El que tiene dinero compra gente

El proselitismo político absorbe la mayor parte del presupuesto correspondiente al 2016, a pesar de la estrepitosa descomposición económica que padece la República Dominicana, provocada en su mayor parte por la deuda pública, el soborno, la compra de conciencia y la corrupción sine qua non que prevalece en todas las esferas del gobierno.

 

Los países que no saben administrar sus recaudaciones terminan fracasados. El gobierno y los partidos se han encargado de sumergir sin desmedro la política de derechos alienables que confiere la constitución para el buen manejo de los recursos del estado, donde sólo unos cuantos se reparten botín, dejando de lado los objetivos para el que fue destinado el presupuesto de la nación.

 

“El que tiene dinero compra gente”, decía mi padre, Don Luís Báez Cáceres, al referirse a un sinnúmero de funcionarios y allegados del entonces presidente, Joaquín Balaguer, quienes se enriquecían ilícitamente con los recursos del estado, convirtiéndose esto en una estructura incurable que corrompe todas las filas de los partidos políticos.

 

En el marco de la campaña prevalece la compra de conciencia, negociaciones con partidos y sobornos individuales, todo a costa de obtener beneficios personales, lo que supone una falta de ética que debería ser evitada sin necesidad del castigo legal, aunque cuando se trata de ajusticiar o castigar a personas con secuelas de anomalías alrededor del gobierno, la justicia se muestra apática y carente de moral.

 

Todos los años aumentan las enmarañadas necesidades y demandas de los dominicanos para que se pongan en marcha proyectos con inversiones en hospitales, acueductos, agropecuaria, medio ambiente, educación, turismo y; lo más trascendental, saldar las deudas contraídas a través de los reincidentes acuerdos de préstamos millonarios, los cuales tienen al país sosegado, fallido e inestable. Son tanto los compromisos, que al gobierno no le alcanzan los recursos para cumplir con las capitulaciones estipuladas en el presupuesto, porque lo utiliza con otros fines, objetivos y propósitos, entre los que se encasillan el soborno y la compra de conciencia de altos dirigentes de la oposición.

 

La friolera presupuestaria del 2016 alcanza un monto RD$663,558.04 millones y de acuerdo con las políticas de manejo de esos recursos, “el dinero que se contempla en el Presupuesto es de las y los dominicanos, pues viene principalmente de los impuestos que pagamos y debe ser gastado en cubrir las necesidades de los ciudadanos”, no así para distribuírselo entre los partidos políticos con fines electorales.

 

Los grandes beneficiarios de los recursos del estado son los partidos y sus allegados. Por ejemplo, “el año pasado, los partidos políticos recibieron RD$805, 043,460, correspondientes a un cuarto por ciento de los ingresos contemplados en el presupuesto, hoy día, por considerarlo un año electoral, recibirán un medio por ciento más del doble que el año pasado, tomando en cuenta que el presupuesto para este 2016 aumentó en más de 35 mil millones, y el total de ingresos equivale a RD$490, 298, 322,780.

 

Nos preguntamos. ¿Cuál ha sido la respuesta de la Junta Central Electoral (JCE), al mal uso de los recursos que reciben los partidos para la campaña? Por supuesto que ninguna.

 

En la historia política de la República Dominicana, la mayor parte de los candidatos buscan cualquier medio para ganar las elecciones, enfermedad que socava la dignidad humana y sirve de burla a la pobreza intestina que vive el país, porque el candidato que busca ser favorecido a través de promesas y la distribución de dinero, alimentos e  inversiones cada cuatro años y con el fin de ganar la confianza de los votantes, es un político sin alma y sin corazón.

 

Las necesidades de los individuos son dignas de tomarlas en cuenta para su solución sustantiva y somos más que optimista cuando vemos “tanto deseo de servir desinteresadamente por parte de los candidatos”. Sin embargo, el objetivo en este análisis no es señalar a aquellos que compran conciencia, sino más bien, a  aquellos que la venden, porque siempre que un ciudadano cede sus ideas, su voz aleja el desarrollo.

 

“Vivir, crecer, comenzar, amar, buscar, beber, escuchar, enseñar, esperar, estudiar, hablar, hallar, levantar, llorar, mirar, odiar, oír, olvidar, pelear, perdonar, respetar, robar, salvar, sufrir, comer, mentir,  envejecer y hasta morir. Todo me es lícito, pero no todo conviene; todo me es lícito, pero no todo edifica”. (Primera de Corintios 23-10).

 

Recibir dádivas y gastarlas en segundos no resuelve el problema de los hambrientos, pero sí les hace responsables del mal funcionamiento del sistema democrático.

mbaezjj@gmail.com

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