El zar de todas las sirias
Por AUGUSTO MANZANAL CIANGAGLINI
Es imposible una resolución de la guerra civil siria en sentido de suma cero, de vencedores y perdedores. Rusia adquiere más protagonismo y no suelta a su aliado y cliente Bashar al-Asad bajo ninguna condición, mientras que Estados Unidos ha utilizado una estrategia pasiva, a la espera de un cada vez mayor desgaste mutuo entre gobierno sirio y Estado Islámico.
Todo esto sumado a la enorme cantidad de refugiados que las monarquías del Golfo se niegan a acoger y Europa recibe de forma limitada, configuran el aviso de que ya es hora de resolver el intrincado conflicto con medidas pragmáticas.
Obama tiene razón cuando afirma que no se puede volver al statu quo previo a la guerra, pero también deberá comenzar a aceptar que, Bashar al-Asad y el Partido Baath, mantienen un gran apoyo del exterior e internamente una fuerte red clientelar difícil de desanudar.
Por otro lado, Moscú y Damasco saben que los años de guerra y la pérdida de legitimidad ante la dura represión ejercida han debilitado enormemente al régimen. El agotado gobierno sirio tendría por lo tanto que aprobar la participación de la oposición moderada, englobada en la Coalición Nacional Siria, que controla un buen trozo de la región del noroeste entorno a la ciudad de Idlib. El paso desde un sistema de partido hegemónico a un bipartidismo entre el Partido Baath y la Coalición parece utópico en este momento, pero algún tipo de compromiso deberá ser alcanzado.
Simultáneamente, todos van admitiendo que Rojava, es decir, el Kurdistán sirio, ha emprendido un indefectible camino sin retorno hacia la autonomía-hasta el ministro de información sirio, Omran Zoghbi, lo ha manifestado-, aunque verdaderamente nadie está interesado en un Kurdistán totalmente soberano; los estados en donde se inserta por razones obvias y sus aliados porque lo prefieren más como un interno agente neutralizador que como un actor independiente desestabilizante.
Los mismos kurdos son cautos ante la difícil tarea de coordinación propia y de relación con los cuatro países de los que forman parte. De todos modos, ya están en poder de reclamar consideración. Imitando el pacto sudanés, podrían forzar al gobierno a dividir los ingresos obtenidos por el petróleo y el gas, que están principalmente en territorio kurdo y en el área actualmente sojuzgada por el califato.
Con un armisticio e inclusión inmediata de los opositores moderados para iniciar una transición política, como desea Obama, o con la promesa de negociación posterior como propone Putin, se tendrá la libertad de dirigir todo el peso de los ataques de una coalición internacional unificada hacia el Estado Islámico, el Frente Al-Nusra y otros fundamentalistas, que no son más que oportunistas grupos de fanáticos y delincuentes, realmente sobredimensionados por las facilidades del caos imperante y su aparato propagandístico, además de haber sido utilizados por Damasco para acercarse a Occidente y por sus enemigos para socavar su autoridad.
Derrotar a los yihadistas no significa el fin de la violencia ni del estado fallido, pero en tales circunstancias, se daría un paso importante para solucionar esta enmarañada guerra civil que desborda sus fronteras.
Como sea, un reparto de poder en favor de rebeldes moderados y kurdos, aunque solo se tradujera como una mínima implicación de los primeros y el reconocimiento formal de autonomía de los segundos, serian importantes factores de debilitamiento que contentarían a Occidente y a Arabia Saudita, al mismo tiempo que garantizando la continuidad del régimen en la zona costera, con el control de las principales ciudades y refinerías, se tranquilizaría a Rusia, China e Irán al confirmar sus intereses en el país, disminuyendo las excusas rusas por fortalecer su presencia desde su base naval de Tartus, como lo está ya haciendo en Latakia.
Ninguna de las potencias puede permanecer irreflexivamente inmóvil si no quiere perder influencia. El Kremlin ya ha hecho su movida demostrando su renovado ímpetu, lo que obliga a pactar y permitir ciertas concesiones, una Siria diezmada y una pequeña porción de Ucrania, ofrecidas con aparente mala gana sin claudicar en desmedidas políticas de apaciguamiento, son tributos a la estabilidad que las negociaciones en la futura mesa del poder debe posibilitar.
