El Presidente, ante el juicio de Salomón

¿Debe ser el Presidente un hombre culto?

Hace
unos años, en el 2012, en un debate de la televisión francesa, inspirado en un
artículo de la escritora Raffaelle Bacqué (“Un
president doit il etre cultive
?” , Le
Monde
25/3/12) , se discutía si el
Presidente de la República debía de ser un hombre culto. Casi todos admitieron que, en los tiempos que
corren, la erudición y los grandes conocimientos literarios, no son moneda
corriente. Sin embargo, todos coincidieron en tres características
fundamentales:

1. Que el Presidente debe ser un hombre
reflexivo
, que no naufrague en los impulsos inmediatos. Porque lleva la
jefatura de la nación entera y sus decisiones pueden hacer un daño descomunal
si son malas, y promover el bien colectivo, si están bien fundadas.

2. Que
debe conocer y amar la historia de su país
. Defender el legado que
recibe. Cumplir las leyes y la Constitución .No dejarse secuestrar por los grupúsculos políticos y económicos. Tener
siempre presente los intereses
irrenunciables de su pueblo.

3. En
estos tiempos democráticos, en que la función presidencial puede ser
ejercida por un trabajador rural o por un personaje de altos vuelos
intelectuales, lo deseable es que el
Presidente respete la cultura y las
artes
. Que sepa utilizar a todos sus colaboradores sin casarse con ninguno.
Que sea su norma de vida, el engrandecimiento moral de su pueblo.

Hay otros aspectos importantes como la
honestidad, la probidad, el conocimiento del pasado, la comprensión de las situaciones que
afectarán el porvenir del país.

Durante
muchos años, los dominicanos fueron seducidos por dos hombres de cultura,
excepcionalmente dotados, Juan Bosch y Joaquín Balaguer. Eran ambos
historiadores y hombre de letras. Tenían un extraordinario dominio de la lengua. En muchas ocasiones,
sabían que hablaban para la posteridad

Ambos
representaron una bipolaridad, que durante mucho tiempo, reinó en la mayoría de
los dominicanos. La diferencia entre ambos hombres fue subrayada por varios
periodistas. Balaguer era taciturno; prefería escuchar a su interlocutor;
Bosch, era locuaz, estaba siempre en posición pedagógica. Balaguer tenía la capacidad de impresionar
con sus grandes demostraciones de cultura; Bosch era un comunicador nato,
traducía la complejidad del mundo para las grandes mayorías de dominicanos. La idea que tenía uno y otro de los hombres
era radicalmente distinta. Correspondía al temperamento y a la experiencia del poder. Balaguer que, en los treinta años de la Era
de Trujillo, sirvió por más de diez años en el servicio diplomático: en España,
en Colombia, en México . En los últimos
diez años, llegó a formar parte del primer círculo. Primero como Secretario de
Estado, Vicepresidente y finalmente en Presidente títere. Tenía un conocimiento
del poder y de los hombres muy apegado a esa experiencia. Bosch que todas las
sus acciones las fundó en los ideales, en los valores y en los principios, se
orientaba por su temperamento noble y altruista, inspirado en el ideario de
Hostos, que siempre creyó que la conciencia de los hombres podría ser reformaba
con la educación.

Desde
luego había otras diferencias que, al desplegarlas,
prefiguraban un destino político muy distinto para cada uno. Bosch era extremadamente generoso y, por lo
general, tendía enamorarse de los
hombres y a verlos bajo el prisma de su espíritu magnánimo. De donde resultan
sus grandes desengaños: Jacobo Majluta, Peña Gómez y otros. En cambio
Balaguer, sabía que el corazón del
hombre está lleno de basura y es capaz de las peores acciones. Que las leyes
pueden mitigar la desesperanza y los horrores de este mundo. Que los hombres
obedecen más al interés que a la virtud. Creía
al igual que gran José Martí, del cual era un lector avezado, que el buen gobernante no es que sabe cómo
se gobierna el alemán o el francés, sino
el que conoce los rudimentos de su país. Que cuando aparece un problema en
Cojímar no va a buscar la solución a Danzig. El vino de plátano, si sale agrio,
es nuestro vino
.

