El país de las realidades invisibles

Realmente resulta curioso vivir en nuestro país. Tan curioso que podríamos llenar todos los días las secciones de noticias dedicadas a este renglón. Todo lo que es absurdo, inverosímil, contradictorio, anormal e irracional, sucede aquí dentro de una especie de ‘realismo mágico’. Así en este país del absurdo y la fantasía, la economía se mantiene en crecimiento, como lo informara el Banco Central, pero el mismo se mantiene invisible a los ojos de todos, sobre todo a los 'ojos' de la mayoría de los bolsillos que ni se dan por enterados. Vivimos en un país donde se “está haciendo lo que nunca se ha hecho”, pero juntos con los hicieron parte del desastre de la gestión pasada que hoy estamos pagando. Por eso, nos preguntamos, ¿cómo es posible hacer lo que nunca se hizo con los mismos funcionarios que son continuadores políticos de los desaseos que todos conocemos? Eso solo cabe en el país del revés. La propaganda oficial nos satura los oídos hablándonos de que transitamos por una ruta de progreso, pero éste se desvanece ante nuestra vista. Las optimistas mediciones económicas del gobierno chocan de frente con un país en recesión, donde lo único que crece es la inflación y el estancamiento, si no, vaya a un supermercado y compare los precios con los de hace tres meses. Si no, pregúntele a los micro y pequeños empresarios que están quebrando; pregúntele a todo el que realice alguna actividad productiva si la cosa ha mejorado para ellos producto de la aplicación de la política de “lo que nunca se ha hecho”. Y es que no podría ser de otra manera, pues se trata de los mismos haciendo lo mismo. No hay ni habrá cambio en lo esencial pues lo que hay es continuidad, una continuidad que amenaza con prolongarse hasta el 2040, según el decir de Leonel Fernández que hoy hace preparativos para volver, sin sonrojarse ante el descrédito de su candidatura. El bienestar no es un asunto de propaganda oficial, algo en lo que se puede creer o no, es algo más amplio y serio que el agrandamiento estadístico de la economía. Es algo que todos sentimos y podemos apreciar cuando tenemos acceso a la comida, disfrutamos de un empleo estable, garantizamos la educación de nuestros hijos, podemos cubrir nuestros gastos de salud, pagar el alquiler o acceder a una vivienda. El bienestar es que la mayoría se sienta incluida dentro de las estimaciones relativas al crecimiento del producto material que hace el Banco Central. Pero como este no es el caso, hay que preguntarse, ¿a dónde es que va a parar esa supuesta bonanza que se promueve como una realidad distinta a la que todos conocemos, sentimos y sufrimos? La respuesta se cae de la mata: ese crecimiento es excluyente, se queda varado en pocas manos, se concentra en los bolsillos de una minoría; no tiene efectos distributivos en la economía general, no se desparrama hacia los de abajo y solo se queda entre los que están muy arriba y son afines a la casta que parasita del poder. Ya hemos visto que alrededor de ese paraíso inexistente se desarrolla un discurso desgastado que trata de adormecernos políticamente para que no reaccionemos ante la necesidad de promover los verdaderos cambios a partir de la configuración de una nueva opción de poder no contaminada por la corrupción, la inmoralidad y los hechos vergonzosos. A los creadores de percepciones que se convierten en realidad forzada a fuerza de propaganda abrumadora y aturdidora, hay que oponerle y estrujarle los datos de la realidad cotidiana que hablan de país convertido en un cementerio de hombres vivos, donde los sueños son castrados, la esperanza mutilada y donde nuestros jóvenes aspiran a emigrar por lo poco que le ofrece la patria. Afortunadamente, quedan razones para el optimismo, pues un grupo de hombres y mujeres representativos de los mejores intereses de la nación y de sus fuerzas más sanas están convergiendo alrededor de la construcción de una nueva opción de poder que rescate el país del desastre y lo recupere para la mayoría.

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