El juego pecaminoso de los políticos

«Si para salvarse hay que hacer el bien, los políticos dominicanos tienen sus puestos asegurados en el infierno, porque además de no ser justos colaboradores, promueven el bien en campaña y cuando llegan al trono, son abanderados injustos del mal».

Es un juego pecaminoso y activo que tiene sus raíces bien intencionadas en el marco de la campaña, para ostentar un cargo político en el ruedo municipal, provincial, congresual o ejecutivo, donde buscan apoyo de todos los sectores, a través de promesas que a final de cuentas nunca son cumplidas.

Son activos participantes en los oficios y exequias religiosas que se desarrollan en sus provincias, participan en actividades sociales, mendigan dinero a los sectores más oscuros, para distribuirlos entre sus correligionarios, abrazan y besan la gleba, toman café en las cocinas de las empobrecidas familias y son capaces hasta de venderle el alma al diablo para ser favorecidos con el voto.

Todos estos acápites de la campaña proselitista no son tomados en consideración por los humildes y empobrecidos dominicanos pertenecientes al club de los pendejos e ignorantes, porque «el hambre tiene cara de herejes y la necesidad es la madre de la inversión», quienes pensarán, bueno, «comemos ahora, aunque no nos recuerden cuando estén en el trono».

¿Por qué el robo, la corrupción y el desvío de dinero en la administración pública?, sencillo, porque la mayor parte de los recursos que entrega la JCE (Junta Central Electoral), son invertidos en dádivas, extorsión y compra de conciencia, mientras los candidatos de baja ralea invierten lo suyo y lo ajeno, razón por la se ven obligados a desfalcar las instituciones para recuperar el dinero invertido y enrriquecerse ilegalmente.

Quizás no sean todos los que formen parte del arbol predestinado y planificado con anteriorida de la corrupción política, aunque como dice el proverbio «de buenas intenciones está empedrado el camino hacia el infierno» y, si es cierto que algunos funcionarios y legisladores realizan algunas obras sociales, no es menos cierto, que es más lo que se embolsillan de los recursos del erario público, que lo invertido en favor de los necesitados.

«El bién no se puede promover con promesas incumplidas» y asi lo estipula, en una de sus obras el prolegómeno representante de la literatura, Karl Marx, cuando con razón señala que «no se hace bién el que señala el daño y arde en ansias generosas de ponerle remedio blando al daño. Espanta la tarea de echar a los hombres sobre los hombres. Indigna el forzoso abestiamiento de unos hombres en provecho de otros. Más se ha de hallar salida a la indignación, de modo que la bestia sece, sin que se desborde y, espante».

No todo está perdido en República Dominicana, a pesar del imperante mal clima de negocios, burocracias infernales y la corrupción política del país, ejercidas a través de las grandes trabas provocadas por el tráfico de infuencia y el otracismo que tienen en ruina la  económica.

Los gobiernos están cogiendo el riesgo de no hacer nada, sin tomar en cuenta la enorme condena y atraso en que sumergen al país dominicano, ya que en los años por venir se producirá un relevado y extraordinario aceleramiento de los avances científicos y tecnológicos que; sin lugar a equívocos, separarán a los países latinoamericanos, porque los políticos prefieren satisfacer sus necesidades, a través del patrimonio público, antes que tecnificar y garantizar el desarrollo.

El poder mesiánico no puede usarse para burlarse de los pobres, con sentimientos sínicos, inmorales e intolerantes, porque al final del túnel, el muro que se construye con dinero de la corrupción, termina desplomandose.

mbaezjj@gmail.com

 

 

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