Sin
embargo, había algo que los unía
profundamente. Ambos vivieron la ocupación
estadounidense del 1916-1924, y
rechazaban de plano la deuda exterior que, en aquel punto y hora, había hecho
naufragar la soberanía. De donde resulta el repelús de Balaguer a todo
endeudamiento externo. En ambos hombres obraba como una su fuerza demoledora toda la historia
dominicana. En la memoria de estos hombres permanecía vivo el recuerdo del empréstito de la Harmont, la bancarrota
del país provocada por Ulises Heureaux , la pérdida del control de las aduanas y de todos los ingresos del
Estado. Tristes episodios que concluyeron con la redención de la deuda en 1941
con el Tratado Trujillo-Cordell Hull.

Balaguer
tenía sus luces y sus sombras. Era
profundamente escéptico. Guardaba contra las clases encumbradas y cultas un gran resentimiento. Porque nunca obtuvo su
apoyo político. Gobernó en solitario de espaldas a la Universidad y, a veces
contra ella. Eso, en algún momento,
produjo el divorcio entre la Universidad
y el desarrollo del país. Muchos entendieron que los universitarios
debían vivir permanentemente en el terreno de la utopía y de los sueños.

Esas
circunstancias hicieron de Balaguer un populista consumado. De ese ideario
nacieron las leyes agrarias, los grandes proyectos de viviendas. En sus
Gobiernos más de un millón de dominicanos se convirtieron en propietarios.
Tenía una clarísima conciencia del territorio y de la necesidad de
supervivencia de la nación; fue el propulsor de las 106 áreas protegidas y de
los parques nacionales, del sistema de presas que abastece de agua las ciudades
y la agricultura y las hidroeléctricas, de la infraestructuras de las ciudades,
de los puertos y aeropuertos. Y, finalmente, el constructor de la plaza de
salud, de la plaza de la cultura, de las
plataforma de las políticas del Estado .

Aun
cuando era un hombre, en muchos aspectos
chapado a la antigua, fue
sensible a los cambios y a los remezones sociales. Pudo capitanear el paso de
una economía, fundada en el monocultivo del azúcar, a una economía diversa,
espoleada por las zonas francas, a las que dio un impulso sin precedentes, y
por el turismo, cuyos enclaves inició en el norte, en Samaná, en el este y en
el sur. Son muchas las cosas positivas que podemos resaltar de su paso por el
poder. Pero también hay muchas negativas, que todo el país conoce. Porque
Balaguer ha sido, esencialmente, visto con la visión de sus enemigos. Es verdad
que no llevó a cabo la implantación de las sociedades paradisiacas que esos
enemigos tenían en sus cabezas. Que no se dejó tumbar por aquellos que tomaron
las armas para aplastarlo como una cucaracha.
Que no creyó en mucha palabrería que ha sido devaluada por los hechos
concretos.

El
gran fracaso de Balaguer fue, a no dudarlo, su incapacidad para reformar a la
sociedad. Bosch se propuso este alto
objetivo. Ha sido el fundador de los dos grandes partidos que han mandado en el
país en los últimos veinte años. Ambos,
Bosch y Balaguer, se presentaron ante la
nación como seguidores de Juan Pablo
Duarte. Balaguer es el autor de la primera biografía del patricio, y Bosch, al
fundar el PLD, proclamó que lo hizo para completar la obra de Juan Pablo
Duarte. El ideal de Bosch era crear un partido de hombres distintos, orientados
por el patriotismo, con principios y
valores, basados en la enseñanza de los círculos de estudios, conocimientos de
la historia, con un ideal social capaz de redimir a las grandes masas de
dominicanos hundida en la pobreza. Para protegerlo como una burbuja de las
tentaciones del ambiente, y de los ataques de sus enemigos, situados a la
izquierda y a la derecha, el partido fue concebido como una Iglesia, todo
debían practicar la unificación de criterios, que los pusieron a salvo del
cisma y de la disidencia, que ha destrozado la unidad de las organizaciones. Y
como un ejército, con hombres capaces de ejecutar las órdenes, de organizarse,
disciplinarse, con don de mando y con liderazgo. Bosch sentía una indeclinable admiración por
estas dos instituciones. Se propuso crear un nuevo tipo de dirigente político,
despojado de los vicios pequeñoburgueses,
responsable, honesto, disciplinado, patriota, trabajador y servidor
del pueblo. ¿Habrá tenido éxito en esa tarea propia de los grandes conductores de
pueblos?