Es imposible una resolución de la guerra civil siria en sentido de suma cero, de vencedores y perdedores. Rusia adquiere más protagonismo y no suelta a su aliado y cliente Bashar al-Asad bajo ninguna condición, mientras que Estados Unidos ha utilizado una estrategia pasiva, a la espera de un cada vez mayor desgaste mutuo entre gobierno sirio y Estado Islámico.
Todo esto sumado a la enorme cantidad de refugiados que las monarquías del Golfo se niegan a acoger y Europa recibe de forma limitada, configuran el aviso de que ya es hora de resolver el intrincado conflicto con medidas pragmáticas.
Obama tiene razón cuando afirma que no se puede volver al statu quo previo a la guerra, pero también deberá comenzar a aceptar que, Bashar al-Asad y el Partido Baath, mantienen un gran apoyo del exterior e internamente una fuerte red clientelar difícil de desanudar.
Por otro lado, Moscú y Damasco saben que los años de guerra y la pérdida de legitimidad ante la dura represión ejercida han debilitado enormemente al régimen. El agotado gobierno sirio tendría por lo tanto que aprobar la participación de la oposición moderada, englobada en la Coalición Nacional Siria, que controla un buen trozo de la región del noroeste entorno a la ciudad de Idlib. El paso desde un sistema de partido hegemónico a un bipartidismo entre el Partido Baath y la Coalición parece utópico en este momento, pero algún tipo de compromiso deberá ser alcanzado.
Simultáneamente, todos van admitiendo que Rojava, es decir, el Kurdistán sirio, ha emprendido un indefectible camino sin retorno hacia la autonomía-hasta el ministro de información sirio, Omran Zoghbi, lo ha manifestado-, aunque verdaderamente nadie está interesado en un Kurdistán totalmente soberano; los estados en donde se inserta por razones obvias y sus aliados porque lo prefieren más como un interno agente neutralizador que como un actor independiente desestabilizante.
Los mismos kurdos son cautos ante la difícil tarea de coordinación propia y de relación con los cuatro países de los que forman parte. De todos modos, ya están en poder de reclamar consideración. Imitando el pacto sudanés, podrían forzar al gobierno a dividir los ingresos obtenidos por el petróleo y el gas, que están principalmente en territorio kurdo y en el área actualmente sojuzgada por el califato.
Con un armisticio e inclusión inmediata de los opositores moderados para iniciar una transición política, como desea Obama, o con la promesa de negociación posterior como propone Putin, se tendrá la libertad de dirigir todo el peso de los ataques de una coalición internacional unificada hacia el Estado Islámico, el Frente Al-Nusra y otros fundamentalistas, que no son más que oportunistas grupos de fanáticos y delincuentes, realmente sobredimensionados por las facilidades del caos imperante y su aparato propagandístico, además de haber sido utilizados por Damasco para acercarse a Occidente y por sus enemigos para socavar su autoridad.
Derrotar a los yihadistas no significa el fin de la violencia ni del estado fallido, pero en tales circunstancias, se daría un paso importante para solucionar esta enmarañada guerra civil que desborda sus fronteras.
Como sea, un reparto de poder en favor de rebeldes moderados y kurdos, aunque solo se tradujera como una mínima implicación de los primeros y el reconocimiento formal de autonomía de los segundos, serian importantes factores de debilitamiento que contentarían a Occidente y a Arabia Saudita, al mismo tiempo que garantizando la continuidad del régimen en la zona costera, con el control de las principales ciudades y refinerías, se tranquilizaría a Rusia, China e Irán al confirmar sus intereses en el país, disminuyendo las excusas rusas por fortalecer su presencia desde su base naval de Tartus, como lo está ya haciendo en Latakia.
Ninguna de las potencias puede permanecer irreflexivamente inmóvil si no quiere perder influencia. El Kremlin ya ha hecho su movida demostrando su renovado ímpetu, lo que obliga a pactar y permitir ciertas concesiones, una Siria diezmada y una pequeña porción de Ucrania, ofrecidas con aparente mala gana sin claudicar en desmedidas políticas de apaciguamiento, son tributos a la estabilidad que las negociaciones en la futura mesa del poder debe posibilitar.