Elecciones en Haití: No se ve la luz al final del túnel
PUERTO PRINCIPE.- El expresidente del Senado Jocelerme Privert fue nombrado presidente interino con una sola misión: Resolver un embrollo político y llevar a cabo una segunda ronda electoral que fue pospuesta dos veces. Tres meses después, no ha realizado la votación y no se le ve salida al descalabro electoral.
Privert debía despejar el camino para que el electorado votase el 14 de mayo. Pero el expresidente del Senado, elegido por la legislatura, parece sentirse a sus anchas en medio del caos político que lo llevó al poder. Recientemente asistió a una conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático en Nueva York, dio algunas entrevistas y ha recorrido las calles de la capital en bulliciosas caravanas.
Hoy por hoy nadie sabe qué va a pasar. El gobierno provisional de Privert acaba de designar una comisión para que investigue las elecciones del año pasado, que observadores y políticos locales dicen estuvieron plagadas de maniobras sucias para beneficiar las fuerzas del último presidente, Michel Martelly.
«No podemos ir a las urnas sin restaurar primero la confianza en el proceso», declaró Privert, quien ha planteado la posibilidad de realizar la votación presidencial y la renovación parcial de la legislatura en octubre, junto con la elección en que estarán en juego un tercio de las bancas del Senado.
A medida que aumentan las tensiones, muchos empiezan a hablar de una crisis política. Pero en realidad se está en presencia de un caos electoral bastante común en un país donde siempre se cuestionan las victorias, nadie acepta la derrota sin hacer olas y se paga a los desocupados para que participen en protestas.
Laurent Dubois, profesor de historia de la Duke University de Estados Unidos especializado en Haití, dice que los aplazamientos de las votaciones y las denuncias de fraude son típicas del proceso electoral desde el derrocamiento de la dictadura de Jean-Claude Duvalier en 1986. Y ya venían desde antes de la dictadura, incluso del período de ocupación estadounidense entre 1915 y 1934.
«Lo que está pasando hoy no difiere mucho de lo que sucedió en ciclos electorales previos», sostuvo Dubois, autor de «Haiti: The Aftershocks of History» (Haití: El remezón de la historia).
El actual ciclo electoral sufre los efectos de caos de los últimos comicios. En el 2010 el presidente saliente Rene Preval fue acusado de manipular el proceso para garantizar la victoria de su protegido, Jude Celestin. Hubo violentos enfrentamientos entre las fuerzas de Martelly y los soldados de las fuerzas de paz de las Naciones Unidas. Bajo presión de Washington, la Organización de Estados Americanos y protestas sociales, se impidió a Celestin participar en una segunda ronda. Martelly triunfó en esos comicios, asumió en el 2011 y no realizó elecciones locales ni legislativas por años.
Esta vez Celestin finalizó segundo en la primera ronda y decidió boicotear la segunda, afirmando que el proceso era una «farsa ridícula». Su coalición opositora pidió que se instale un gobierno de transición y organice una votación «justa».
Observadores internacionales de la OEA y la Unión Europea dijeron que los resultados de los comicios del año pasado les parecieron legítimos.
Estados Unidos y otros países han estado presionando a Haití para que se cumplan los plazos de un acuerdo negociado a último momento por los líderes legislativos y Martelly, 48 horas antes de dejar la presidencia. El acuerdo de febrero, pensado para evitar que se produjese un vacío de poder, dio paso a la elección de Privert como presidente interino, con la misión de convocar elecciones aceleradas.
Pero pocos esperaban que el embrollo se resolviese pronto.
«Los políticos haitianos se niegan a transar y harán todo lo que pueden por llegar o mantenerse en el poder», expresó Patrice Zephyr, electricista de 36 años de Puerto Príncipe, que votó por primera vez en el 2010 y se sintió tan decepcionado con el resultado que no piensa volver a votar.
La OEA afirma que es imperioso que se reanude pronto el proceso electoral, sin los problemas del pasado. «Hay que hacer las elecciones lo antes posible, aunque sin apresurarse», dijo a la Associated Press el secretario general de la OEA Luis Almagro.
La frustración con lo que sucede es visible en Washington. El mes pasado el secretario de Estado John Kerry declaró a WPLG-TV, filial de ABC en Miami, que los «así llamados líderes de Haití tienen que entender que la paciencia y la disposición de la comunidad internacional para avalar este proceso de demoras tienen un límite».
La comisión verificadora de los resultados electorales, de cinco miembros, tiene 30 días para corroborar la legitimidad del proceso. Paralelamente, una renovada Comisión Electoral Provisional dice que espera fijar un calendario electoral este mismo mes.
Muchos haitianos tienen pocas esperanzas en la fallida democracia porque están acostumbrados a las promesas incumplidas de políticos que se pelean entre sí. Pero hay quienes insisten en votar.
«Si tengo la oportunidad, votaré a pesar de que ningún gobierno ha mejorado nuestra situación», dijo Jean-Mary Daniel, campesino que cultiva frijoles y maíz en la aislada región de Chambellan, en el este de Haití.
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