Esa
respuesta debemos deducirla de los cuatro períodos de Gobierno del Partido de
la Liberación Dominicana. El pueblo, los historiadores juzgarán el esfuerzo de
los hombres. El Presidente Medina se encuentra en un momento excepcional de la
historia dominicana. Ninguno de los
presidentes anteriores ha afrontado situaciones semejantes. De su decisión
depende el porvenir de la República Dominicana

La gran decisión

Solía el profesor Juan Bosch, referirse al episodio bíblico de la sentencia del Rey
Salomón ( Los Reyes , Libro I,
,3:16-28)

El Rey Salomón tenía que decidir la
disputa entre dos mujeres, el hijo de una de las cuales había muerto. Ambas
decían ser la madre del niño vivo

Mi hijo es el que vive y tu hijo es el que
ha muerto”—dice una de las mujeres. La otra dice —: “No, el tuyo es el muerto
y mi hijo es el que vive.”»

Y el Rey Salomón dice:

—Traedme una
espada.

Y trajeron al
rey una espada. En seguida el rey dijo:

—Partid en dos
al niño vivo, y dad la mitad a la una y la otra mitad a la otra.

Entonces la
mujer de quien era el hijo vivo habló al rey (porque sus entrañas se le
conmovieron por su hijo), y le dijo:

—¡Ah, señor mío!
Dad a ésta el niño vivo, y no lo matéis.

—Ni a mí ni a
ti; ¡partidlo! —dijo la otra.

Entonces el rey
respondió:

—Entregad a
aquélla el niño vivo, y no lo matéis; ella es su madre

Las
semejanzas de las actuales circunstancias con el juicio de Salomón son rotundas. El Presidente Medina se halla ante dos
sociedades. Una muerta; y otra, que aún
vive. Se le ha planteado romper la
unidad de la sociedad que aún está viva. Es decir, quebrar para siempre la unidad jurídica y
demográfica de la República Dominicana. ¿ Se han tomado en cuenta las
consecuencias de todas estas medidas: decreto 327/13, Ley 169/14 y Reglamento
de la Ley ? Nadie tiene derecho a desmantelar la sociedad que aún vive.

·
Una
regularización ilimitada de trabajadores ilegales, sin cuotas, podría dejar
para siempre, a todos los dominicanos
que se hallaban antes en la agricultura, en la construcción, en el trabajo informal, definitivamente,
fuera del proyecto nacional.

·
Darle
la nacionalidad a estos extranjeros, que no comparten ni nuestra cultura, ni
nuestra lengua, ni nuestro modo de vida, que rechazan formalmente nuestra
historia, nos combaten en los foros internacionales y queman nuestra bandera,
es una abolición integral del pasado que anula los resultados históricos de
nuestra Independencia de 1844.

·
El
Presidente de la República debe proteger la frontera y la unidad del
pueblo dominicano. No puede propiciar la destrucción de la cohesión nacional.
Debe defender la soberanía y la autodeterminación, no puede debilitar al Estado
y a la nación, introduciendo cambios
demográficos que fragmentarán la propia naturaleza del pueblo soberano. Y,
sobre todo, debe mantener viva la Independencia de 1844, y no convertirse en su
sepulturero.

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