El zapatero sabio

Se ha dicho que un pueblo que tiene más de tres zapateros  es un  conglomerado de gente sabia, como sin dudas lo es el dominicano, algo que deberían saber  muchos funcionarios, políticos, empresarios, periodistas y la mentada sociedad civil, que creen que bregan con retrasados mentales.

Los dominicanos saben más de política y de economía que cualquier erudito o bufones de esos que creen que pueden  hablar de todo como gallaretas, sin tener la más mínima idea de lo que pretenden decir o comunicar.

Es verdad que el ciudadano común desconoce o no entiende  de Producto Interno Bruto (PIB), Déficit Fiscal, Reservas Internacionales, masa circulante, intermediación financiera, déficit cuasi fiscal, meta de inflación y otros asuntos de la economía, pero puede  explicar como el que más esos temas en su propio lenguaje.

El pueblo asiste a la mejor universidad del mundo que es la de la calle,  que posee facultades en  el colmadon, la compraventa, el prestamista, la banca de apuesta, el mercado de abasto,  el carro de concho, la guagua publica, el metro y el teleférico.

Los dominicanos no asimilan el discurso de que aquí se vive en Finlandia, pero tampoco la cantaleta de que  este país ha colapsado, más bien la gente pueden creer que  estamos mal pero vamos bien.

Imposible negar los flagelos de inseguridad ciudadana y corrupción, caos en el transporte, pero como contrapeso se  resalta los nuevos escenarios de avance o progreso en la educación, generación eléctrica y democratización del crédito, aunque tampoco puede decirse que una cosa compensa a la otra.

Hay que imaginarse lo interesante que sería un debate en torno a los temas esenciales de la nación,  relacionados con la institucionalidad, economía, y anhelos de equidad y justicia social, porque lo que se suscita ahora es una discusión entre quienes propagan que  todo ha colapsado y quienes sostienen que somos Finlandia.

El  asunto no  debe ser  si el paciente está  enfermo o sano,  lo sensato  sería  debatir  si  recibe los medicamentos adecuados y a tiempo para recuperar plena salud, pero lo que se pretende proclamar es que el enfermo ha muerto sin haberse ido de parranda.

La realidad objetiva indica que la economía dominicana es la de mayor crecimiento de América Latina, que el nivel de inflación figura en niveles de metas previstas, que el endeudamiento es sostenible, que el índice de consumo de bienes se ha incrementado, que ha disminuido el desempleo y aumentado la inversión extranjera y el ingreso de divisas.

Un buen zapatero diría que no estamos ni cerca de conquistar el anhelado  escenario de prosperidad, equidad, democracia y justicia, pero al mismo tiempo señalaría que vamos por buen camino y a buen ritmo y, claro, rechazaría la trágica versión del colapso.

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