El tiempo perdido es sinónimo de fracaso
En una ocasión una persona que pasaba los 35 años me preguntó como había hecho para ser docente universitario, escritor, abogado, teólogo, y cosechar con ello los beneficios de ese estatus. Por lo que se me ocurrió hacerle la siguiente pregunta ¿Qué estaba haciendo usted hace 20 años?
Con ojos brillantes y suspirando contesó: ¡días aquellos!!!, pues, andaba con mis amigos, disfrutando de la vida, las modas, las fiestas, las drogas y el alcohol. Y porque no decirlo me decían don Juan, dado que tenía como tres novias.
Entonces le formulé otra pregunta: ¿Siguió usted estudiando? Contestó, con una voz quebrada y con lágrimas en sus ojos: solo hice primer año de bachillerato, ya que mi novia por accidente salió embarazada. Y tuve que abandonar los estudios para trabajar y poder sacar adelante a la familia.
Esa irresponsabilidad me obligó a madurar a la fuerza siendo un adolecente. En retrospectiva me doy cuenta de mis errores y hoy que estoy por cumplir los 40 años. no poseo casa propia, alquilamos una pieza en un mesón con mi familia, es un lugar inapropiado para educar a mis hijos, pero por mi falta de preparación técnica y académica, no gano lo suficiente en la maquina, donde trabajo alrededor de 12 horas diarias y el dinero no me alcanza para mantener a mis tres hijos y esposa.
Después de haberle escuchado con mucha atención le brindé una respuesta a la miseria que ha envuelto a este amigo. Sin embargo no es el único, como él hay miles de casos en El Salvador. Le dije : apreciable amigo, mientras usted se divertía con sus amigos y gozaba de los beneficios de la juventud, yo tuve que sacrificar esa parte para buscar el pan de cada día, ya que era imposible para mi madre darnos de comer a las seis bocas, y menos con un salario de quince colones al día de lavar y planchar ajeno, por lo que realicé labores de pepenador en la basura, ayudaba en la búsqueda de leña para cocinar los nuestros alimentos.
También fui ayudante de albañil, panadero, vendedor de pan, ayudante de mecánico, entre otros oficios que tuve que ejercer con dignidad sin ninguna vergüenza con la cabeza en alto, pero jamás me sentí pobre (aunque lo era materialmente) tampoco dejé de estudiar.
Porque comprendía que solamente por medio de los estudios podía superarme y salir de la miseria aparente y temporal en la que el destino me había llevado. Por ello deposité mi confianza en Dios, y creí que había algo esperándome en el futuro, siempre y cuando me esforzara y desarrollara la actitud correcta para enfrentar los múltiples obstáculos.
Aun en la miseria, de aquellos días, en la que no teníamos ni para una libra de azúcar para alimentar nuestros cuerpos con agua azucarada y pan duro que botaban de las panaderías, me daba terapia y decía en mi corazón, esto es pasajero, no duele, no duele, ¡un día estaré en un mejor lugar¡¡¡¡ (no sabía qué lugar, pero si creía que era algo mejor)
De manera que mientras unos duermen, otros están despiertos, mientras unos investigan y se esfuerzan, otros copian y pegan, mientras unos estudian, otros se divierten y se endrogan, mientras unos esperan el trabajo a la puerta de la casa, otros lo buscan con desesperación desde las 5 am. Mientras unos desaprovechan los recursos de sus padres en los estudios, otros en la miseria desarrollan sus talentos y habilidades que los preparan de mejor manera en el futuro.
En suma joven tú que tienes la oportunidad de leer este artículo, no desaproveches el tiempo, ni los recursos que tus padres han designado para tú futuro. Y si eres la clase de joven de escasos recursos no te sientas mal, ni te acomplejes por el lugar donde te toco nacer. No te quejas ni humilles a tus padres por tu miseria, mejor aprovecha el tiempo al máximo desollando los talentos que Jesús ha puesto en tu mano.
Recuerda que las oportunidades llegan de manera irregular en la vida. Y si las desaprovechas, habrás perdido el 50% de tu vida futura.