El periodismo, esa otra acrobacia
El periodista es ese trapecista que debe balancearse entre un bando y otro de declaraciones y en el caso del editor, entre el grueso legajo de opiniones que a diario maneja.
Es así como sin importar cuál de esos lados es el suyo, sin que tenga validez su particular punto de vista, debe limitarse a tratar los hechos con equilibrio, con equidad.
Aunque suene molesto y lo que llegue a sus manos le contraríe. Para desahogarse están los artículos de opinión.
La vieja escuela de escuchar las dos campanas no pasa de moda. Aunque nos parezca que una de esas tiene un badajo usado para replicar mentiras.
En ese caso, es labor del periodista investigar y llegar a la verdad, no censurar.
La labor de los que deciden qué debe salir a la luz en los medios que representan no puede estar sujeta a valoraciones personales, a convicciones particulares.
Solo la ética y las leyes deben ser vara a la hora de medir el espacio que debe tener cada noticia.
De esa manera, el librito nos recuerda que a una acción prosigue una reacción. La consideración debe ser la misma para ambas.
Reitero, la opinión del que tiene a cargo seleccionar el material solo debe contar para sopesar el impacto qué tendrá en los lectores.
Las reacciones que generaría de todas las partes involucradas, a favor y en contra y el seguimiento que podría dársele para mantenerlo en palestra.
Para explotar esos recursos hay que estar desprovistos de pasiones y enfocados solo en qué es noticioso, que genera lectores y que no.
Marginar una información porque la persona que la emitió no nos agrada, porque su línea no es la nuestra, no es actuar como periodista y menos si ya hemos dado relevancia a las opiniones contrarias.
Cuidado con la falta de objetividad.
jpm