En RD lo negro no es bello

 
 
Si es cierto que agentes al servicio de las autoridades de Migración detienen arbitrariamente a  dominicanos que  tipifican como haitianos indocumentados, estaríamos retomando  episodios propios  de  la tiranía trujillista.  Por suerte, ello no pasa de ser un grosero pastiche de la Alemania de Adolfo Hitler.
Aquí en Nueva york, más de uno que ha retornado de Santo Domingo ha citado casos de dominicanos que, presuntamente, fueron enviados a Haití aunque luego-según se nos ha informado-, han sido rescatados por sus familiares. Si es así, esta es una mala señal que se corresponde con la embestida de una purga contra las personas de color negro o de apariencia haitiana.
También, aun cuando prevenidos haitianos han presentado sus documentos, se les  ha conducido a la población de Haina, dizque para comprobar  la autenticidad  de los mismos. Esto sólo ocurre con migrantes haitianos y personas  de la raza negra, no así, con los de aspectos caucásicos, asiáticos y variopintos colores.
Tal parece que,  cuando por “desgracia”  se pertenece a la raza negra, esta característica se trueca en un estigma que nos hace ilegales y, que una de las condicionantes de la sentencia 168/13, emitida por el malhadado Tribunal Constitucional (TC); es que no sólo se regularice a los migrantes. Además, según estas acciones, se debe mirar con ojerizas a todo individuo que presente rasgos negroides, y en consecuencia de haitianos.
En el mismo siglo XXl, hay toda una élite que ha narigoneado a una buena parte del pueblo dominicano y que entiende que lo negro no es bello, ni conveniente. El asunto ha llegado a extremos tales, que podría señalarse que el conflicto  con el pueblo haitiano se extrapola a los dominicanos que se les asemejan en lo físico. Acontece, entonces, que no se puede vivir en armonía con los criollos que, evidentemente, tienen rasgos que se corresponden con negros, otrora esclavizados.
Resulta paradójico que ello suceda en una nación con nuestras características étnicas, raciales y culturales. Parecería que, en una región caribeña donde únicamente un diez por ciento o poco más son blancos, se obvia  el intrincado sincretismo que dio origen a nuestra mezclada  identidad.  Nuestra identidad  es, exactamente, la suma de razas y etnias.
Aunque ya han habido asomos de sectores que se oponen a que se impartan clases de algunos libros de textos donde se aborda lo trascendental de la historia de los haitianos, ahora falta que se quemen las literaturas en donde se exalta el papel histórico de los negros; mismos que con sacrificio, sudor y lágrimas, coadyuvaron con los adelantos del mundo industrializado en el exterior, de los que hoy disfrutan hijos y nietos de quienes nos gobiernan.
De hecho, a estos abusos racistas y discriminatorios se suman otros. Con el abandono de los ancianos y discapacitados parecería que indirectamente, se intenta aplicar los atisbos de eugenesia de la Alemania hitleriana.
Definitivamente, en República Dominicana, las autoridades no sólo desprecian a los negros (necesariamente no nos referimos a los haitianos), también se menosprecia a los ciudadanos seniles y desvalidos.
 
Con todo y este tétrico panorama, por demás esta señalar que la enseñanza de nuestra historia únicamente se circunscribe a la etapa donde nace la República Dominicana. Pocos estudiantes a nivel elemental y, cuidado si en el superior, saben de las hazañas, entre otros, de un aguerrido esclavo llamado Lemba, proveniente del Congo de Africa, que luchó por libertar a los suyos del yugo de sus esclavistas luego de un siglo o poco más de que Cristóbal Colón arribara a nuestros litorales.
Pero más que eso, nadie repara en el por qué hay una barriada capitalina llamada Los Mina, ni a que se debe el que tengamos una retahíla de nombres de origen africano en nuestro acervo cultural.
Es penoso el que, por no tener una certera política migratoria, las autoridades, partiendo del perfil  haitiano, se den a la tarea de  humillar a extranjeros válidamente documentados y, lo que es peor, también a auténticos dominicanos. Esto sólo por  el color negro de su piel. Como dijo alguna vez una celebridad dominicana: el dominicano –aunque algunos de tez clara-, tiene el negro detrás de la oreja.
Entre tanto, estos negreros,  algunos políticos y otros Intelectuales que se precian de legítimos nacionalistas y patriotas que rechazan la negritud aunque con intenciones politiqueras; que sólo saben depredar al erario público, continúan degustando los aderezos de la comida africana.
Danzan su música, practican su cultura y, por si fuera poco, algunos creen en  supercherías e incurren en muchas de las aberraciones sexuales, que les atribuyen a los africanos. En suma, hablamos de gente con similar abolengo (entiéndase abuelos) que se corresponden con la apariencia  étnica de la mayoría de nuestros vecinos.
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