El Poder Judicial… ¡qué pena!
¿Qué es la justicia? Es un principio moral que inclina a obrar y juzgar respetando la verdad, repartiendo equitativamente el derecho. Da a cada uno lo que le corresponde. Representa la paz. “El respeto al derecho ajeno es la paz”
Las naciones deben disponer de un sistema judicial que la garantice. En RD tenemos el Poder Judicial. Para que la población sienta tranquilidad, esta organización debe ser confiable, objetiva, creíble. Se fortalece, cuando la gente confía en que no hay necesidad de hacer justicia con sus propias manos, que si violan o peligran sus derechos, basta llevar el caso a los tribunales y da a cada quien lo que corresponde.
Los tribunales son como universidades. De sus acciones, llueven las enseñanzas, determinantes en el comportamiento de la población. Los abogados y jueces son los catedráticos. Deben actuar apegados a las leyes, a la verdad, para lograr la paz. En caso contrario, angustian, fortalecen los males sociales.
Las injusticias, el accionar complaciente, privilegiado, son bofetadas a la sociedad, patadas a las leyes, a los padres de familias que se empeñan en formar hombres de bien. Los jueces que así actúan, fortalecen los maleantes. Son ambiciosos, que negocian con los que obtienen poder y fortunas, robando, en narcotráfico, burlando los valores morales.
Aunque haya evidencias, no conocen el fondo de las acusaciones. Deciden archivar el expediente, dar un NO ha lugar, descargar, variar la medida de coerción ¡mandarlo a la casa! Estos jueces son lacras sociales, delincuentes.
Cuando la corrupción y la impunidad van de las manos, deterioran la nación. Todo parece indicar que el Poder Judicial no es independiente. Lo manejan fuerzas poderosas que protegen corruptos millonarios, mientras aplican la ley a infelices. Las cárceles están llenas de estos, quienes imitan el modelo de aquellos.
Las injusticias desesperan los honestos: a un arquitecto le dieron un contrato, la OISOE lo acorraló y se suicidó; un policía no aguantó más, denunció los males de su institución, lo destituyeron.
Los casos que envuelven millones y poder tienen trato especiales; dos narcotraficantes franceses, condenados a 20 años de prisión , nunca estuvieron encarcelado y abandonaron tranquilamente el país; un Nuncio abusó sexualmente de varios menores y salió del país sin problema; funcionarios acusados de enriquecimiento ilícito, les archivan el expediente. ¡Vaya justicia!
No hay motivación para ser honrado ni esperanza de que funcione la justicia y vivir en paz. Tranquilizan las señales de humo que envían organismos internacionales.