El muro: ¿lata de agua en el mar?

Hablando en la jerga beisbolera, Vinicio Castillo Semán (Vinicito) debutó en el Congreso con un cuadrangular luego de que fuera juramentado como diputado sustituyendo a su renunciante hermano, Pelegrín Castillo. Al proponer la construcción de una muralla en la frontera dominico-haitiana con una longitud de 382.8 kilómetros, Castillo botó la bola por los 411 en el Estadio Quisqueya, uno de los parques más grandes. Un colega periodista dijo que Vinicio es como esos peloteros que “se cuadran feo, pero cuando engarzan la bola la mandan bien lejos”. Y tiene razón, pues todo el mundo nada más habla del muro. Vinicito hace la propuesta por dos razones. Lo primero es que está convencido de que es una solución para frenar la migración haitiana y lo otro es que al ser nuevo en el Congreso debía buscar un tema para hacerse sentir. Y al igual que su padre, el doctor Marino Vinicio Castillo, es un provocador que sabe convocar la opinión pública con temas que despierten pasiones a favor o en contra. Pero José Ramón Fadul, ministro de Interior y Policía, entidad encargada de elaborar la política migratoria, trató de echar una pasta de jabón al sancocho al calificar la iniciativa del muro como un “absurdo”. Castillo, que no baraja pleito y ataca de frente, respondió: «La verdad es que eso lo esperaba de los traidores del patio, pero no esperaba una barbaridad de esas de boca de un amigo…”. La idea del muro es odiosa o es buena, depende del color del cristal con que se mire. Sin embargo, nos peleamos y abandonamos la solución fundamental del problema. Una oportunista clase gobernante haitiana y unos irresponsables empresarios y autoridades dominicanas manipulan el tema que deben solucionar. Unos y otros se benefician del comercio, la migración ilegal (trata de personas) y la explotación de la mano de obra haitiana. Con muro o sin muro, si no se organiza la frontera y se controla la mafia de militares y civiles, no estamos en nada. Es como echar latas de agua a un océano. Supongamos que se construye el muro, pero en Haití sigue la misma miseria, entonces brincarán o se comerán la muralla. Nada ni nadie detiene a un pueblo hambriento. La situación económica haitiana va de mal en peor. Es menester que República Dominicana, en un trabajo conjunto con naciones desarrolladas, impulsen iniciativas en Haití: Construcción de obras, reforestación, instalación de empresas de zona franca, producción agrícola. Una ventaja para los inversionistas es que el haitiano es trabajador y su mano de obra es barata. Me llamó la atención las declaraciones del ministro de Defensa, almirante Sigfrido Pared Pérez, quien pavoneándose ante las cámaras de televisión, dijo que se podía construir el muro en puntos específicos. Me incomodé, ya que éste tiene toda la vida en el poder y no ha hecho nada para mejorar la condición de vida de los militares que sirven en la frontera. Estos comparten penurias con dominicanos y haitianos que viven a ambos lados de la olvidada frontera. Es fácil opinar aquí, en la capital dominicana, desde una confortable oficina, pero la pobreza de la frontera es espantosa, aunque históricamente muchos se han enriquecido a través de ella.

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