El nuevo ciudadano

 

La sociedad dominicana, cuya economía crece en promedio  sobre un 6% del PIB en los últimos 25 años, ha generado un nuevo perfil de ciudadano más  exigente, consciente y participativo, con el que  los gobernantes y poderes públicos  tienen que interactuar de manera horizontal y transparente.

Aunque la burguesía mantiene la condición de clase  dominante, pero no gobernante, de su seno emerge una clase media con elevados estándares de conciencia social, en conocimiento, capacidad y voluntad de  reclamar o defender  sus derechos.

Esa clase media   ha sido la más afectada por  la concentración de capital y riqueza en manos de un micro sector oligárquico que succiona los mayores volúmenes de  utilidades y rentas a través de un sistema de tesorería financiera excluyente que no refleja su verdadera riqueza  en el ámbito fiscal.

Sobre la clase media cae el grueso de la fiscalidad, incluido los impuestos directos al salario, a los magros ingresos de la Mipyme, de la vivienda costo de las placas de vehículos, combustibles, electricidad,  el Itabos, colegios y muchas cargas más.

Grupos empresariales colocados en los anaqueles más altos de la economía,  son los que evaden impuestos, niegan  conceder aumentos salariales, imponen monopolio, oligopolio y otras prácticas  desleales, además de controlar  organizaciones  de la mentada sociedad civil.

Observen que  las marchas y oleajes  mediáticos  contra la corrupción y la impunidad emanan principalmente  de la clase media  y no de los sectores marginados o excluido como ocurrió con la poblada de abril de 1984, porque antes el peso de la injusticia recaía básicamente sobre el pueblo pobre.

Los barrios no se movilizan  como antes porque  ahora tienen acceso a mejor educación, desayuno, merienda y almuerzo escolar, estancias infantiles, planes de vivienda, metro, más autobuses públicos, democratización del crédito y porque cada semana pueden hablar directamente con el Presidente.

El crecimiento de la economía ha generado, por un lado el fortalecimiento del sector oligárquico, verdadero titiritero de la cotidianidad política, una clase media más estresada y pesimista y  los sectores populares con mayor optimismo y esperanza.

A mi modo de ver, el Gobierno y el partido  oficial están compelidos a  renovar y mejorar su interacción con  la clase media, a través de  diálogo fluido y aplicación de políticas públicas que aligeren su pesada carga, para lo cual se requiere reducirle  el estómago a la oligarquía.

 

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