El miedo pudo más que el amor

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La autora es médico. Reside en Santo Domingo.

El miedo pudo más que el amor.  La señora de Don Juan Carlos cayó en cama por cirrosis hepática,  Mary una jovencita de no más de 18 años se dedicó a cuidarla, tenia poco tiempo de haber llegado a trabajar a la capital.  Su trato con la enferma fue de tal calidad que al fallecer esta,le asignaron el cuidado de la casa.
Ocho años pasaron hasta que el Señor volvió a traer otra mujer. Después de un periodo de adaptación, Betania, la esposa del Don y Mary lograron acoplarse, cada una de ellas conocía su papel y lo importante que era la armonía para  no molestar al Señor.

 

Antes de casarse, Betania  no tenía pensado ser madre, ahora con cuatro décadas se le había despertado el deseo de la  maternidad.  Tras tres intentos en el extranjero por lograr un embarazo, más las múltiples botellas y remedios que Mary le traía, hasta que por fin la prueba da positiva.

 

Por precaución o auto castigo, Betania decide pasar todo el embarazo acostada; después de tantos esfuerzos no será por mi culpa que vaya a perderlo, se repetía.

Mary cuidó de la Señora como cuidó de la difunta, el cuidado de la  salud  de las mujeres del Don Juan Carlos es su responsabilidad.  La relación entre ellas fue ganando complicidad.  A Betania le gustaba que le contará cómo fueron sus embarazos. “Mi señora, me di cuenta que estaba embarazada cuando sentí que algo se me movía en la barriga, y así mismo fueron los dolores de parto, parir no es complicado, he tenido tres”.

 

La Señora  fue dar a luz a los Estados Unidos y de allá trajeron un hermoso niño. El mismo rostro del Don con la sonrisa de la madre.  Como de costumbre, Mary cuidaba con amor cada detalle de la casa y del recién nacido.

 

A la hora de decidir quién cuidaría el bebé, la pareja se miró a los ojos, y al unísono Mary fue la elegida dentro de un grupo de recomendadas. Por sugerencia del pediatra había que hacerle análisis.

 

Llegó el momento de hablar, Juan Carlos parecía momificado, y Betania, con un nudo en la garganta y con los ojos vidriosos de llorar le dijo, “Mary, tenemos que despedirte, en los análisis de sangre saliste con VIH positivo, no podemos tenerte en casa, y menos cerca del bebé”.

 

Sin decir palabra, recogió su ropa,  se acercó a la puerta de la habitación donde dormía el niño,  se despidió de lejos, ella cuidó de este ser antes de llegar al vientre.  Salió como llegó hace más de diez años. El miedo pudo más que el amor.

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