El trauma post victoria de Trump

Parece que por mucho tiempo el fenómeno Donald Trump será un trauma político-intelectual de mucho de los “analistas independientes” que, en principio, no le vieron posibilidades de llegar a la Casa Blanca, o que, de plano, lo declararon “improbable”. Y no fue sólo la jauría de intelectuales “progresistas” o rabiosos neoliberales -como Mario Vargas Llosa-, sino también la retahíla de medios que se impusieron, cual medida cautelar, el guion-libreto de la “inversión de la carga de la prueba” para negarse a informar mas allá de sus espejismos-preferencias, los que tendrán que purgar el yerro de no captar e informar la atmósfera de un hastió que Trump supo capitalizar a su manera y desparpajos; aunque, en la sombra y sin asomo, asesorado por un equipo que, en la cabeza de su jefa de campaña (Kellyanne Conway: ¡una mujer -águila-inflexión- sagaz!), y a días de las elecciones, dijo estamos “por detrás”. Para algunos (demócratas y de “la secreta”), tal declaración, anuncio de derrota anticipada. Sin embargo, para Trump y sus estrategas, seguramente, la hora exacta de la radicalización “del voto silente”, que, quizás, en sus mediciones y recorridos rurales (como afloró después), aparecían cautivos y atentos. De modo que el mensaje deConway -y por los resultados obtenidos- lo descodificaron como “!apuremos el paso!”. Y zas!, ganó el “improbable”.
 
Ahora -post-derrota- el abanico de “analistas independientes”, intelectuales, cientistas sociales, “filántropos” (o mejor dicho, actores activísimos-subterráneos de los poderes fácticos), medios y aliados (abiertos o solapados), pretenden vender ciencia ficción (¿populismo a la inversa?) sobre una realidad de dos siglos y tanto y un axioma: que los Estados Unidos no es un país de leyes y que “lo que es igual no es ventaja” (¿O acaso, si Hillary ganaba con el voto electoral, su victoria sería cuestionada? ¡Qué va!). En otras palabras, el “improbable” ahora es analizado-escrutado a la luz de todo el discurso de campaña, que saben demás ningún Presidente “político” hace programa de gobierno al pie de la letra. Y peor, cuando Trump empieza a recular, sobre lo que si será “improbable”: deportar 11 millones de inmigrantes y procesar a Hillary, se lo reclaman y enrostran con el encono-frustración del que se da cuenta que no cumplirá. Pero, ¿y qué esperaban? Si Trumpya está haciendo “sus pininos” en el oficio (el de político). Lo que Vargas Llosa, a pelando al filósofo Popper -en un artículo reciente suyo-, para referirse al triunfo de Trump, el Brexit y al no en Colombia, asemeja a “la llamada de la tribu”. Sin embargo, ese ejercicio-apelación de Vargas Llosa, seguramente, en la opinión de mucho (incluido yo que me deleito con su literatura), no deja de ser otro acto político o de exorcismo de no mirarse, él también, en ese espejo de retroceso histórico-ideológico que encarna como nadie, por no decir la palabra universal que, desde hace tiempo, les encajan, reaccionario (que, de seguro, le importa “tres pitos y la flauta de Bartolo” como dice un caro amigo).
 
Otros malabares -de los pacientes del trauma post Trump– consiste en quererle inducir u objetarle el gabinete -de halcones radicales, como les llaman, aunque las ideologías estén en desuso- que, en sus cabezas y especulaciones, harán triza una Constitución y unas instituciones de contrapeso -de los poderes públicos- que, a diferencia de los que acontece en Latinoamérica con sus caricatura-pares, están por encima de la voluntad de un Presidente –llámese Bill Clinton, Obama (que, a propósito, deportó a casi 3 millones de inmigrantes), Bush o Trump– que, bajo ningún concepto –y está tácitamente establecido-, no podrá hacer lo que les venga en gana. Ellos lo saben, pero insisten en hacernos creer que el Presidente electo ni idea tiene de los tejemanejes del poder.
 
Por eso creemos que, parte de la derrota de Hillary y del partido demócrata, estuvo ahí: en siempre creer que Trump caería víctima de su propio discurso (plagado de incongruencias, insultos e incontinencia verbal sobre aspectos neurálgicos-estructurales no resueltos todavía en la sociedad norteamericana) de campaña imaginando una repulsa colectiva –que, dicho sea de paso, no se expresó en los colegios electorales-, digamos al unísono, y, por supuesto, guiado por las encuestas, obviando que, a veces los pueblos y sus sistemas se obnubilan y que las encuestan no leen la frecuencia con que la gente no siempre confiesa –ni están obligadas- su íntima preferencia electoral o plebiscitaria. Si no, ahí están -como muestras recientes-elocuentes-: el Sí en Inglaterra y el No en Colombia.
 
Aconsejo, aunque nadie me lo esté pidiendo, que mejor sería que los demócratas, sus “analistas” e intelectuales comiencen a hacer lo que ya hizo su candidata-derrotada cuando admitió públicamente “que no será fácil, ni rápido”. Pues, al menos, ella, comenzó su terapia-liberación, lo que dice y habla muy bien de ella. Pero, ¿y los demás? ¿Cuándo dejaran de turbarse por una derrota -a mano del que fue, en sus “análisis” y sesgos periodísticos, un “improbable”-?
 
Y más saludable aún: ¿cuándo dejaran de seguir usando el miedo y la incertidumbre que, en parteTrump sembró, pero que ellos siguen atizando para no admitir que erraron y que no se prepararon -como Hillary– para perder?
 
¡Vamos, dejen tanto pesimismo, pues, tal vez, Trump no resulta tan indomesticable como aparenta!
jpm
 
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