El tiempo de Fidel

 

 

 

Esta etapa de Fidel puede situarse entre el desembarco del Granma en diciembre de 1956 hasta el 8 octubre de 1967 cuando el Ché es capturado y asesinado en Bolivia. Antes del Granma, aunque notable en muchísimos aspectos, Fidel había fracasado en los proyectos mas importantes que había emprendido, especial, pero no únicamente, el fallido ataque al Cuartel Moncada en 1953. Sin embargo, haber logrado liderar un nuevo grupo y mantener la lealtad de los que ya tenía revelan: determinación, capacidad seductora y apreciación histórica correcta

El periodo heroico de Fidel, sin duda el mas importante, está marcado por una serie de grandes y trascendentales decisiones. Ganó la guerra contra Batista (1956-1958) estableció los tribunales revolucionarios que enjuiciaron y ejecutaron a numerosos esbirros de la dictadura y poco después (1961) derrotó la invasión en Bahía Cochinos según la terminología americana o en Playa Girón como se conoció en Cuba ese hecho. Entre 1962-1965) con los famosos batallones de lucha contra bandidos (LCB) derrotó a las guerrillas armadas por la CIA y producto tanto de la acción de esta como del descontento real de una parte del campesinado serrano. Bajo Fidel se formó el mas efectivo servicio de inteligencia y contrainteligencia que haya tenido ningún país latinoamericano, se constituyeron los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) que incorporaron a la defensa del proceso a una enorme población. Fidel enfrentó y derrotó las exigencias de control político, económico y diplomático por parte de Estados Unidos; nacionalizó las empresas extranjeras, lanzó una reforma agraria profunda, alfabetizó todo un país, estableció el servicio médico universal gratuito, politizó la educación en todos los niveles, organizó el ejercito mas poderoso que ningún país latinoamericano hubiera jamás soñado, dispuso actividades intervencionistas de pequeña y gran escala en un sinnúmero de países tanto del continente americano como de otros y, por si fuera poco, protagonizó con la URSS en octubre de 1962 la crisis de los cohetes  que puso el mundo al borde de una catástrofe nuclear cuando los EEUU decretaron el bloqueo de la isla para obligar a Khruschev a retirar los cohetes.

Dentro de Cuba, decenas de miles de personas y/o familias resultaron perjudicadas por estas decisiones; algunas estaban vinculadas muy íntimamente al régimen anterior o a sus servicios policiales o militares otras eran personas que tenían tierras que fueron expropiadas, muchos ejercían profesiones que fueron reguladas como la medicina; o prestaban servicios como abogados pero ya el régimen legal anterior había desaparecido y la Cuba Revolucionaria de entonces no necesitaba de abogados ni tampoco de agentes publicitarios ni operadores de burdeles y cabaret ni dueños de colegios privados.  Toda esa gente -y eran muchos miles- tenían sus razones para odiar a Fidel no solamente por las medida que había dispuesto sino también por la forma en que casi todas esas acciones se ejecutaron y hay que decir que, inevitablemente, en ese proceso tienen que haberse cometido excesos, abusos y arbitrariedades. Sin embargo, una buena parte del mundo, especialmente el latinoamericano no solamente aplaudía esas medidas, sino que se sentía representado por ellas. Fidel encarnaba todos los sueños de millones de personas desde México a la Patagonia que habían pedido alguna vez castigo para criminales y corruptos, justicia para los trabajadores, tierra para los campesinos, derechos para los despojados de siempre. A esos millones de personas les importaba un bledo el llanto legítimo de miles de cubanos en el exilio que habían perdido sus posesiones y peor aun, como esos exiliados estaban refugiados en Estados Unidos y visiblemente aliados a las políticas de ese país contra Cuba, entonces era muy fácil identificar enemistades y tomar posiciones.

Ahora bien, ¿como fue posible que ocurriera todo esto? ¿Era solamente producto de la genialidad de Fidel o concurrían otros factores que, desatando fuerzas, lo hicieron posible?

Fidel estaba equipado con una gran inteligencia y una fuerza de voluntad extraordinaria pero sobre todo y eso durante todas las épocas, (no solamente la heroica a la que se refiere este artículo), tuvo una característica sobresaliente. Fidel fue un grande e incomparable seductor. Persuasivo, convincente, soñador, idealista (hasta que la realidad posterior lo desarmó), resuelto, decidido y en posesión de esa fuerza interna que se revelaba ante todos sus interlocutores como avasalladora. Todos estos encantos los puso Fidel al servicio de su causa y tuvo un éxito espectacular  porque hubo una época en la que sus sueños y aspiraciones eran los mismos sueños y las mismas aspiraciones de millones de personas en todo el mundo que vivían otra pesadilla. Estos millones de personas que vivían, -vale repetir- su propia pesadilla en cada uno de sus países no estaban dispuestos a retirarle su apoyo a Fidel a causa de las quejas y denuncias de personas que, como el exilio cubano, quedaban descalificadas de antemano porque habían vivido bien antes de la Revolución y ahora estaban aliados a EEUU el enemigo de todos.

Pero había otro rasgo de Fidel que desconcertaba a sus enemigos, enloquecía a sus partidarios y seducía a todos “los condenados de la tierra”. Ese rasgo era la capacidad de escalar la respuesta respondiendo a cada amenaza de sus enemigos con una medida que no solamente ratificaba la decisión anterior sino que añadía otra. Fidel respondía a su adversario no retractándose de una medida sino tomando otras aun mas atrevidas y radicales que la primera que había motivado la condena o la amenaza por eso, “escalaba” la apuesta y obligaba a su adversario a enfrentar no solamente la primera sino también la segunda medida.

Entre los años de 1956 y 1967 el mundo hervía en protestas, reclamos, sueños y aspiraciones. Silvio cantaba: “La era está pariendo un corazón” y tenía razón a medias. La era si estaba de parto pero no para alumbrar a la revolución soñada sino a la contrarrevolución. Ajeno por completo al proceso cubano y sin que Fidel tuviera nada que ver en esto, la sociedad de consumo empezó a imponerse como modelo y con ello los pueblos empezaron a anhelar no cambiar las cosas sino a tenerlas. El periodo revolucionario, surgido a raíz de la Segunda Guerra Mundial  y que se extendió por casi todo el mundo empezó a hacer agua a finales de los años 60 y la caída del Ché marcó el principio del despojo de algo mucho mayor y que el encarnaba: la esperanza revolucionaria. Los ciudadanos habían empezado a convertirse en consumidores.

JPM

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