El juego del gato con los ratones
El escenario político actual -en cierta forma- refleja la realidad que sugiere el título de este trabajo. Sin embargo, debo precisar que no hay intención alguna de menospreciar y mucho menos, establecer comparación entre los actores humanos y estos animalitos. Si no consigo dejar bien claro este punto, pido excusas por adelantado, pero espero que no me mal interpreten.
La analogía que quiero establecer, tiene su origen en una “muchachada” que en los años 50’s realizamos algunos “carajitos” del exclusivo barrio capitaleño donde crecí, Villa Consuelo.
Sucede que pudimos meter en un tanque de 55 gl, tres ratones grandes y vivos, que habíamos cogido en una trampa que poseía el viejo Pay, que hacía y vendía los mejores dulces del mundo y que, además, era el padre de Niño, uno de mis grandes “cachanchanes” de entonces. Con los tres ratones en el fondo del tanque, les tiramos un gato, de cuerpo mediano; y esperamos a ver lo que sucedería.
El morboso espectáculo, nos resultó mas aleccionador que pecaminoso, porque pudimos confirmar algo que suponíamos era totalmente diferente a la realidad que descubrimos. Todos creíamos que las ratas, cuando se sentían acorraladas, respondían atacando fieramente; pero no sucedió así frente a este felino, que no era precisamente un gato gigante.
Lo primero que vimos fue un repliegue de los tres ratones a un lado del tanque y lo mas alejado posible del gato. Virtualmente, se pegaron a la pared de metal y casi se fundían con ella, mientras siempre, mantenían la vista fija en el gato. Realmente ellos lo que querían era huir despavoridos, pero, el tamaño del tanque se lo impedía.
Hubo unos instantes de inacción y calma, muy tensos. Hasta nosotros, mirando desde arriba, estábamos mudos. Nunca habíamos visto, ni supuesto siquiera, una situación como la que ocurría en el fondo de este “redondo cuadrilátero”, de poco mas de dos pies de diámetro. Esos pocos segundos, de estudio y reconocimiento para el gato, de súplica muda para los ratones y de expectativa malsana para nosotros, parecieron siglos.
Lo que pasó a continuación, es lo que en realidad nos cautivó. En un momento determinado, el silencio mórbido de los “cuatro rufianes” que organizamos el show, de pronto, se rompió abruptamente: ¡coño, pero que ratones mas pendejos! exclamó Denis, el tercero de la cuarteta. La súbita y atronadora exclamación, asustó aún mas a los roedores en pánico.
El gato ni se conmovió y a continuación, como si el grito de Denis fuera un detonante, dio inicio a su macabro juego.
Lentamente, como si fuera parte de un guion que empezó con su vida misma, el gato levantó erguido su rabo y empezó un movimiento ondulante, como péndulo, que llamó la atención de su audiencia, dentro y fuera del ruedo.
Los prisioneros dentro del tanque, movían sus pequeñas cabezas al ritmo
de la cola del verdugo. Arriba, los cuatro bribones, cautivos también, repetíamos el rito; especialmente Víctor Almarante el “Patilludo”, hijo de don Joaquín y doña Luisa, que, además, era el menor de la pandilla.
Este “jueguito” duró muy poco, porque de inmediato, el miso marchó contra el “prisionero” de la izquierda y en cuestión de segundos lo decapitó casi por completo, pero no se comió nada de su cuerpo. Nos lució como si en realidad sintiera asco por la carne de ratón. A seguidas se movió hacia un lado del ruedo, obligando a los dos moribundos y orinados sobrevivientes a colocarse junto al hermano caído.
Y empezó de nuevo el juego de distracción con su rabo. Y repitió, con igual resultado la acometida. Quién se movió, lo mas lejos posible del verdugo, fue el tercero de los sacrificados. Pero su susto terminó muy pronto pues, luego de un breve descanso -que supusimos debía ser para recuperar ímpetu y fuerzas- se abalanzó raudo y terminó su obra. Denis, hijo del teniente Martínez y hermano de Berenice, siempre “filosofando”, concluyó que, por caridad, el matador le economizó la tortura de vaivén del rabo.
Muertos los tres desdichados mures, el micifuz barcino, miró implorante y demandante al mismo tiempo hacia arriba, hacia nosotros, como diciendo: ¡misión cumplida! Y procedimos a acostar el metálico tonel, que fungió de arena improvisada. Imponente y fatuo, pero siempre fastuoso, el félido se paseó indolente por el solar.
Hasta aquí, esto es solamente una experiencia de “tigueritos” capitaleños y bellacos, contada seis décadas después, pero que, tiene cierta similitud o coincidencia circunstancial, con el momento político actual. El problema es que usted, amigo lector, tiene que buscarle y encontrarle ese escondido, pero, evidente hilo conductor.
La oposición política prefiere esperar hasta el “out 27” para enterarse de que ya el partido se perdió, aunque se juega la parte alta del “octavo”, por parte de los visitantes. El asunto es que de seguir como va y con la ventaja del equipo “home club”, hay muy poco que hacer en el 2020. Solamente una “rebelión” en estos dos episodios pendientes puede cambiar el asunto, pero, ¡hay que anotar carreras ya!
De este lado, Niño y Denis (qepd) y Víctor y yo (todavía caminantes) o los “cuatro rufianes”, entendemos que Danilo Medina es el Gato. Usted, que tiene mas motivos y experiencia que nosotros, debe identificar: los ratones, ¿quiénes son?
¡Vivimos, seguiremos disparando!
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