El pensamiento, una virtud

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EL AUTOR es ministro cristiano. Reside en La Vega.

El pensamiento en el ser humano no es producto de una casualidad, sino la presencia de una serie de circunstancias internas y externas del individuo. De ahí que, el pensamiento no es único universal, sino que muchas personas pueden tener el mismo pensamiento al mismo tiempo, debido a que no surge como fruto del individuo. En ocasiones, ha oído algo que antes ya usted lo había pensado, aunque no lo haya externado. Eso nos indica que hay un Pensador universal, que nos ayuda.

Sin embargo, la facultad de pensar es una virtud de los seres inteligentes, quienes elaboran los conceptos, opiniones, e ideas en su interior, mediante el contacto con otras realidades abstractas o concretas. El pensar, demuestra la energía que compone a ser, la cual transforma el pensamiento en contenido transferibles, por medio de las palabras escritas u oral a otras personas, para asimilarlas, discriminarlas o modificarlas. Es una gran bendición el poder pensar y pensar correctamente.

Dios es logos, Palabra, o Verbo. Esta verdad, conduce al pensamiento de que Dios es comunicante y creador y sobre todo sustentador. Dios como ser pensante es realidad.  El evangelio de Juan, inicia diciendo: «En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho…Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y verdad» Jn. 1:1-14.

En su primera carta, Juan hace una extraordinaria revelación de la manera en que el Verbo, fue visto por él y los demás apóstoles y condiscípulos cuando hablando sobre el Verbo y su manifestación, cuando escribió: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocantes al Verbo de vida (porque la vida fue manifestada, y la hemos visto, y testificamos, y os anunciamos la vida eterna, la cual estaba con el Padre, y se nos manifestó»… I Jn. 1:1.

El poder de la palabra en el hombre es tal, que transforma, modifica y acentúa conductas en las personas. En consecuencia, ese poder está vinculado a la comunión que pueda tener el individuo con su Creador, quien le hizo a imagen y semejanza. En ese sentido, el Creador, Verbo, se manifestó en carne para entrar en contacto con sus criaturas. Lo físico no entiende lo espiritual, por eso, sólo los que disciernen el mensaje de Dios desde un enfoque espiritual, pueden conocer a Dios.

El pensamiento es una virtud en el hombre, pues por medio de él, entramos en contacto con el Verbo encarnado y revelado para producir una vida abundante y eterna, en los seres mortales. Pensar, como Verbo, implica entender, comprender y creer lo que se sabe, para poder transformar una realidad adversa; Jesús el Cristo, es ese Verbo, quien manifestado en carne, hizo posible que el hombre mediante creer en su evangelio (palabra) obtenga la salvación.

Dios usó sabiduría al crear al hombre, pues lo dotó de la facultad de pensar, y luego a través de ese mecanismo le revela su proceso de salvación, para que pueda nacer de nuevo, como escribiera Santiago: «El, de su voluntad nos hizo renacer por la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas» Stgo. 1:18; lo cual uniéndolo con Efesios 1:13, nos enseña: » En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa».

En ese orden, el cristiano no puede ser fanático ni creer a ciega, como está escrito: «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» Heb. 11:1. Esa definición de fe, demanda conocimiento y entendimiento para producir en la persona certeza y convicción. Pero, aún más dice Heb. 11:3: «Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía». Quien diga que la fe no es ciencia, niega la Biblia.

El pensamiento como virtud, nos permite introducirnos en la sabiduría del hombre y en la revelación de Dios; ambos conocimientos no necesariamente son contradictorios, sino que se complementan. El hombre de ciencia no debe temer introducirse en el mundo de fe, pero tampoco el de fe, en el de la ciencia humana.

Es ahí, donde nuestro pensamiento debe llevarnos, analizar lo que no queremos analizar. Regresemos a encontrarnos en la intercepción del conocimiento correcto, sin fanatismo ni discriminación. Usar la facultad de pensar, dentro de un contexto de acercamiento nos llevará a entender al Verbo.

jpm-am

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Hi Camilo
Hi Camilo
1 Año hace

fausto piña dice en su artí**** «el cristiano no puede ser fanático ni creer a ciega, como está escrito»,siempre leo lo que escribe y puedo entender que padece el síndrome de hubris, decía platón,»debemos buscar para nuestros males una causa que no sea dios», ahora el pensamiento no puede ser único, si todos pensáramos iguales el mundo fuera muy aburrido, decía sócrates, «solo existe un bien: el conocimiento. solo hay un mal: la ignorancia»