la carretera, después de varios días de búsqueda, fueron hallados sin vida el 30 de junio. Tan solo unas semanas antes israelíes y palestinos estaban sentados en la mesa del dialogo intentando ver si era posible, empezar a dibujar algo cercano a la paz en su intratable conflicto. Lo que sucedió días después es sabido por todos, de acuerdo con las investigaciones dadas a conocer por el gobierno israelí, los perpetradores fueron identificados plenamente, recayendo la responsabilidad en la organización islámica Hamás, la cual negó su involucramiento en los hechos. Se recordará que Hamás actualmente controla de facto la Franja de Gaza y se encuentra desde hace años en estado virtual de guerra con Israel, Estado al que no reconoce como legítimo. El presidente palestino, Mahmoud Abbas condenó los secuestros y la Autoridad Nacional Palestina (ANP) prestó colaboración a las autoridades israelíes en las investigaciones, mas sin embargo, tanto Abbas como varios funcionarios palestinos afirmaron desconocer la responsabilidad de Hamás en los hechos y exigieron a Israel mesura tanto en las labores de búsqueda como en las operaciones punitivas que resultaran de ellas. Estos sucesos en otras circunstancias, quizás podrían haber sido un terrible pero lamentable incidente aislado, pero existían una serie de factores subyacentes, que le dieron un giro inesperado a los hechos, los cuales no debemos dejar pasar desapercibidos, veamos. Israel y la ANP estaban en la fase posterior al fracaso de las últimas negociaciones de paz, promovidas por el presidente Barak Obama, las cuales desgastaron al secretario de Estado norteamericano John Kerry, y que terminaron fortaleciendo las posturas más duras en ambas partes, de la extrema derecha israelí y de los grupos islamistas en palestina. Entre las determinaciones adoptadas por la Autoridad Nacional Palestina, estuvo su reconciliación política con Hamás, tras lo cual, se estableció un gobierno de coalición que Tel Aviv, en virtud de su guerra latente con Hamás, se negó a reconocer, ocasionando que los canales de comunicación entre Benjamín Netanyahu y Mahmoud Abbas desde entonces, se encuentren virtualmente bloqueados. Los jóvenes asesinados no habitaban en territorio israelí, sino dentro de Cisjordania, un territorio del Estado Palestino ocupado por Israel desde 1967, donde viven aproximadamente 350 mil colonos israelíes. La historia de la ocupación y la colonización israelí de esa tierra es enormemente compleja y merece un capítulo aparte, pero es indispensable e impostergable hallar una solución estructural a estas circunstancias de fondo, lo que solo puede ser el resultado de un acuerdo de paz integral negociado y aceptado por ambas partes. La sociedad israelí es muy sensible al secuestro de sus ciudadanos, el gobierno de ese país ha estado dispuesto a efectuar intercambios de cientos de prisioneros palestinos, incluso los que tienen cargos de crímenes severos, con tal de recuperar aun sea un solo ciudadano israelí secuestrado. Esta sensibilidad genera una gran presión entre los políticos israelíes, quienes se sienten obligados a ejercer respuestas contundentes ante situaciones como esta. Sin embargo, en cada una de las ocasiones que el ejército israelí se ha aventurado a escalar las confrontaciones con Hamás, la realidad es que ni en lo material ni en lo político, este grupo ha terminado debilitado en el mediano o en el largo plazo. Una y otra vez, Hamás ha conseguido los recursos y la forma de reponer y sofisticar su armamento, además de restablecer su infraestructura de guerra. Políticamente, Hamás se ha fortalecido en el frente interno ya que, ante la población palestina, ha mostrado la eficacia de sus actos de fuerza al obligar a Israel, tras semanas de enfrentamientos, a negociar, aunque sea a través de intermediarios. En el ámbito externo, Israel normalmente es visto como ejército agresor en una confrontación fuertemente asimétrica en la que terminan muriendo decenas de civiles, lo que también termina dañando sus intereses. Por otra parte, la lógica indicaría que Hamás no estaba interesado en ese momento, en una confrontación mayor con Israel y que en caso de haber secuestrado a los jóvenes, hubiese sido mucho más razonable conservarlos y negociar con ello la liberación de decenas de presos palestinos. En cambio, la situación como se ha dado desembocó en una nueva guerra. Con todo, al asignar la responsabilidad de estos secuestros y asesinatos a Hamás, Israel no se permitió amplias alternativas. De ahí que, una furiosa sociedad estaba a la espera de una respuesta de magnitud. Pero castigar a los responsables de la muerte de los jóvenes, aceleró el paso al siguiente nivel y detonó un conflicto mayor, pasando en solo unas semanas de las mesas de negociaciones, a una fase más de las hostilidades en este añejo conflicto. La última vez que esto sucedió, en 2012, solo un enorme esfuerzo diplomático internacional fue capaz de detener las hostilidades. Continuaremos…

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