Estar atentos

En esta semana recibí uno de los mensajes más hermosos a través de una desconocida.

Fui a buscar cena a un restaurante, luego del taller con mi grupo de adolescentes. Al ordenar la dependiente se queda mirando el logo en mi polo, el cual es un flamboyán donde sus flores son corazones. Me mira y me pregunta: – ¿Usted siembra? ¿Qué es Amar Lo que Tengo por Katiuska Suárez?

Yo, que vengo bastante agotada le sonrío y le respondo vagamente;

– Es un proyecto, pero no de siembra, trabajo con personas. No siembro, le reafirmo.

La joven, al parecer no muy conforme con mi respuesta, se acerca mas a mi polo y me dice; – ¡Oh! pero no son flores que tiene el árbol, ¡Son corazones! ¡Usted siembra amor! Me dice…

La miré fijamente, mis ojos se cargaron de lágrimas, miré a mi hijo de 12 años que estaba a mi lado; él también estaba un poco sorprendido con el comentario que me hiciera la joven, mi hijo me sonrió y me abrazó. Yo enmudecí por unos minutos; luego, recuerdo levantar la mirada cuando me entregaba el recibo de la tarjeta de crédito, la miré fijamente y sonriendo le dije; -Corazón, tienes razón, sí siembro, y es cierto; siembro amor.

Esta joven, que nunca había visto, con una sonrisa y una ternura que pocas veces veo en las personas que nos dan algún servicio de este tipo, logró describir en unas simples palabras, la misión que lleva mi proyecto. “Sembrar amor”.

¿Cuántas veces socializamos con los demás? ¿Cuántas veces a pesar de nuestros problemas o situaciones, escuchamos a quienes nos rodean, menos aun a quienes nos sirven?

Andamos por la vida, con prisas, agotados, poco atentos a lo que nos rodea. Nos cuesta detenernos a observar, sentir o escuchar los mensajes que constantemente Dios, la naturaleza, el universo, como quieras llamarlo, nos emiten de manera constante y amorosa.

Se nos ha hecho hábito andar encerrados en nuestro mundo. Por ejemplo, cuando  entramos en un ascensor, a veces ni la mirada levantamos. No somos capaces de levantar la mirada, brindar un saludo, una sonrisa. Perdiéndonos quizás de recibir del otro su buena energía, su sonrisa, su saludo o hasta algún comentario como el que a mi me tocó ese día en el restaurante. Un saludo afectuoso que pudiera cambiar tu día.

Entramos a los lugares ensimismados en nuestra propia tribulación. O peor aun, caminando mirando nuestros celulares con la vista baja, las personas nos pasan por el lado, y ni cuenta nos damos. Nos perdemos constantemente de compartir, conocer, sentir a otros.

En ocasiones, no brindamos una sonrisa al que nos hace un favor, al que nos sirve en una tienda, restaurante, farmacia, supermercado. Y quizás los haríamos tan felices. Un gesto, una palabra. Escuchar, no solo con los oídos; escuchar con los ojos, con el corazón.

Mi gente hermosa, abramos los ojos, los oídos, todos nuestros sentidos, para poder recibir todo lo bueno que hay afuera para nosotros. Hagamos el ejercicio de estar mas atentos a las cosas que nos rodean. El ejercicio de empezar a ver detenidamente a las personas que nos encontramos diariamente en cada momento para estar abiertos a recibir los mensajes y regalos que tienen para nosotros.

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